Por: Beatriz Rondón
En las venas de Venezuela corre un río caudaloso de historia, lucha y esperanza. En el corazón de cada mujer late un tambor ancestral que marca el ritmo de esta patria revolucionaria.
Sus voces, a veces suaves como la brisa de la mañana, otras veces fuertes como un trueno, se alzan en defensa de un sueño colectivo: una patria libre, justa y soberana.
Este es un sueño que se entrelaza en el alma de cada una, formando un solo hilo inquebrantable. La mujer venezolana, ha estado siempre presente en la historia de nuestras luchas, de nuestros libertadores, de aquellos hombres y mujeres que entregaron sus vidas por la independencia.
Y su legado se hizo de todas, se convirtió en la llama que enciende el espíritu de todas.
Cirila también es una de nosotras, una mujer venezolana.
Es pueblo, que ha sido golpeado y masacrado despiadadamente, una vez más, por un grupo de apátridas, mafiosos, que coordinan grupos delincuenciales e intentan robarnos nuestra identidad y someternos a un yugo imperial.
Nos duele el asesinato de Cirila, y sobre todo nos indigna que en este tiempo sea una mujer la que haga el llamado a masacrar a nuestras mujeres, a matar a los hijos de la Patria.
Somos fuertes, resilientes; hemos resistido.
Todas compartimos el objetivo: consolidar una patria para nuestros hijos, donde la justicia social sea una realidad y la dignidad humana sea un derecho.
Nuestra revolución no es solo un cambio político, es una transformación profunda y radical de la sociedad. Es la lucha por la igualdad, por la inclusión. Es la defensa de nuestra soberanía, de nuestros recursos naturales, de nuestra cultura.
Somos mujeres guerreras, trabajadoras, creativas. Somos madres, hijas, hermanas, amigas. Y somos revolucionarias. Nuestra lucha es por la vida, por la esperanza, por un mundo mejor. Y no descansaremos hasta alcanzar la victoria.
Venezuela es nuestra casa, nuestro refugio, nuestra inspiración. La revolución, nuestra bandera tricolor de ocho estrellas. Juntas, seguiremos construyendo el país de nuestros sueños, un país donde reine la paz, la fraternidad y la prosperidad.
La voz de esta mujer venezolana es la voz de millones. Es la voz de una generación que se niega a rendirse, que lucha. Es la voz de la esperanza, de la resistencia, de la revolución.
La recordaremos siempre, presente en este poema de Braynely Mendoza:
A Cirila
¿Me odias?
No, yo no te hice un favor
Cumplía con la corresponsabilidad de hacerte llegar las políticas de Estado
No, el único poder que he ejercido es el poder del amor.
No, no espero agradecimiento, ni otra retribución
Cuando pedía tus datos era para incorporarte a la vida, para saltarnos el bloqueo.
Pero tú; qué hiciste por mí.
Ya no estaré
Y tal vez reconozca tu amor tardío
No puedo volver, pero no porque emigré de esta tierra que tanto he querido, no puedo volver porque dispusiste equivocadamente de mi vida.
Yo no soy tu enemiga, ahora me tocará enseñarte como el amor disipa el odio.
Cirila, es amor y servicio revolucionario.