Una operación anunciada por Erik Prince, fundador de la empresa militar privada Blackwater, quien había anticipado en un vídeo que para el 16 de septiembre habría «noticias importantes de Blackwater», y que Venezuela estaba a punto de «cambiar de rumbo”
«Hemos incautado más de 400 fusiles de diversos tipos que habrían sido utilizados para actos terroristas en el país y que provienen del ejército estadounidense«. Así, durante una rueda de prensa internacional, el ministro de Interior, Justicia y Paz de Venezuela, Diosdado Cabello, explicó a los periodistas el descubrimiento de una vasta red de mercenarios dispuestos a atacar las instituciones del país. Las armas -explicó- llegaron desarmadas a Venezuela, en contenedores con palabras inofensivas como «comida para perros», y luego fueron tomadas por grupos vinculados a la extrema derecha, que tuvieron la tarea de reensamblarlas.
Durante la operación fueron detenidos tres estadounidenses, dos españoles y un checo. Actores de una operación desestabilizadora a gran escala, organizada por la CIA con ayuda de mercenarios franceses y españoles, en beneficio de la extrema derecha venezolana. Una larga investigación de inteligencia está en pleno desarrollo, cuyas etapas Cabello explicó detalladamente.
Resulta que, los que mueven los hilos tienen nombres conocidos en la planificación golpista venezolana, como Iván Simonovis, Juan Pablo Guanipa, Julio Borges, quienes, a pesar de sus constantes desacuerdos internos, apoyan de esta manera los planes de María Corina Machado. Dos meses después de la violencia electoral desatada tras las elecciones presidenciales del 28 de julio, Machado había anunciado una repetición para el 28 de septiembre. Y esta operación frustrada habría sido su enfoque principal, teniendo como objetivo matar al presidente y a los líderes del gobierno bolivariano: para permitir que la extrema derecha llegue «hasta el final», según la consigna que Machado grita a los cuatro vientos.
“Se pusieron en contacto con mercenarios franceses y de Europa del Este para atacar nuestro país”, dijo Cabello, mostrando los perfiles de los arrestados. Entre ellos destaca un soldado de las fuerzas especiales estadounidenses, Wilbert Joseph Castañeda, empleado en diversas misiones en el extranjero, en Afganistán, Irak y Colombia.
El Pentágono confirmó la membresía de Castañeda en el ejército estadounidense, pero negó cualquier participación en la operación desestabilizadora. El Gobierno español también se consideró ajeno y rechazó «cualquier insinuación» sobre su implicación en esta operación, afirmando que apoya una solución «democrática y pacífica» a la situación en Venezuela.
Pero, mientras tanto, el jefe del Gobierno Pedro Sánchez ha acogido con los brazos abiertos al que considera un «héroe», el ex candidato de la Plataforma Unitaria de Machado, Edmundo González Urrutia; y por ello ha despertado las esperanzas de la derecha española que, con una resolución no vinculante aprobada en el parlamento, invitó a Sánchez a reconocer oficialmente al ex candidato «como presidente legítimo de Venezuela«.
Mientras tanto, los «defensores de los derechos humanos» se han desatado para presentar a los detenidos como angelitos y acusar al gobierno de «una nueva escalada en la represión». De su lado, tienen a los poderosos medios de comunicación liderados por la OTAN, que se dedican a desacreditar la gravedad y alcance de un plan desestabilizador, digno de los organizados por la CIA en el último siglo (siglo del plan Cóndor y los golpes de Estado, directos o por apoderados).
Una operación anunciada, por otra parte, por Erik Prince, fundador de la empresa militar privada Blackwater, tristemente conocida por los crímenes cometidos contra los iraquíes. Prince había anticipado en un vídeo que, para el 16 de septiembre, habría «noticias importantes de Blackwater», y que Venezuela estaba a punto de «cambiar de rumbo”.
Ya a finales de julio, el embajador Samuel Moncada había denunciado la carta en la que Prince le pedía al gobierno estadounidense que aumentara el precio puesto por Trump a la cabeza de Maduro.
Y en su programa Con el Mazo dando, Cabello había mostrado los antecedentes y financiamiento del proyecto de Prince «Ya casi Venezuela«, cuyo propósito -dijo- es «robar dinero a través de donaciones«.
La investigación del gobierno bolivariano también arrojó la participación de otro mercenario europeo, perteneciente al Comando Z que, desde prisión, junto a otros exponentes de gran criminalidad, controlaba el tráfico de armas descubierto.
“Preparémonos para luchar en todos los frentes -dijo Cabello-, para que el mundo sepa que Venezuela sigue sitiada por Estados Unidos, que su territorio es utilizado para el tráfico de armas en preparación de un golpe de Estado. El mundo debe saber que el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) de España está implicado hasta el cuello en esta operación«.
Luego, el ministro del Interior venezolano denunció que, entre los detenidos se encuentran los autores del lanzamiento de una granada contra la embajada argentina, en la que se habían refugiado algunos «terroristas de oposición»; para echarle la culpa al Gobierno bolivariano.
Sin embargo, lo que en todo el mundo habría sido noticia de primera plana, en este caso se oculta, o se minimiza y se cuestiona como un «supuesto plan«, organizado por «presuntos mercenarios«. Como ya se vio anteriormente, la táctica es no entrar en el fondo, para evitar que la evidencia de los hechos, mostrada con gran detalle por Cabello a la prensa internacional, demuestre lo contrario.
Para los medios de guerra, lo importante es no reconocer como interlocutores iguales a aquellos que no aceptan someterse a la «voz del amo» occidental, que se adapta a los gritos de Machado pronunciados en los mítines fascistas, pero no puede soportar la diplomacia de paz con justicia social, llevada a cabo por el socialismo bolivariano.
No hay que olvidar que, junto con Bolsonaro hijo y el jefe de la extrema derecha española, Santiago Abascal, Machado es signataria de la Carta de Madrid, documento fundacional de la internacional fascista, nacida para contrarrestar por cualquier medio la construcción de una alternativa al capitalismo para las clases populares. El hecho de que a una golpista con un currículo tan evidentemente de extrema derecha se la haga pasar por una defensora de la democracia y los «derechos humanos» por parte de las «democracias» europeas, muestra cuán insidioso es el enemigo al que nos enfrentamos hoy.
El «Congreso Mundial contra el Fascismo, el Nazismo y otras expresiones similares», que concluyó en Caracas, dejó esto claro, invitando a la unidad y a la construcción de una nueva internacional, que contrarreste el avance de la extrema derecha en todos los rincones del planeta. Y que también sepa desenmascarar la complicidad de esa “izquierda” imperialista que le está allanando el camino.