Por: Alfredo Clemente
Hace unos días oí la noticia de que Venezuela se montó en la tecnología de quinta generación de internet (5G). La noticia removió viejos y duros escombros de mis recuerdos y consciencia, de ellas surgió la película El puente sobre el río Kwai (1957).
En la película, los japoneses (II Guerra Mundial, en el frente del Pacífico) necesitan construir un puente sobre el río Kwai que diera continuidad a la vía del ferrocarril, vital para ganar la guerra, y obligan a los prisioneros a construirlo bajo el mando de un coronel británico.
El coronel ve en la construcción del puente una oportunidad para demostrar la superioridad como nación, la supremacía racial, cognitiva y una forma de mantener el espíritu de cuerpo de los prisioneros. El coronel perdió la perspectiva del rol estratégico de la logística en la guerra. La construcción del puente potenciaría la expansión territorial, aumentaría la cantidad de armas, provisiones y tropas del enemigo. El coronel de facto se convirtió en un colaboracionista.
Ese puente (5G) que intentamos construir en Venezuela, como en toda revolución, tenemos que verlo desde diferentes perspectivas: sus pros y contras, no dejarnos llevar por la corriente. La revolución no significa estar a la moda, jamás debemos olvidar que internet es una tecnología de origen militar y control imperialista.
En el Líbano y Siria vimos explotar simultáneamente dispositivos electrónicos (bíperes, walkie-talkies) la guerra entró en una dimensión tecnológica, psíquica, distópica que no lograron las bombas atómicas.
Conjetura: es posible que con el 5G, el Internet de las Cosas (IDC) y todos los dispositivos conocidos (neveras, televisores, teléfonos, automóviles, fábricas, equipos médicos, etc.) interconectados y sembrados de chips, sensores y softwares, los fabricantes con o sin intención hayan dejado virus y malwares, puertas traseras, convirtiéndolos en armas. Un cambio radical de la guerra (cyberterrovigilancia)
Los ataques contra el CNE, al sistema eléctrico nacional y “la colonización tecnológica montada sobre internet” son experiencias y secuelas que deberían llevarnos a pensar que con el internet que tenemos debemos innovar, “desarrollar los servicios y la infraestructura inherente a ellos”. Invitamos desde la independencia y la soberanía a aportar ideas y soluciones. Una revolución no tiene complejos.