Por: José Garcés / LAUICOM
En una cola cualquiera siempre hay alguien que se queja por todo y se conecta con otro que también se queja por todo y hacen una fiesta de quejas a la que se van sumando otras personas, curiosamente, todas de la oposición.
En esa fiesta de quejas, indefectiblemente el gobierno es el culpable de todo y para ellos Nicolás Maduro es una especie de villano que goza con el sufrimiento del pueblo. La conversación va subiendo de tono, lo que surgió de una simple queja, primero es un comentario y pasado poco tiempo, los participantes de esa fiesta de quejas se enervan y es entonces cuando los gritos se hacen escuchar; cruza el aire la altanera sentencia de la caída inminente del RRRRRRégimen. El chavista simplemente observa, no participa de la queja, y no se engancha a discutir.
El chavista sabe que tiene variados y sólidos argumentos, y también sabe que el pensamiento de los opositores no acepta razones ni cuestionamientos, por eso no discute y tranquilamente guarda silencio.
Los desprevenidos que ven desde afuera la fiesta de quejas, tienen la sensación de que «todo el mundo» rechaza al gobierno bolivariano, porque las únicas voces que se escuchan son las de los opositores. Sin embargo, esta es una percepción falsa: además de la fiesta de quejas opositora hay muchos otros actores en esa cola; están los ni-ni, están los que no quieren saber nada de nada y están los chavistas. Los únicos que alzan la voz son los opositores, los demás actores observan en silencio. Por lo general, el chavista no se engancha en discusiones estériles y se mantiene callado; tranquilamente se ocupa de sus cosas, revisa su celular o lee un libro.
El día de las elecciones, la mayoría de los chavistas van a votar y ejercen su derecho en secreto, solamente las personas abiertamente chavistas exponen su voto con una camisa roja. La mayoría de los que votan por Maduro, saben que no tienen porqué mostrar su voto. Luego de que anuncian los resultados, festejan en familia, leen algunas noticias en Internet, y ya casi adormilados por lo tarde que dan el boletín, se van a dormir; mañana es otro día y hay que trabajar. Los más eufóricos se van a Miraflores o a la Plaza Bolívar y allí festejan. Cuando digo festejan, es que festejan: lanzan cohetes, corean consignas, cantan canciones de Alí Primera y se abrazan. Esa noche no hay odio, no hay venganza, no hay persecuciones ni maníacas bizarras conductas agresivas; no queman las instalaciones de los opositores ni asesinan a médicos dentro de sus centros de salud.
ACLARANDO CUANDO VA CLAREANDO
Lo que sorprende es que durante la campaña, los partidos políticos hacen despliegue de fuerza como es normal en todas partes del mundo, pero en Venezuela, lo único que se escucha son las voces de la fiesta de quejas, por eso equivocadamente se piensa que son mayoría. Lo que realmente sucede es que nadie se pone a discutir con opositores porque su pensamiento es muy cerrado y no aceptan razones ni participan del diálogo, ni creen en la palabra como medio de resolución de conflictos. Simplemente se quejan, se quejan, se quejan, y la queja es la única participación política que tienen, además del minoritario voto (demostrado en 28 ocasiones) y las guarimbas, en las que tampoco participan todos los opositores, sino los mercenarios contratados y los guarimberos entrenados y pagados, pero lamentablemente apoyados por los ilusionados opositores.
Escribo estas líneas para llamar la atención a los observadores internacionales para que el fenómeno no los tome desprevenidos y crean que el tono emocional que se registra en las calles es el mismo que debe verse registrado en los escrutinios electorales. Así mismo llamo la atención de los opositores a que no se dejen arrastrar por ilusiones falsamente infladas ni mucho menos se dejen manipular por los anhelos violentos e irracionales de sus líderes.
Aceptar y cumplir la voluntad de la mayoría, aunque uno tenga una opinión contraria, es la base fundamental de la democracia y termino estas líneas con una frase de Abraham Lincoln: “…tiene derecho a criticar quien tiene un corazón dispuesto a ayudar”.