Desde el lugar en el que construimos el concepto de lo que significa hacer país para todas y todos, resulta indispensable entender el rol protagónico de las mujeres para hacer la revolución y, aunque ya hemos tocado este punto, en otras ocasiones estoy completamente segura de la pertinencia que tiene volver a tener esta conversación, hoy y las veces que sean.
La feminización de los liderazgos, es un ejercicio político de reconocimiento, pasa por entender los territorios como una certeza y ver como las mujeres hemos asumido pasar a la vanguardia de los acontecimientos políticos de los últimos años, por encima de la figura operativa, abanderando la cualidad estratégica y de construcción, avanzando sobre la realidad que impulsa el mensaje sexuado que sostiene que el mundo social está constituido por una fuerza predominantemente masculina, lo que incide en el destino de los nombres que encabezan en las estructuras de poder.
Hasta el siglo pasado, la participación de las mujeres en muchos procesos se realizaba como parte de comunidades, de pueblos o de grupos. No había una participación específica de las mujeres separadas –quiero subrayar el concepto, es una clave muy importante–, es decir, separadas de sus comunidades, de los hombres, con una cierta independencia. Es en el siglo XX que los liderazgos de las mujeres van emergiendo con un perfil y un papel propios en los grupos sociales,en los movimientos sociales.
Muchas veces, la participación de las mujeres ha formado parte de otras categorías sociales, incluso, no ha sido definida como categoría social de género, tal como lo hacemos ahora. La clave es que esa participación se ha ido transformando desde una participación social y política como parte de otros universos, a una participación política con una referencia de identidad propia prefigurada por las mismas mujeres.
Basta con recorrer las comunidades, reunirse con las militancias y es figurativamente notoria la predominancia de los liderazgos ejercidos por mujeres. Sin embargo, también son notorias las ausencias de las mujeres en los cargos decisores del poder y esto resulta porcentualmente innegable.
En tiempos de tener la mirada puesta en el futuro, con los pies bien plantados en el presente la invitación es a seguir sumando a las transformaciones que se requieren para capitalizar una revolución que nos nombre como sujetos políticos clave, estoy segura que el momento es ahora.
¡Seguimos venciendo, palabra de mujer!