La forma de conducir la política interna y externa de Trump, ha traído a la mente de los analistas y gente de medios la llamada “teoría del loco», aquella que aplicara Richard Nixon
Si hay algo que identifica a los primeros días de Donald Trump en la Casa Blanca es su imprevisibilidad.
Se sabía que el actual mandatario norteamericano era locuaz, con pocos modales, muy arrogante, prepotente, que le gusta ser el centro de atención. Eso lo sabíamos.
Sabíamos también, que la coherencia política no es una de sus características. Ya lo había mostrado en su anterior periodo presidencial.
Pero esta vez parece que se excede.
Si, muchos dirán, es su forma de negociar, lo dijimos en un material anterior. Es la presión multidimensional como forma de negociación.
Juega a atemorizar a sus contrarios, y no tan contrarios, a intentar que lleguen disminuidos al momento de negociar. Juega a desequilibrar emocionalmente.
En ese interín, tiene acciones amables y de amenazas. Para hacer ese juego se rodea de personas que pueden secundarlo apropiadamente.
Esa forma de manejarse, de conducir la política interna y externa de Trump, trajo a la mente de los analistas y gente de medios la llamada “teoría del loco», aquella que aplicara el luego defenestrado Richard Nixon. ¿En qué consistió esa teoría?
Se conoció cuando se hizo filtrar un mensaje que decía: «No podemos contenerlo cuando está enojado, y tiene la mano en el botón nuclear».
El mensaje tenía como destino Vietnam del Norte, con el fin de hacerle creer a su enemigo que estaba completamente loco y que sería capaz de hacer cualquier cosa si no se rendían, recuerda el portal de la BBC.
Donald Trump, que muy original no es, pero sí más ruidoso que otros, señaló ante el consejo editorial del Wall Street Journal, respecto a China y una posible agresión a Taiwán: que «Xi Jinping no tendría que hacerlo porque él me respeta y sabe que estoy completamente loco… Le diría: si va a Taiwán, lamento hacerlo, pero le cobraré un impuesto, un arancel de 150 % a 200 %«.
El portal eleconomista.es también recuerda la “teoría del loco” y dice: “Donald Trump parece haber resucitado esta teoría, pero aplicada a los mercados: Wall Street lleva semanas temblando, sin saber a qué atenerse con el presidente, y la preocupación no deja de crecer cada vez que Trump abre la boca para amenazar con cada vez más aranceles a más gente, cambiando fechas y tipos sin orden ni concierto”.
En un trabajo sobre el tema, eleconomista.es recalca que “la principal arma que todo el mundo teme que pueda usar son los aranceles. Y el caos no ha dejado de crecer. A principios de mes, Trump amenazó con imponer aranceles del 25 % a México y Canadá, una decisión que golpearía gravísimamente a las economías de los tres países y destrozaría la industria del automóvil en EE.UU., además de disparar el precio de la gasolina para los consumidores estadounidenses. Aquellos aranceles iban a entrar en vigor el pasado 4 de febrero, pero en el último día, ya en el tiempo de descuento, Trump se inventó una excusa para aplazarlos un mes”.
En su primer periodo presidencial Trump impuso aranceles del 25 % a las importaciones de acero y del 10% a las importaciones de aluminio de Canadá, México y la Unión Europea.
Recuerda la BBC que “más tarde Estados Unidos llegó a un acuerdo con Canadá y México para poner fin a esos aranceles, aunque los impuestos a las importaciones de la Unión Europea se mantuvieron vigentes hasta 2021”.
También dejó exentos de aranceles sobre acero y aluminio a Argentina y Brasil, con ambos acordó un mecanismo de cuotas.
Trump, siguiendo con la «Teoría del Loco», amenazó a Corea del Norte, dijo que respondería con «fuego y furia» si el país liderado por Kim Jong-un amenazaba a EE.UU.
Pocas semanas después se reunió con el líder norcoreano.
Tom Bateman, especializado en temas del Departamento de Estado de EE.UU., dice que la incertidumbre que genera es deliberada y acorde con la «teoría del loco».
«Esto sugiere que ser poderoso pero impredecible es una forma de hacer que los aliados permanezcan cerca mientras se coacciona a los adversarios. También explicaría la sensación de que sus propios funcionarios se están desviando de la línea pero dentro de los parámetros de las posiciones ampliamente conocidas de Trump. Pero como indica el nombre de esta teoría, también conlleva riesgos considerables de cometer errores de cálculo en un mundo ya violento e incierto«.
Javier Díaz Giménez, doctor en Economía y profesor de la IESE Business School de la Universidad de Navarra, cree que «durante los próximos cuatro años, EE.UU. será un socio en el que no se puede confiar, porque cualquier cosa puede pasar cualquier día…Hay un refrán que dice: ‘Entre bomberos no nos pisamos la manguera’. Trump le está pisando la manguera a todo el mundo, y eso tiene mucho riesgo. Puede ser el fin del comercio con EE.UU. y que comercien entre todo el resto«.
Y ese es el cálculo que le puede resultar funesto a Trump y su equipo. El negocia desde una posición de dominio. Más que una negociación, pide vasallaje, los europeos lo padecen.
Desde la posición del vasallo muy poco se puede obtener.
Ahora, eso no es reciente con el llamado Viejo Mundo. Ellos, desde la Segunda Guerra Mundial, son un continente ocupado. Son decenas las bases militares que tiene Estados Unidos en Europa.
De hecho, como en su momento escribíamos en este mismo portal: la Unión Europea fue un proyecto impulsado desde Washington.
¿Acaso Europa no acompañó a Estados Unidos en todas sus aventuras bélicas y otras menos violentas, pero igual de letales?
Las invasiones a Irak, Afganistán, Libia, a Siria, fueron efectuadas con la complicidad de los dirigentes europeos.
La imposición de la globalización en la que se favorecieron las élites norteamericanas y en la que las europeas tuvieron una pequeña parte de la torta, nos relevan de mayores pruebas.
La pérdida de peso político, diplomático, militar, de los europeos, no es nueva. No se dio de un momento a otro, es parte de un proceso.
Se agudizó a inicios del siglo 21, cuando el hegemón, sin la amenaza de la Unión Soviética, hizo ver el verdadero rol de Europa: el de comparsa.
Por lo tanto, tiene muy poco que obtener en la negociación.
Cosa distinta son China y Rusia. Ellos, como principales socios de los Brics, sí tienen argumentos, armas, herramientas para negociar.

En el mundo hay hartazgo de su «locura». Esa locura podría hacer que otros actores importantes a nivel mundial, regional, apuren alianzas y acuerdos para enfrentar la incertidumbre que representa Trump
Ellos saben, además, con quien negocian. Sus líderes saben calcular mejor que Trump, los resultados, así lo muestran.
Saben de los vaivenes que tendrán sus relaciones, de hecho, mientras reinician relaciones diplomáticas con Rusia, avanzan en temas económicos, Trump decidió prorrogar por un año las sanciones impuestas a Rusia por el tema de Ucrania.
Recordemos que esas restricciones proceden de 2022, 2018 y 2014 y seguirán en vigor después del 6 de marzo de 2025.
Según informaron sus colaboradores, Trump considera necesario mantenerlas para continuar con la presión sobre la Federación Rusa.
Aunque también trascendió que Trump estudia suspender las sanciones. Mensajes contradictorios, todos provenientes de la misma fuente.
De fondo, el interés por finalizar el conflicto armado de Rusia contra la OTAN en Ucrania. Situación que se puso tensa con la escena que protagonizaron Trump y Zelenski en la Casa Blanca.
Luego de eso, Washington anunció la suspensión de ayuda militar a Ucrania.
En otro plano, el 4 de marzo entraron en vigencia los aranceles contra Canadá y México, aranceles que Trump en su momento había suspendido.
También se incrementaron los aranceles contra los productos chinos. Pekín, por su parte anunció que responderán de la misma forma, en lo que constituye una guerra comercial de alcance global y en la cual puede verse afectada la economía mundial.
Con esta guerra comercial escalando, puede producirse un realineamiento de países que quizá no favorezca a Washington.
Pero, reiteramos, chinos y rusos no se descuidan.
De hecho, Pekín dijo que «el intento de Estados Unidos de sembrar discordia entre China y Rusia está condenado al fracaso«.
El portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, Lin Jian, señaló que como dos grandes potencias, «Pekín y Moscú tienen una fuerte fuerza motriz interna en sus relaciones y Washington no puede cambiar eso”.
Agregó el vocero que «tanto China como Rusia tienen estrategias de desarrollo y políticas exteriores a largo plazo. Independientemente de cómo cambie el panorama internacional, nuestra relación avanzará a su propio ritmo. El intento estadounidense de sembrar discordia entre China y Rusia está condenado al fracaso«.
Lin Jian hizo el pronunciamiento en respuesta a Marco Rubio, secretario de Estado estadounidense, quien hizo pública su preocupación por las relaciones cercanas que mantienen Moscú y Pekín.
Las declaraciones de Rubio se efectuaron en Breitbart News, allí recalcó que no cree que la alianza entre Rusia y China «sea buena para la estabilidad mundial, porque ambas son potencias nucleares«.
Aunque, sobre la posibilidad de distanciar a ambos países, dijo que era poco probable.
«No sé si alguna vez lograremos desvincularlos completamente de una relación con los chinos«, indicó.
Como hemos señalado en reiteradas ocasiones, muchos ven en Donald Trump la intención de acabar con el conflicto ucraniano y acercarse a Moscú, en una jugada que tiene como precedente lo hecho por el ex presidente Richard Nixon, quien, durante la Guerra Fría, se aproximó a Pekín buscando perjudicar a la Unión Soviética.
Un personaje clave en aquel episodio fue Henry Kissinger, recientemente fallecido, quien mucho se jactaba de esa labor divisoria.
Pero volviendo con el secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, reconoció el 5 de marzo, que el conflicto en Ucrania es una guerra delegada entre Rusia y Estados Unidos.
Dijo el pequeño Marco, como lo llamó Trump en Fox News, que «el presidente Donald Trump considera que el conflicto se metió en un atolladero. Además, ese conflicto es una guerra subsidiaria entre dos potencias nucleares: Rusia y Estados Unidos, que ayuda a Ucrania«.
Él confiesa eso, mientras los europeos no saben bien que van a hacer con el tema de Ucrania. Unos hablan de seguir apoyando a Zelenski, pero otros, más pragmáticos, afirman que sin Washington poco es lo que pueden hacer, inclusive Macron fanfarronea con armas nucleares y varios países del Este europeo se niegan a sostener la aventura que ya saben perdida.
Por su parte Trump, ante su parlamento, reiteró que quiere tomar Groenlandia y el Canal de Panamá.
Los gobiernos de Canadá y México anunciaron medidas recíprocas en el tema de los aranceles. China juega con prudencia, pero avanza en sus acuerdos comerciales en todo el mundo.
Mientras eso ocurre a nivel internacional, a nivel local las noticias no son buenas para el pueblo norteamericano. Las pérdidas de empleo alcanzaron su nivel más alto desde julio de 2020.
Conforme el último informe de Challenger, Gray & Christmas, la cifra creció un 246 % intermensual y un 3,2 % interanual. La mayoría de los despidos se han registrado en el sector gubernamental, seguido del comercio minorista y la tecnología.
A nivel empresarial, muchas empresas ya anunciaron planes para eliminar miles de puestos de trabajo.
Según el citado informe, los despidos se incrementaron por el impacto de las medidas económicas de Donald Trump, la cancelación de contratos gubernamentales y temores relacionados con el comercio internacional.
De igual manera, la Reserva Federal de Atlanta, que procesa los datos disponibles para tratar de dar pistas lo antes posible sobre cómo evoluciona la economía, avista una contracción del Producto Interior Bruto (PIB) en el primer trimestre, según lo publicado el 28 de febrero.
Conforme reseñó El País de España, las cosas parecen estar torciéndose en la economía estadounidense que entró en 2025 con una fuerte inercia de crecimiento. Los datos de consumo, los de confianza de los consumidores, las expectativas de inflación, las cifras de déficit comercial y otros indicadores apuntan a un debilitamiento de la actividad.
Ojo con eso. Esta “política del loco» comienza a afectar a Trump.
Las cifras de su economía son elocuentes. En el mundo hay hartazgo de su «locura». Esa locura podría hacer que otros actores importantes a nivel mundial, regional, apuren alianzas y acuerdos para enfrentar la incertidumbre que representa Trump.
Por cierto, al cierre de esta edición, Trump decidió que la entrada en vigencia de los aranceles a México sería prorrogada un mes más, los aplicarán en abril. Cosa de locos.