El chavismo mostró su esencia temprano
Primero fue enero que febrero
Tradicionalmente, la rebeldía chavista ha alcanzado sus grandes momentos en febrero, comenzando, desde luego con el histórico 4-F, que nos tiene hoy por estos rumbos.
En febrero (día 02) fue también el ascenso al poder por vez primera del comandante Hugo Chávez; en febrero (el 27) comenzó El Sacudón, considerada una de las fechas génesis del despertar del pueblo; el 23 de febrero de 2019 ocurrió la Batalla de los puentes, episodio de resistencia cívico-militar ante uno de los ataques más arteros del poder imperial y sus lacayos latinoamericanos contra la soberanía de Venezuela.
No queda duda de que los febreros son importantes en nuestra historia reciente. Pero este año, 2025, el chavismo no podía ni quería esperar a la llegada del segundo mes para mostrar su esencia, de modo que tuvimos un enero rebelde. Parafraseando el adagio “primero fue sábado que domingo”, puede decirse que, políticamente hablando, este año “primero fue enero que febrero”.
El año comienza temprano con la elección de la junta directiva de la Asamblea Nacional, que entra así en su última legislatura anual. Cumpliendo todas las normas constitucionales, legales y reglamentarias, y con gran afluencia de pueblo en los alrededores del Palacio Federal Legislativo, se demostró que el movimiento revolucionario se encontraba activo y en plena forma para los desafíos que se avecinen.
9-E y 10-E: firmeza e institucionalidad
Vino entonces la gran prueba: llevar a cabo, según los lineamientos de la Carta Magna, la juramentación del presidente reelecto de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro Moros, el día 10 de enero, en la sede del Parlamento.
Previamente fue necesario desmontar la narrativa de cierta facción opositora, según la cual esa toma de posesión sería impedida por masas de pueblo en las calles, por un levantamiento militar, por una invasión extranjera o por todas inclusive. Esto, de acuerdo con la maquinaria mediática global y las redes sociales controladas por los algoritmos imperiales, ocurriría el 9-E. Pero nada de eso aconteció.
Lo que sí pasó fue que, contundentemente, hubo masas de pueblo en las calles; pero en marchas al mejor estilo chavista, con alegría y paz. En cambio, las movilizaciones de la ultraderecha dejaron frustrados a sus líderes, a los capataces del norte y a los medios, periodistas e influenciadores que habían alimentado la matriz de opinión durante meses.
Con el protocolo de rigor, en el Salón Elíptico, uno de los altares de la Patria, con presencia de todos los poderes públicos y de invitados nacionales e internacionales, el presidente Maduro juró para su nuevo mandato.
20-E: sin miedo, con diplomacia de paz
Luego de ese rotundo fracaso, la oposición extremista optó por apostar todo su mermado caudal político a la juramentación de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, el 20 de enero. Se montaron de nuevo en las febriles lucubraciones sobre un inminente zarpazo gringo contra Maduro. Y, claro, enviaron a Washington al excandidato Edmundo González Urrutia, traficando con el cuento de que sería invitado especial a la ceremonia.
Nada de eso ocurrió tampoco. El señor González Urrutia se limitó a pasear por la capital estadounidense y apenas si vio la transmisión de mando, por televisión, desde el despacho del muy antivenezolano senador Rick Scott, el mismo que ha pedido bloqueo, sanciones e invasiones contra el país.
En cambio, fue evidente que Trump, al menos en esta etapa, está en modo de diálogo con el gobierno constitucional reelecto de Venezuela, al punto de que su enviado para misiones especiales, Richard Allen Grenell, ha tenido ya contactos de alto nivel con funcionarios del gobierno nacional.
Se trata, al parecer, de un giro en la visión de Trump sobre Venezuela, pues debemos recordar que durante su mandato anterior (2017-2021) se llevó a cabo la política de máxima presión, que incluyó el bloqueo criminal y la mayor parte de las medidas coercitivas unilaterales que causaron tremendos daños a la economía nacional y, por consiguiente, al pueblo todo, incluyendo a los antichavistas de todas las tendencias. Ese viraje ha molestado y decepcionado mucho a quienes habían previsto la reanudación inmediata de esa estrategia, a la que ven como la única forma de alcanzar su meta de derrocar a la Revolución Bolivariana.
Muchas señales indican que se impondrá la diplomacia bolivariana de paz, la calma y la cordura y los nervios de acero.
Y, para cerrar, un plan electoral definido
Enero se fue con otro elemento muy adelantado para los siguientes meses: avances en el cronograma electoral de un año que se perfila como récord en consultas al pueblo.
El Consejo Nacional Electoral y la Asamblea Nacional convocaron a todas las fuerzas políticas que se desenvuelven en la esfera del respeto a la constitución para empezar a definir las fechas de las diferentes elecciones pautadas.
Un primer resultado concreto fue la fijación del día 27 de abril para los comicios en los que se elegirá a los diputados y diputadas a la AN, los gobernadores y gobernadoras, y los miembros de los Consejos Legislativos (Parlamentos regionales).
Es un logro enorme de estas intensas primeras semanas, marcando el rumbo electoral y pacífico que debe tener el ejercicio de la política, después de tantos sobresaltos e intentos fallidos por parte del sector pirómano de la oposición y sus jefes imperiales.