Se han venido sucediendo una serie de enfrentamientos , acusaciones, descalificaciones.
Trump no la tiene tan fácil. Las individualidades, las instituciones, los países, se cansan de su malcriadez y empiezan a tomar medidas, a reagruparse
Donald Trump, lo reafirmamos, intenta esconder sus errores, sus fracasos en estas sus primeras semanas de gobierno, aturdiendo a su “audiencia” global con la estridencia que lo caracteriza, con anuncios estruendosos, amenazantes.
El problema para él, y para todo el planeta, por la trascendencia de sus impromtus, es que esos actos de distracción están causando muchos problemas.
Lo peor para los mercados, para una actividad política internacional seria, creíble, es la inestabilidad; y Trump es un generador permanente de ella.
El inquilino de la Casa Blanca, por ejemplo, con su persecución contra migrantes de toda nacionalidad y origen, con su prédica contra otros países, crea zozobra en su propio país, daña su economía.
Uno de los sectores más afectados es el del turismo. De acuerdo a la revista especializada Tourism Economics, los ciudadanos canadienses ahora evitan visitar Estados Unidos desde que Trump anunció que pretende anexar su país como un nuevo Estado.
Según el medio, una proporción de los 20 millones de canadienses que visitaron Estados Unidos el año pasado gastaron 20.500 millones de dólares y generaron 140.000 empleos.
Expertos en el tema prevén que la disminución del turismo internacional a Estados Unidos le generará un déficit de 64.000 millones de dólares.
Conforme al trabajo de Tourism Economics, esa merma se debe a las políticas y la retórica ultraderechista de la Administración Trump.
Una investigación de The Washington Post, citando fuentes gubernamentales, muestra que este 2025 disminuyeron en 9% los viajeros procedentes de África; en 6 % desde Centroamérica y 7 % desde Asia, haciéndose énfasis en que los turistas procedentes de China disminuyeron en 11 %.
Los turistas europeos también han optado por visitar menos el país de los «comehamburguesas», como los suelen llamar en sectores cultos de Europa. Esa disminución se produce cuando la industria hotelera y del ocio ha registrado pérdidas de empleos gracias a que miles de visitantes extranjeros, decepcionados con las medidas comerciales de Trump, están cancelando sus planes de viaje.
Quien tenga dudas puede solicitar paquetes turísticos desde Toronto hacia clásicos destinos turísticos, New York o Washington, por ejemplo, y podrá comprobar como cayeron los precios de pasajes y estadías.
Siempre, según Tourism Economics, la intensificación de la guerra comercial de Trump, las estrictas normas migratorias, la propuesta de gestionar la guerra de Rusia en Ucrania y las amenazas de absorber Canadá y Groenlandia, han provocado una reacción global negativa, traduciéndose en molestia e incomodidad de turistas potenciales en el mundo.
Conforme señala el medio especializado, los viajes desde Europa Occidental representan el 37 % del turismo internacional a Estados Unidos y «son susceptibles a descensos debido a los aranceles y a la percepción de una reciente alineación de la administración con Rusia en la guerra en Ucrania, ya que la confianza hacia Estados Unidos se ha visto afectada».
Destácase también como se redujeron en 6% los viajes desde Dinamarca, país que es acechado por Trump y sus anuncios de querer apoderarse de Groenlandia.
A eso se suman casos de turistas canadienses, alemanes, mexicanos, galeses, que han denunciado maltratos y detenciones arbitrarias.
Pero si en el plano turístico el panorama no es alentador, el portal de Bloomberg le trae más malas noticias a Donald Trump.
Conforme anunció el prestigiado medio, Estados Unidos acumula su tercer déficit anual consecutivo en el comercio de alimentos agrícolas. En versión del Departamento de Agricultura del país, las importaciones estadounidenses superarán a las exportaciones en casi 50.000 millones de dólares.
Conforme rememora Bloomberg, a lo largo de décadas Estados Unidos se consideró el «supermercado para el mundo», vendiendo más alimentos de los que compraba, pero esa época ya quedó atrás.
En el contexto actual, con las guerras comerciales desatadas por Donald Trump, es muy probable que los déficits agrícolas del país norteamericano se vuelvan permanentes, afectando sus posiciones en el mercado mundial.
Es bueno recordar que en los últimos años Estados Unidos perdió su liderazgo como exportador de trigo y soja ante Rusia y Brasil.
Hoy corre el riesgo de perder su liderazgo ante Argentina con el maíz.
Los bandazos que da Trump en materia económica, con la aplicación de aranceles a discreción, le están causando mucho daño, se le revierten.
Por ejemplo, Trump inició una campaña agresiva de imponer aranceles contra China, que es el tercer mayor comprador de productos agrícolas estadounidenses, y como es lógico, el gigante asiático actuó en reciprocidad. También aplica sanciones contra México y Canadá, su primer y segundo mayor importador, respectivamente.
Bloomberg señala que los tres países adquirieron casi la mitad de todas las exportaciones de alimentos de EE.UU. el año pasado.
Y, que paradoja, en momentos que Trump amenaza a Dinamarca, en que habla de anexarse Groenlandia; Estados Unidos, que en estos momentos sufre un gran déficit de huevos, se ha puesto en comunicación con el país danés para ver si le pueden surtir y aliviarle la carencia.
En estos momentos los precios de los huevos están batiendo récords en Norteamérica debido a un brote acelerado de gripe aviar en gallinas ponedoras, reduciendo drásticamente el abastecimiento.
Durante su primer día en la Casa Blanca, Trump prometió disminuir los precios de dicho alimento, contrariamente, se incrementaron en 59 %.
El portal Estrategias de Inversión comenta que esa política de imponer aranceles principalmente a productos de China y México, aunque también entren en juego los BRICS, Europa y Canadá, elevan los costes de importación y pueden generar subida de precios, disminución del consumo y presiones inflacionarias.
“Esta incertidumbre tiende a desacelerar el crecimiento económico, algo que la Fed no puede ignorar. Y de aquí al objetivo de Trump hay una delgada línea”, menciona el citado portal.
La Reserva Federal ha estado en modo restrictivo durante los últimos años, con tipos de interés en niveles “no bajos” para combatir la inflación pero se resiste a bajarlos tanto como a Trump le gustaría. Sin embargo, la estrategia de Trump introduce una nueva variable en la ecuación: si la incertidumbre afecta al crecimiento y las bolsas siguen cayendo, la Fed podría verse forzada a bajar los tipos. No sería la primera vez que ocurre.
Pero esa es una jugada muy riesgosa. Nadie asegura que de buenos resultados.
Además, la FED debe decidir entre bajar los tipos de interés para incentivar el crecimiento y favorecer la política de Trump, con quienes vienen teniendo disputas públicas, o mantener una postura firme para contener los efectos inflacionarios de una divisa debilitada.
También debe tenerse en cuenta el contexto internacional, que no le favorece por sus bravuconadas. Desde la visión supremacista de Trump, de sus allegados, todos deberían acoplarse a sus deseos, pero, afortunadamente no es así.
China, Rusia, India, los Brics en su conjunto, tienen planes propios. Hoy más que nunca saben que deben desarrollar sus planes, sus agendas, para no verse arrasados por Washington.
Pero si las cosas no le marchan bien en materia económica y en política interna, en la puja con otros poderes públicos, el panorama tampoco es muy alentador.
Y es, una vez más, por su tendencia a decisiones efectistas pero inapropiadas, que lindan con lo ilegal.

Mientras más aranceles se apliquen de forma indiscriminada, más acciones recíprocas tendrá, y eso afecta directamente a la economía, a los negocios
The New York Times hizo ver que los aviones con deportados venezolanos que aterrizaron en El Salvador parecían desobedecer a un juez federal que había ordenado que regresaran a los detenidos a Estados Unidos.
“El gobierno de Donald Trump dio un gran paso hacia un enfrentamiento constitucional con el poder judicial cuando aviones repletos de detenidos venezolanos aterrizaron en El Salvador a pesar de que un juez federal había ordenado que las aeronaves dieran marcha atrás y regresaran a los detenidos a Estados Unidos”, decía el tradicional medio.
Mientras tanto, Nayib Bukele, el presidente salvadoreño, alardeaba de que los 238 detenidos que iban a bordo del avión habían sido trasladados a un “Centro de Confinamiento del Terrorismo” salvadoreño, donde permanecerían recluidos al menos un año.
“Ups… demasiado tarde”, escribió Bukele en una publicación en las redes sociales.
Paralelamente, Marco Rubio, el secretario de Estado, le agradecía a Bukele por el encarcelamiento de los migrantes.
David Super, profesor de Derecho de la Universidad de Georgetown, manifestó: “esto claramente me parece desacato al tribunal. Puedes darle la vuelta a un avión si quieres”.
Siempre, según el medio de Nueva York, algunos detalles de las acciones del gobierno seguían sin estar claras, como la hora exacta en la que aterrizaron los aviones.
Analistas jurídicos seguían reconstruyendo la cronología, tratando de determinar dónde se encontraban los aviones el sábado, poco antes de las 7 p. m., hora del este, y qué tan cerca está el gobierno de Trump de desafiar abiertamente el sistema de pesos y contrapesos de la Constitución.
Por su parte, el juez James E. Boasberg, del Tribunal de Distrito de EE. UU. para el Distrito de Columbia, insistía en que el gobierno de Trump dejara de utilizar una desconocida ley de tiempos de guerra, la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798, como pretexto para la expulsión de migrantes, y que regresara inmediatamente a Estados Unidos a cualquier persona que estuviera expulsando en virtud de dicha ley.
Más allá del momento en el que sucedieron los hechos, lo cierto es que el gobierno de Trump ignoró la orden de Boasberg.
Al promocionar el acto, el pequeño Marco, como llama Trump a su secretario de Estado, no mencionó la orden del juez Boasberg.
Horas después, la Administración Trump calificó la orden de Boasberg, como una “imposición masiva y no autorizada sobre la autoridad del Ejecutivo”.
Insistieron en que las acciones de Trump “no están sujetas a revisión judicial debido a lo que dijeron que era la autoridad constitucional inherente a la presidencia en materia de seguridad nacional y política exterior, y que los tribunales federales en su conjunto carecían de jurisdicción sobre su ejercicio de un poder de guerra».
Y así se han venido sucediendo una serie de enfrentamientos , acusaciones, descalificaciones.
Trump no la tiene tan fácil. Las individualidades, las instituciones, los países, se cansan de su malcriadez y empiezan a tomar medidas, a reagruparse.
La economía norteamericana ya lo empieza a sufrir. Mientras más antipático se haga un país, menos turistas lo visitan. Mientras más aranceles se apliquen de forma indiscriminada, más acciones recíprocas tendrá, y eso afecta directamente a la economía, a los negocios.
La gente en Estados Unidos, más allá de que las redes manejadas por los amigos de Trump pretendan disfrazarlo, está cada vez más descontenta por el tema económico. Eso sin contar las tensiones sociales que un personaje como Trump genera.
Las agresiones de los supremacistas contra afroamericanos, latinoamericanos, asiáticos; contra las minorías sexuales, contra los pacifistas que se oponen al genocidio en Palestina siguen resquebrajando esa sociedad. Crece la sombra de una guerra civil híbrida.