Prieto es uno de los continuadores del Estado docente, creado por Simón Rodríguez en 1840 cuando exige: «Asuma el Gobierno las funciones de padre común en la educación»
El presidente Nicolás Maduro Moros anunció, el jueves 9 de enero de 2025, que los restos del maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa estarían en el Panteón Nacional el Día Nacional del Maestro, es decir el 15 de enero. Uno de los pedagogos de Nuestra América más importantes del siglo XX es el robinsoniano Luis Beltrán Prieto Figueroa para quien la educación debía responder al interés de la mayoría y en tal sentido habría de ser democrática, laica, gratuita y obligatoria; combinando la igualdad de oportunidades y la selección sobre la base de las capacidades del individuo. Tuve la oportunidad de conocerle en 1992 en la Plaza Bolívar. Nunca olvidaré su frase «adeco es adeco hasta que piensa».
Día del Maestro
Cada 15 de enero se celebra en Venezuela el Día del Maestro, decretado por el presidente Isaías Medina Angarita en 1945 en homenaje a la lucha por las reivindicaciones que, en 1932, gestaron los obreros de la ciencia y la virtud con Prieto en la vanguardia; contra la dictadura de Juan Vicente Gómez. Aquel día se fundó la Sociedad Venezolana de Maestros de Instrucción Primaria, que cuatro años más tarde se convertiría en la Federación Venezolana de Maestros, en la sede del antiguo Colegio Vargas, ubicado entonces en la esquina de Cují. Prieto es uno de los continuadores del Estado docente, creado por Simón Rodríguez en 1840 cuando exige: «Asuma el Gobierno las funciones de padre común en la educación».
Profesor, catedrático y maestro
El poeta, maestro y político margariteño, Luis Beltrán Prieto Figueroa, nació en La Asunción el 14 de marzo de 1902. Siempre que hablamos de él le llamamos maestro Prieto, no profesor Prieto ni catedrático Prieto, aunque él reunía los tres dones. Simón Rodríguez distingue entre profesor, catedrático y maestro: “Profesor, es el que hace ver, por su dedicación, que se aplica exclusivamente a estudiar un arte o ciencia. Catedrático, es el que comunica lo que sabe o profesa, sentado en alto. Maestro es el que enseña a aprender y ayuda a comprender”, en este sentido, para Rodríguez, “el título de Maestro no debe darse sino al que sabe enseñar, esto es, al que enseña a aprender, no al que manda aprender, o indica lo que se ha de aprender, ni al que aconseja que se aprenda”. Para Simón Rodríguez, se puede ser profesor o catedrático, pero no maestro porque “maestro es el dueño de los principios de una ciencia, o de un arte, y que, transmitiendo sus conocimientos, sabe hacerse entender y comprender con gusto; y es el maestro por excelencia, si aclara los conceptos y ayuda a estudiar, si enseña a aprender facilitando el trabajo, y si tiene el don de inspirar a uno, y excitar en otros el deseo de saber”.
Universidad antiimperialista
El maestro Prieto, sostenía que el deber ineludible de toda universidad es ser antiimperialista con el compromiso de crear por todos los medios una atmósfera intelectual y moral de libertad, de respeto a las ideas ajenas y del saber por el saber, en que la autoridad sólo se establezca en las personas que en ella hacen vida por su apego a la verdad, por su pasión científica y por su dedicación sin reservas a la cultura y a la nación.
Revolución política y económica
Simón Rodríguez en 1832, en Observaciones sobre el terreno de Vincocaya, nos dice: «una revolución política pide una revolución económica». En este sentido, el maestro Prieto en 1947, en El Estado docente nos conmina: «Hay que luchar por el establecimiento de un régimen de igualdad, donde el poder económico esté en las manos del pueblo mediante el control de las industrias básicas y las palancas del poder económico del crédito, representado en los bancos, donde la tierra laborada por los campesinos, organizados en grandes cooperativas produzca para todos y no para beneficio de una casta. Una estructura económica así organizada devolvería a la democracia su prístina esencia de régimen de la mayoría organizada de los que generan la riqueza. En ella el pueblo liberado de la coyunda oligárquica puede organizar las escuelas para formar ciudadanos y no ‘lacayos sumisos’ ni ‘trabajadores’ para producir a las órdenes de un amo».
Estados Unidos no quiere al negro
Rómulo Betancourt es uno de los personajes venezolanos que gradualmente se van desdibujando del imaginario colectivo en la medida en que se interpreta su pensamiento más allá de frases emblemáticas como: «adeco es adeco hasta que se muere», «disparen primero y averigüen después», o «Neruda es un poeta en decadencia». Su posición ética y convicción ideológica se encuentra en su propio discurso. Este político guatireño es protagonista en un hecho transcendental en la historia contemporánea de Venezuela: la candidatura del maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa en 1967. El imperialismo estadounidense aprueba la candidatura por el partido Acción Democrática de Gonzalo Barrios y saca del juego electoral al pedagogo margariteño tal y como queda evidenciado en esta cita de Betancourt a finales de 1967: «pero es que Prieto se ha vuelto loco; ¿es que acaso él podría gobernar sin el consentimiento de Washington? Prieto también vive contaminado por la fiebrecita de ese hipócrita izquierdismo, producto no de principios sino de un resentimiento secular, que sudan pero que nunca pasan, quienes se han amamantado en las ubérrimas ubres de la ambición grupal. Él no entiende acaso que quienes determinan el poder no lo quieren para nada: la iglesia lo odia, en las Fuerzas Armadas no lo tragan, en los medios de comunicación lo muestran horriblemente feo, sin ninguna gracia personal, los empresarios lo harían papilla a las primeras de cambio creándole desabastecimiento y una espantosa especulación» y culmina preguntándose: «qué se ha creído, que los americanos lo dejarían gobernar; es que ya me lo han dicho: al negro no lo queremos».
En una entrevista publicada en El Universal el 27 de septiembre de 1968 el Maestro Prieto diría «Creo que nunca he sido adeco, si por ello se entiende un hombre que usa el poder para perseguir a la colectividad para su propio beneficio. No soy adeco, si por ello se entiende al político que emplea la fuerza para destruir a sus enemigos. Es la negación de lo que yo he sido y soy».
Inces
El maestro Prieto transformó la vieja Escuela de Artes y Oficios para Hombres en Escuela Técnica Industrial el 10 de julio de 1947 y cofundó el Instituto Nacional de Cooperación Educativa (INCE) en 1959, como parte de los «establecimientos organizados con la colaboración de los empresarios para el entrenamiento en servicio de obreros y empleados y para la capacitación técnica de los aprendices», como bien explica Aristóbulo Istúriz en la presentación de El Estado docente en el año 2006 en la edición de la Biblioteca Ayacucho. Istúriz nos habla de la ley que concibe al INCE y enfatiza “el aporte de los empresarios como una obligación que emerge de las relaciones de la empresa con sus trabajadores y de la situación en que éstos se encuentran colocados”. Para el exministro de educación y exvicepresidente de la república, «El INCE se ocupa de la alfabetización de los obreros y campesinos analfabetas y de su posterior inclusión en programas de entrenamiento a fin de disponer de mano de obra mejor y con ello de mayor y mejor producción».
Para Wuikelman Ángel, actual presidente del Instituto Nacional de Capacitación y Educación Socialista (Inces), “promover la importancia de la formación técnica en el país es prioridad y en la educación media se debe incorporar formación del hacer técnico para que el estudiante vaya al nivel universitario con una base”. Para este continuador de la obra de Prieto Figueroa, “esa formación debe ser dual, debe hacerse en el campo práctico”.
Palabra de luz
Prieto fue maestro de primaria desde 1920; de secundaria desde 1932; y universitaria desde 1936 y su actividad la complementó siempre con una intensa labor intelectual difundida en periódicos, revistas y libros. El Maestro Prieto abordó una realidad que le era angustiante, y le retaba a su propio quehacer y concepción ética. La palabra del maestro es luz.
En Caracas, el 23 de abril de 1993, Prieto Figueroa partió a la eternidad. Estamos seguros de que el Panteón Nacional se engalanará con tan sabio huésped porque, como le cantó Alí Primera, “su enorme figura siempre se ha levantado en defensa de la ternura, de la alegría que deben tener en el alma todos los hombres que luchan por la vida, por la redención de toda la humanidad”.