No se ocupa este texto del miedo que mantiene en vilo a los millones de inmigrantes que aún tratan de ganarse el pan de cada día en Estados Unidos, y que con el arribo de Donald Trump a la Casa Blanca padecen la profundización de la xenofobia, la persecución, la exclusión y las expulsiones masivas. Es decir, sufren la pesadilla; la verdadera cara del sueño americano.
La columna de hoy fija la mirada hacia otro blanco, que también es presa del terror. Un sector más exclusivo. Se fija la atención en los subordinados de siempre. Esos que, a partir de la orden ejecutiva de Barack Obama y más envalentonados durante el extraño mandato de Joe Biden (o de no se sabe quién, pues no hay elementos que contradigan la hipótesis de que este no estaba en sus cabales), amenazaron, sancionaron y se plegaron a todas y cada una de las medidas coercitivas unilaterales impuestas desde Washington; casa matriz con filiales en Bruselas (Unión Europea), Londres (Reino Unido) y en esa misma ciudad (Organización de Estados Americanos).
Volodímir Zelesnky, quien llegó a afirmar que en Venezuela había mercenarios rusos reprimiendo al pueblo, se ha convertido en la más reciente y notoria víctima del presidente estadounidense, quien por años practicó el despido de personal en vivo y directo en su programa televisivo “El Aprendiz” (The Apprentice). La Unión Europea también ha recibido lo suyo de parte del magnate copetudo. El grupo del viejo continente luce desconcertado ante las amenazas de guerra comercial, futuro incierto de la Organización del Atlántico Norte y acercamiento diplomático entre Estados Unidos y la Federación de Rusia.
Y en el banquillo, esperando su turno, están el vesánico presidente de Argentina, Javier Milei, y el secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio. El primero tiene herida el ala luego de su participación en la estafa de la criptomoneda $Libra, jugada que afectó a inversionistas estadounidenses y en la que quienes gozaban de información privilegiada se birlaron más de 250 millones de dólares. Y el segundo porque quien manda de verdad en materia de política exterior es Trump y no Rubio. Este enemigo jurado de Venezuela ha quedado para ser, sin más, un deleznable llevaitrae del excéntrico multimillonario convicto.