Las redes ya han sufrido la metamorfosis «natural» del capitalismo enfermo de muerte en muchas de sus fases de desarrollo para dominar la vida, y han adoptado una estrategia apocalíptica y exterminadora de la sensibilidad humana
Por: Beatriz Rondón
No es el objetivo de este texto hacer el árbol genealógico de aquellas redes sociales, ni historizar la forma en que surgieron como «superestructuras ideológicas» de la caracterización que haría Lenin durante la revolución «bolchevique» del capitalismo o, incluso, cómo se comunicaba la gente en una época no tan lejana o más próxima al presente.
El mismo presidente Hugo Chávez, en una oportunidad le dijo con su habitual ocurrencia a Diosdado Cabello que sí, que le entusiasmaba, sabiendo de su extraordinaria capacidad oratoria para comunicarse con el pueblo llano, por radio, en mítines masivos, frente a frente o en televisión a través de su inolvidable «Aló, presidente»; que iba a crear una cuenta en el antiguo twitter para trabajar de madrugada, enviar mensajes, dar consejos o polemizar, si fuera el caso, hasta con el mismo diablo en un ciberespacio surcado de pajaritos azules y nubes borrascosas.
Tal vez, para entonces, los nombres del griego Yanis Farifaque o de la alemana de Hitler, Elisabeth Noelle-Hiuman, recién nombrados por el Presidente de la AN, Jorge Rodríguez, no figuraban en los planos de Chávez como referentes de esa especie de «teología» de las superestructuras del capitalismo, pero existían, aunque encontrados en sus ideas sobre los temas.
Esas redes ya han sufrido la metamorfosis «natural» del capitalismo enfermo de muerte en muchas de sus fases de desarrollo para dominar la vida, y han adoptado una estrategia apocalíptica y exterminadora de la sensibilidad humana.
Mucho antes, Chávez había comprendido la peligrosidad del fenómeno. Creó la cuenta @chavezcandanga.
Las redes sociales han revolucionado la forma en que nos comunicamos e interactuamos, pero también han facilitado la difusión de discursos de odio y la polarización política. Las características de estas plataformas, como los algoritmos que promueven contenidos polarizantes y las burbujas de filtro, contribuyen a radicalizar las opiniones y a crear espacios de información donde predominan las ideas extremistas.
Esas redes ya han sufrido la metamorfosis «natural» del capitalismo enfermo de muerte en muchas de sus fases de desarrollo para dominar la vida, y han adoptado una estrategia apocalíptica y exterminadora de la sensibilidad humana.
Han propiciado como una mercancía «lúdica» la difusión e implantación de discursos de odio, minando hegemónicamente los campos humanos, políticos y sociales
La lógica del mercado capitalista, ha llevado a las redes sociales a adoptar estrategias cada vez más agresivas para captar y retener usuarios, lo que ha generado un entorno digital tóxico y polarizado. La difusión de discursos de odio se ha convertido en una mercancía que alimenta la maquinaria y genera ganancias para las grandes empresas tecnológicas.
La mercantilización del odio
El modelo de negocio de las redes sociales actuales, basado en la publicidad dirigida, ha convertido el odio en una mercancía rentable. Puesto que, tales redes realizan la tarea de identificar las pasiones y los prejuicios de los usuarios, y así las plataformas pueden mostrar anuncios que apelan a sus emociones más profundas, fomentando la división y la confrontación, y lo peor, como lo señaló Jorge Rodríguez, el aislamiento de todo ser humano sin nexo de inclusión en el ciberespacio.
Esta mercantilización del odio ha tenido un impacto devastador en la sociedad.
Un futuro incierto
La veloz evolución de las redes sociales y apoderamiento de la psicología social, permite preguntarnos sobre el futuro de la convivencia humana.
¿Cómo garantizar que estas plataformas se utilicen para propiciar el diálogo y la comprensión mutua, en lugar de dividirnos y enfrentarnos?
¿Qué papel debe desempeñar el gobierno y las empresas tecnológicas y nosotros todos como sociedad, para regular el contenido online y combatir la difusión de discursos de odio y de aislamiento?
Es necesario involucrarse en este debate de las redes sociales, y ser más críticos con la información que consumimos en línea y que aprendamos a distinguir entre hechos y opiniones, entre noticias y desinformación.
Quizá está sea la última estocada letal de ese capitalismo agonizante. Sólo es capaz de sobrevivir dominando las mentes, en lo más profundo.