En este momento del capitalismo, pautado por el poder omnímodo del mercado, los nuevos actores de poder como el capital financiero exhiben sus propias reglas para que los Estados las acaten y no el contrario
Por: Irene León
Ellos prefieren las sociedades escindidas por inflexibles prejuicios machistas y homofóbicos, estratificados en clases sociales, con inamovibles categorizaciones racistas y con todos los prejuicios imaginables posicionados como ideología. Por eso bregan por la desigualdad en todos los campos, en defensa de las jerarquías y las monarquías, dispuestos a todo para perennizar las exclusiones. Su valor superior es la acumulación privada de la riqueza, profusamente atesorada a través del saqueo y la jerarquización geopolítica. Nos referimos a la extrema derecha internacional y sus entornos, que se amplían día a día con camisetas varias. Con esas pautas y con la expectativa de aniquilar los proyectos de soberanía que se posicionan como alternativa disputando proyecciones de futuro en Latinoamérica y el Caribe, surgen un variopinto mundillo de derechistas radicales que desarrollan una abigarrada agenda para ampliar espacios y sostener su poder. Entre las muestras de esa irrupción figuran: el revés antidemocrático infligido a Brasil durante los años 2016-2022, y las embestidas contra el proceso de integración regional soberana, al unísono con el posicionamiento del Lawfare como instrumento para revertir los procesos de cambio e incluso institucionalizar la persecución contra todo lo que huela a crítica al capitalismo o desacato al patriarcado. Así, la arremetida de la derecha radical en la región no debe ser leída como un incidente esporádico, ni como la acción de un grupo o secta, sino como parte estructural del posicionamiento del proyecto capitalista de mercado total y como elemento consustancial para la consolidación de sus poderes supranacionales. Si a finales del S. XX salió a la luz la confluencia entre neoliberalismo y autoritarismo a fin de imponer las impopulares medidas privatizadoras, ahora se evidencia que la recomposición del capitalismo y el mantenimiento de sus polos de poder pueden darse con la imposición de un autoritarismo global que aniquile los proyectos del mundo multipolar, impida las propuestas de soberanía e incluso inhiba cualquier acción colectiva que no sea afín con la mentalidad empresarial instituida como ideología.
En este momento del capitalismo, pautado por el poder omnímodo del mercado, los nuevos actores de poder como el capital financiero exhiben sus propias reglas para que los Estados las acaten y no el contrario, mientras que las corporaciones transnacionales abogan por un mundo sin regulaciones ni institucionalidades ya que ambicionan una total liberación geográfica de los recursos e incluso de las personas, sobre todo de la clase trabajadora, ante la ola de despidos asociada a la inminente reorganización del trabajo y tecnificación de los servicios propiciada por la digitalización y la robotización de amplias áreas. No debe correr riesgos la aspiración de victoria del capital y su proyecto geoeconómico conocido como capitalismo digital, en abierta disputa con una perspectiva de horizonte colectivo que se asienta en la geopolítica y planea un mundo multipolar. En el contexto latinoamericano y caribeño donde esta querella es tangible, por la relevancia que tienen los proyectos socialistas y progresistas en curso, están en el escenario una multiplicidad de operativos para imponer el capitalismo, especialmente, a través del disciplinamiento y la represión en todas las escalas y en eso la extrema derecha, que ya tiñó de sangre la región en reiteradas ocasiones, tiene experiencia, relaciones y ambición. La arremetida neofascista que viene de la mano del capitalismo corporativo, busca colocar ese proyecto de sociedad como hegemónico y como única vía, sin ningún desliz. Para lograrlo tienen en su bandeja diversos operativos mediáticos y comunicacionales, desplegados a través del entramado de medios y de una multiplicidad de plataformas a su favor por la gestión propia de los algoritmos y datos.
Asimismo, es patente un significativo despliegue cultural, en un rango de expresiones que van desde la obra clásica hasta el tatuaje o el arte popular. La seducción para controlar el pensamiento y la creatividad están en el orden del día, entre otros por la utilización de conceptos clave para la convivencia humana confiscados para despojarlos de sus sentidos y formatear versiones propias que luego se colocan como verdades absolutas e inamovibles. Así sucede con los valores de la libertad o la democracia, ampliamente manipulados a fin de sustentar su pretensión totalitaria de proscribir el socialismo y hasta la socialdemocracia. El heterogéneo mundillo de la derecha radical latinoamericana se mueve mucho y con apoyos sustanciales. Son parte de su telaraña un importante grupo de fundaciones estadounidenses, europeas y de otras latitudes, también partidos políticos, especialmente, de extrema derecha y cuentan con incondicionales aliados corporativos. En los últimos meses, fueron al México de la gran transformación para pretender mostrar músculo con la Conferencia de Acción Política Conservadora; en otro momento, celebraron en Chile el lanzamiento del Grupo Libertad y Democracia; en Uruguay el Foro Latinoamericano por la Libertad y sesionó en Lima con el Foro de Madrid, una instancia neocolonial que sustenta la vigencia de la Iberosfera como unidad geoeconómica, basada en el concepto de Iberoamérica, una invención geopolítica del siglo XVI, cuya incursión fue repelida con el proceso de Independencia. Y hay más acciones, de gran magnitud: intentaron desestablilizar el gobierno de Lula con la destrucción de las instituciones del Estado; planificaron un intento de magnicidio contra Cristina Fernández, vicepresidenta de Argentina; asestaron un golpe y la suplantación del gobierno de Pedro Castillo en Perú; sin hablar de la permanente embestida contra Cuba, Venezuela y Nicaragua, con una cruzada anticomunista que se despliega en todos los campos.
En Latinoamérica y el Caribe el proyecto de futuro ofrece batallas, lo que va del siglo XXI alcanzó significativos horizontes de cambio en disputa con la mayoría de los países, generando, igualmente, trascendentes lineamientos de integración regional que dialogan por el fortalecimiento de un mundo multipolar, con aspiraciones antisistémicas, por un mundo más solidario, más vivo y activo que nunca.