En Roma
En la Franja de Gaza, donde la ayuda prácticamente ya no puede pasar, acecha la hambruna. Todo ha sido destruido
La cumbre de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) se inauguró en Roma, en medio del conflicto que se extiende a Oriente Medio y que obliga a afrontar la relación entre explotación capitalista, guerras imperialistas y seguridad alimentaria. Un año después del genocidio iniciado por el régimen sionista, y que no da señales de amainar, las cifras procedentes de Palestina y publicadas por la FAO indican la inconsistencia de la intervención «humanitaria» sin una acción política contra la opresión colonial.
En la Franja de Gaza, donde la ayuda prácticamente ya no puede pasar, acecha la hambruna. Todo ha sido destruido. Las imágenes de satélite indican que las huellas de vehículos pesados, las demoliciones, los bombardeos y otras devastaciones, también han afectado gravemente a la infraestructura agrícola de Gaza, con un total de 1.188 pozos agrícolas (52,5%) y 577,9 hectáreas de invernaderos (44,3%) dañados. Al 1° de septiembre de 2024 -afirma la FAO-, el 67,6% de las tierras cultivables de Gaza, o 10.183 hectáreas, han resultado dañadas. Casi el 95% del ganado (alrededor de 15.000) ha muerto y casi todos los terneros fueron sacrificados. Los agricultores, pescadores y pastores de Gaza están arriesgando sus vidas para continuar con la producción de alimentos. Sin embargo, esto se está volviendo aún más difícil debido a los importantes daños a la infraestructura.
Un marco en el que, para ser eficaz, incluso la propuesta de una alianza global para luchar contra la pobreza y el hambre en el mundo, lanzada en el G20 por el presidente brasileño Lula da Silva (Brasil ostenta la presidencia rotatoria del organismo), requeriría una intervención estructural: para eliminar las causas que llevan a una de cada 11 personas a sufrir hambre, según la FAO.
A seis años de 2030, fecha límite fijada por la FAO para la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2 (ODS2), la perspectiva de erradicar el hambre y la malnutrición a nivel global aún es lejana. En cuanto a América Latina y el Caribe, el informe Sofi 2024 señala que, a partir de 2021, ambos indicadores han disminuido. El nivel de hambre ha bajado de 6,9% en 2021 a 6,2% en 2023, lo que significa que 4,3 millones de personas ya no la padecen. Sin embargo, persisten disparidades subregionales significativas: Sudamérica registra un 5,2% de su población afectada, Mesoamérica un 5,8%, y el Caribe un 17,2%, con un total de 41 millones de personas que aún sufren hambre en la región.
Según el informe, la recuperación económica post-Covid-19, junto con el comercio y los sistemas de protección social, ha sido vital en la lucha contra el hambre y la malnutrición. Sin embargo, estos avances no han sido suficientes; los niveles de hambre permanecen superiores a los previos a la pandemia, con desigualdades evidentes entre subregiones.
En este sentido, emerge la distancia entre aquellos países que, como Cuba, Nicaragua y Venezuela, a pesar de décadas de ataques y bloqueos a las necesidades primarias de las clases populares, han seguido poniendo en el centro la construcción de una sociedad de paz con justicia social; y los que han decidido usar la «motosierra» contra los derechos básicos, aplicando planes de ajuste estructural impuestos por las grandes instituciones internacionales.
En Nicaragua, la agricultura familiar representa un sector muy importante que sostiene la economía del país y genera un impacto directo en su seguridad alimentaria. Con el gobierno sandinista, Nicaragua es hoy un ejemplo de seguridad alimentaria y nutricional para la región por buenas prácticas en el manejo de semillas e insumos biológicos; impulsadas también en el marco del programa Fao “Mesoamérica sin Hambre”.
Nicaragua, como Cuba, participa en el programa FAO Mano de la Mano, presente en 15 países de la región con el propósito de impulsar la actividad rural, “con énfasis en la inversión más eficiente, inclusiva, resiliente y sostenible”. La delegación de Venezuela, coordinada por la jefa de la misión diplomática, la embajadora Marilyn De Luca, mostrará los pasos de un renacimiento económico -el más alto de la región- que es milagroso, considerando el impacto que han tenido las medidas coercitivas unilaterales impuestas por Estados Unidos. Desde 2014, han provocado que los ingresos del país, que tiene las mayores reservas de petróleo del mundo, caigan a mínimos históricos.
Con Chávez vivo, Venezuela había alcanzado las metas del milenio en la mitad de tiempo, y por eso la FAO le dio al Premio de la Alimentación el nombre de Hugo Chávez. Pero esto, para el imperialismo, significó, evidentemente, una bofetada insoportable por parte de la revolución bolivariana, que había decidido destinar gran parte de los ingresos a planes sociales. Y, sin embargo, hoy Venezuela -que dependía de importaciones de sus productos alimenticios entre el 80% y el 85% -, logra producir el 94% de lo que consume.
Y esto es gracias a que cientos de pequeños productores y agricultores se han dedicado a producir para el consumo interno del país. Y, como dijo el presidente Maduro, por primera vez en 100 años, el extraordinario crecimiento industrial y productivo del que es testigo la Cepal, proviene de la economía real no petrolera, «es un crecimiento de la economía que produce alimentos, bienes, servicios, riqueza y quién paga impuestos«.
Un éxito que, a diferencia de lo que ocurre en los países capitalistas de Europa, donde las clases populares no tienen un poder real de decisión, se debe a una democracia participativa y protagónica; que se expresa en forma asamblearia y que invita a la movilización y a la asunción de responsabilidades en diversos espacios y formas de encuentro, como el de los congresos nacionales e internacionales, que se han realizado y se realizarán próximamente en torno a la propuesta de una nueva Internacional Antifascista.
Una propuesta que, como está en el espíritu de la revolución bolivariana, no levanta vallas ni «primogenituras». Por lo contrario, pretende unir, multiplicar y difundir los contenidos de las luchas territoriales y los de la batalla de ideas necesaria, articulándolos en una perspectiva común.