Su población, pese al bombardeo mediático tradicional, y el trabajo de estupidización en redes, ha empezado a despertar, a darse cuenta de lo mucho que la han engañado, que la han perjudicado
Lo venimos diciendo hace varias semanas, Estados Unidos vive una situación de guerra civil híbrida, una guerra civil de cuarta generación, y los protagonistas políticas, los operadores del sistema, parecen empeñados en azuzar más la situación.
¿Qué país en un lapso tan corto ve como uno de los principales candidatos presidenciales estuvo a punto de ser asesinado dos veces?
Si fuera en otro país ya se hablaría de Estado fallido, de democracia en peligro, de crisis institucional, de invalidar los comicios electorales.
Ya sabemos de sus problemas, donde existe una población con severos problemas de drogas, con una violencia desatada, con muchas armas circulando por las calles, por el incremento de las desigualdades sociales, con tensiones raciales, con crisis de confianza en la institucionalidad.
Pero, además, Estados Unidos vive una crisis en el relato, que siempre fue un bastión en su hegemonía y también para efectos de cohesión, o por lo menos control interno.
Mucho han mentido sus líderes, pero hoy han sido puestos en evidencia, su población, pese al bombardeo mediático tradicional, y el trabajo de estupidización en redes, ha empezado a despertar, a darse cuenta de lo mucho que la han engañado, que la han perjudicado.
Allí está el tema de cómo los lobbys sionistas influyen en las decisiones de sus parlamentarios, políticos, e incluso en la Casa Blanca. Según la narrativa pro norteamericana, ellos eran garantes de los derechos humanos, de la lucha por la justicia; hoy su población, repetimos, pese a la corporatocracia mediática global y el manejo de las redes, ve y repudia la masacre en Palestina y estos ataques al Líbano. El gobierno responde a sus ciudadanos con represión y amenazas. El relato no coincide con la realidad.
Ese despertar no es de un momento a otro, no. Se ha venido gestando. Un hecho simbólico fue la toma del Capitolio, pero eso tuvo como antecedente la negativa de Donald Trump a aceptar su derrota ante Joe Biden.
De hecho, hasta hoy, un sector importante de la población siente que al polémico ex presidente le robaron su victoria ante Joe Biden.
Eso dejó secuelas en ese país.
La agencia EFE publicó una encuesta realizada entre el 10 y el 18 de junio, según el resultado, el 14 % de los republicanos dice que “tomarían medidas para revocar” los resultados si pierde Donald Trump.
También, un sondeo de World Justice Project (WJP) afirma que casi la mitad de los republicanos dicen que no aceptarán los resultados de las elecciones presidenciales de noviembre próximo si su candidato pierde.
En el referido estudio de opinión se encontró que el 46 % de los republicanos no considerarían legítimos los resultados de las elecciones de 2024 si ganara el candidato presidencial del otro partido, Kamala Harris, mientras que poco más de una cuarta parte de los demócratas (27 %) opina lo mismo.
En la otra acera política, entre los demócratas encuestados, el 11 % sostienen que tomarían medidas para anular un hipotético resultado negativo de su candidato.
Otro detalle grave del estudio, solo un tercio de los republicanos (34 %) y dos tercios de los demócratas (67 %) creen que los funcionarios electorales son confiables.
El informe establece que menos de la mitad de los demócratas (47 %) confiarían en que la Corte Suprema determine de manera justa quién es el ganador de una elección disputada, en comparación con dos tercios de los republicanos (67 %)
La crisis institucional se hace más evidente. Según el aludido estudio, alrededor del 13 % de los estadounidenses dice que las personas no necesitan obedecer las leyes de un gobierno por el que no votaron.
Al respecto, Elizabeth Andersen, directora de WJP, dijo que
“la confianza en muchas instituciones estadounidenses, la rendición de cuentas del Gobierno y el Estado de derecho en general, es considerablemente menor que antes de las elecciones de 2020”.
Ahora, ese estudio no tomó en cuenta el efecto que tuvieron en la población norteamericana los atentados contra Trump.
Es innegable que eso ha tensado más el ambiente político, sobre todo por las circunstancias en que se produjeron, los personajes involucrados.
Veamos sobre todo lo del último intento de asesinarlo. La versión oficial habla de su protagonista, identificado como Ryan Wesley Routh, a quien detuvieron el domingo 15 de septiembre.
El sujeto en cuestión es un obsesionado con el tema de Ucrania. De hecho, reclutaba mercenarios para Kiev y pidió un ataque nuclear contra Moscú.
El hombre, de 58 años de edad, ha viajado a Ucrania en varias oportunidades, ha visitado el Congreso norteamericano en reiteradas ocasiones para recabar apoyos contra Rusia, ha sido activo propagandista de neonazismo.
Ryan Wesley Routh aparece en un video de propaganda de los nazis ucranianos de Azov.
Al momento de su captura se le encontró un rifle AK-47, una cámara GoPro y dos mochilas en las inmediaciones donde se escondía.
Ahora, a diferencia del atentado contra Trump, del pasado 13 de julio, durante un mitin en Pensilvania, donde el atacante Thomas Matthew Crooks, de 20 años de edad, fue eliminado de inmediato, a Wesley lo trataron con “más consideración”.
Claro, los ojos se enfocaron nuevamente sobre el Servicio Secreto. Este, sus jefes, han reconocido que no revisaron el perímetro del club de golf de Donald Trump en West Palm Beach (Florida, EE.UU.), cuando se frustró el intento de asesinato.
«La decisión plantea más preguntas sobre si el Servicio Secreto tiene los recursos y la capacidad para desempeñar adecuadamente sus funciones durante un momento de creciente violencia y una campaña única entre una vicepresidenta en funciones y un expresidente», publicó The New York Times.
Según trascendió, Ryan Wesley Routh pasó casi 12 horas cerca del campo de golf antes de encontrar la oportunidad de apuntar hacia Trump.
«Me preocupan mucho los informes de que el sospechoso supuestamente estuvo entre los arbustos durante 11 horas. El Servicio Secreto tiene protocolos que, de haberse puesto en práctica, deberían haber descubierto a este sospechoso antes del incidente», dijo Beth Celestini, que trabajó en la seguridad de Barack Obama.
En una aparición pública, a pocas horas del incidente, Ronald L. Rowe Jr., director interino del Servicio Secreto, indicó que en la agenda oficial de Donald Trump no señalaba que el político iba a presentarse en el club ese día. «El presidente ni siquiera debía ir allí».
Curiosa respuesta, por cierto.
Aquí podemos ver otros elementos. Por lo menos, se me ocurre que el trato diferenciado al atacante de Florida, respecto al de Pensilvania, podría estar centrado en el personaje.
Ryan Wesley Routh, quien además tiene antecedentes de arresto por diversos crímenes, es un personaje funcional al establishment. Un establishment que se siente cómodo con la guerra en Ucrania contra Rusia, que sus empresas ganan dinero con ese enfrentamiento, que están dispuestos a estirarlo hasta que muera el último ucraniano.
Dentro de ese establishment hay quienes están tensando la cuerda hasta niveles dramáticos con sus provocaciones a Rusia, confiando en la templanza de Vladimir Putin, confiando en que el líder ruso siga actuando con responsabilidad y no responda con un ataque nuclear táctico, controlado, que pudiera desatar el Armagedón que ningún ser humano sensato quiere.
Trump ha dicho que tiene una propuesta para acabar con esa guerra, a muchos no les gusta. Por eso, las sospechas que el frustrado ataque tuviera complicidad de los cuerpos de seguridad, o por lo menos de elementos al interior de ellos, no son tan descabelladas.
Trump piensa que si Rusia quiere que esta guerra termine, Ucrania quiere que esta guerra termine, Europa quiere que esta guerra termine, porque está sacudiendo los precios de la energía, hay que trabajar en ello.
Su candidato a vicepresidente, J D Vance, asevera que Trump abogaría por la creación de una zona desmilitarizada a lo largo de la actual línea de demarcación entre Rusia y Ucrania, presionaría una negativa de Kiev para que desista de unirse a la OTAN y propugnaría la reconstrucción de Ucrania, pero financiada por países europeos.
«Así, Ucrania conserva su soberanía independiente y Rusia recibe una garantía de neutralidad por parte de Ucrania, que no se uniría a la OTAN ni a otras instituciones aliadas», dijo Vance ante la prensa norteamericana.
El candidato a la vicepresidencia insiste en que «los alemanes y otros países deberían financiar parte de la reconstrucción de Ucrania».
En otro momento de sus declaraciones, Vance afirmó que Trump «será capaz de llegar a un acuerdo muy rápido, porque todos están buscando una forma de ponerle fin al conflicto, excepto la Administración Biden-Harris”.
«Joe Biden está dormido al volante, Kamala Harris no sabe qué demonios está haciendo, por lo que su política es arrojar dinero a este problema, esperar que los ucranianos sean capaces de lograr una victoria militar, que incluso los ucranianos están diciendo: ‘no podemos alcanzar’. La política de Donald Trump es que hay que ser fuerte pero también inteligente», dijo.
Esta guerra de la OTAN contra Rusia, que el Occidente Colectivo sabe perdida, se está prolongando demasiado. El esperado desgaste económico de Rusia no se ha producido, por el contrario, se ha visto beneficiada, las mismas cifras de organismos multilaterales lo dicen.
Las armas rusas ganan prestigio en detrimento de las estadounidenses y de la Unión Europea.
Pero, además, ha logrado que más países se solidaricen, estrechen relaciones, con quienes adversan a Washington y Bruselas.
Se han estrechado lazos entre China y Rusia. India y Rusia. Irán y Rusia. Corea del Norte y Rusia. Ha crecido el número de países que pretenden sumarse a los BRICS.
Aquí los perdedores son los europeos occidentales, que están pagando más cara la energía, que ven como su economía decae. Que ven como en su locomotora industrial, Alemania, empresas icónicas van colapsando.
El nivel de vida de los europeos decae indeteniblemente, Washington los llevó a una emboscada y ellos, sus líderes políticos, cayeron como mansos corderitos. Aunque es posible que no sea así, que lo hayan hecho adrede para beneficio propio.
En ese contexto, en esta realidad, Trump es incómodo. No es que el sea revolucionario o amante de las causas justas. El es empresario, por cierto, con muchas acusaciones de malos manejos y triquiñuelas, pero es pragmático. No le ve la ganancia al tema de Ucrania, sobre todo porque al no ser parte del establishment no tiene las relaciones que otros tienen con el complejo industrial militar. Eso no quiere decir que más adelante no pueda tenerlas.
Pero eso es lo que hay ahora.
De fondo hay una ciudadanía que está descontenta, que hace años ve imposible concretar el “sueño americano”. Una sociedad que a medida que se acerca noviembre se tensiona más.
Un país que se ve acéfalo políticamente, porque hay ausencia de presidente. Un país que se mueve por inercia, por el envión del llamado Estado profundo. Ese Estado profundo, con intereses propios, provoca a Rusia, a China también, y se aprovecha de la ausencia de un liderazgo político en la Casa Blanca para accionar sin cortapisas.
Las encuestas indican que en las últimas semanas se da un empate técnico entre Harris y Trump, aunque hasta hace unas semanas el apoyo al ex presidente era muy amplio, y se supone que el atentado contra su vida potenció su candidatura. Pero bueno, en todas partes se cuecen habas, como dirían nuestros viejos.
Aunque esto es relativo. Es relativo porque en Estados Unidos las elecciones no las gana el que logra mayores votos. Esa es una elección de segundo o tercer grado. Al final es un grupo de “notables”, los integrantes de los llamados caucus, quienes deciden quien es el ganador; o como en el 2000, en la contiende Bush – Al Gore, la Corte Suprema diga quien ganó.
Claro, hoy, después de 24 años, con una población que no confía en sus instituciones; que incrementó el consumo de drogas y la tenencia de armas; que manifiesta su deseo de desconocer los resultados si no concuerda con sus simpatías; que observa una clase política mediocre, no sería tan fácil manipular los resultados.
Quizá sería el detonante de un enfrentamiento sin precedentes y con repercusiones en el mundo.