Por: Gustavo Rosendo
El primer escenario de cualquier guerra moderna comienza en el teatro paralelo de los medios de información, que son transformados en medios de propaganda, cumpliendo a cabalidad con la frase de Joseph Goebbels, el maestro de la propaganda alemana: «una mentira mil veces dicha, se convierte en una gran verdad».
A propósito de esto, vimos cómo desde el Euromaidán (Europlaza) del 2014 en Ucrania, la canalla mediática occidental fue juntando sus piezas hasta armar el rompecabezas informativo en el que hoy han convertido la guerra entre Rusia y Ucrania, propio de las guerras de quinta generación en las que se actúa tanto en el terreno como en los medios de comunicación.
Es justo señalar que ni los usuarios de EUA ni los de Europa, reciben información alguna de la posición de Rusia respecto al conflicto; dado que todos los medios informativos rusos están bloqueados en el occidente colectivo. Ni siquiera por Internet podemos los ciudadanos tener una opinión distinta a la del hegemón.
Existe un empeño occidental por balcanizar a la Federación Rusa y dividirla en pequeñas republicuchas, tal cómo hizo la OTAN al bombardear Yugoslavia, para así poder repartirse sus recursos, vil botín de guerra.
Tres años han transcurrido desde que Putin declarara la operación especial, durante ese trienio han muerto más de un millón de soldados (sumando ambos bandos), hay más de 300.000 lisiados y se han gastado cientos de miles de millones de dólares, entre armamentos y contratos con mercenarios, aparte del dinero que ha ido a parar al esquema de corrupción que rodea a Zelensky. Basta sólo con mirar la cantidad de purgas que ha tenido que hacer para mantenerse en el poder, y quedarse con unos pocos que le sean leales y le obedezcan.
La promesa electoral de Trump de acabar esa guerra en 24 horas, ha tropezado con una resistente realidad que lo ha llevado a tratar de forzar la paz, queriendo hacer aparecer al gobierno estadounidense como el gran mediador, cuando es su establecimiento, su Estado profundo, el que mantiene esta guerra a cualquier precio.
En su excelente verborrea, Trump les ha dicho en su cara a los 32 Estados europeos que componen la OTAN, que ellos son los responsables de la reacción Rusa, al pretender rodear a la Federación con armamento nuclear, sembrándolo en las repúblicas exsoviéticas.
Por donde quiera que se le mire, el origen de esta guerra es comercial y un negociante habilidoso y manipulador como Trump, ha pretendido dejar a toda Europa fuera del reparto de los beneficios que aún se pueden sacar de Ucrania, sobre todo el de la reconstrucción de las ciudades devastadas por los bombardeos. No le perdonan el llamar a la mesa de negociación a rusos y a ucranianos por separado, sin incluirlos.
Es lógico que no los pueda sentar en simultáneo, ya que, en ambos casos, los elementos de presión y de negociación son diferentes.
Con Ucrania Trump negocia sus tierras raras, terrenos agrícolas, y la administración de sus centrales energéticas, con el pretexto de «no más muertes» de jóvenes ucranianos, rasero que no aplica para el genocidio palestino en Gaza.
Con Rusia se negocia: la explotación conjunta de Nord Stream I y II, la seguridad del Mar Negro, la eliminación de las sanciones, la venta de cereales, el control de armas nucleares y la incorporación de Rusia a los códigos del sistema bancario internacional Swift. Razón por la cuál, el encuentro de la semana pasada en Arabia Saudita entre gringos y rusos duró 12 horas y con los ucranianos mucho menos.
El pretexto común es la propuesta de un alto al fuego, la agenda incluía «propuestas para proteger las instalaciones energéticas y críticas» según lo hizo saber el mediador ucraniano Umerov.
Ucrania dijo, anteriormente, que está «dispuesta» a un alto al fuego «general» y sin condiciones, pero el Kremlin mediante su vocero, Dmitri Peskov, ya moderó las expectativas al sostener que «Es un tema muy complejo y hay mucho trabajo por hacer. Estamos solo al comienzo del camino»
La excluida Europa, siempre cuidada por el escudo armamentista norteamericano, se ha visto en la necesidad de intentar gestionar su propia seguridad, con el agravante de que gran parte de su armamento ha ido a parar a Ucrania y a otros países en conflicto, gracias a las mafias que mueven el negocio de las armas.
Ante estas circunstancias se oponen al modo en que USA está gestionando la paz y le ofrecen a Ucrania lo poco que les queda. Incluso dirigentes, que distan mucho de ser líderes, se atreven a amenazar con un vetusto escudo nuclear, cuyos vectores de traslación, leáse misiles, no le llegan a los tobillos en velocidad y precisión al armamento ruso.
La desunida Europa, junto a los británicos, nombra una comision guerrerista que se ha reunido 4 veces en un mes y no logran acuerdos consensuados para su partición en Ucrania y como es costumbre, apelan al viejo truco del terror, para justificar la bicoca de 800.000 millones de euros que les quieren sacar a sus miembros para rearmarse, dado que. según sus cuestionados dirigentes, Putin vendrá por ellos a vuelta de 5 años, o que deben prepararse para una nueva pandemia y, lo más risible de todo, para combatir los riesgos del inmediato cambio climático.
De ahí que esta semana les han pedido a sus ciudadanos, que construyan bunkers en sus casas y que compren unos kits de emergencia, para poder sobrevivir al menos tres días de encierro.
A muchos les recordaron el gran negocio que hizo la señora Ursula von der Leyen con los kits de COVID-19, mientras era ministra de Defensa alemana, por lo cual sigue investigada por corrupción.
Al preguntarles, porqué más bien no se prepara a la población, reactivando el servicio militar obligatorio, en seguida saltan las alarmas y dicen que por ahora eso no parece necesario, cuando la razón real es que dicha medida cuenta con el rechazo mayoritario de la población y quedarían con el «culo al aire», ante la más mínima consulta electoral. Así se lo han demostrado todas las elecciones europeas de reciente data.
Trump ante semejante ocurrencia les está enviando sus inigualables aranceles, poniendo plata de por medio, mientras ellos tratan de hacer lo propio a los productos norteamericanos. Queda en la atmósfera el riesgo de una guerra comercial, donde los europeos llevan todas las de perder. Mientras tanto los europeos amenazan con mantener las sanciones contra Rusia, como una manera de contravenir a Trump que propone quitárselas. Por su parte la dupla Reino Unido y Francia amenaza con enviar soldados a Ucrania (pero cuando se firme la paz ¿?), so pretexto de cuidar las instalaciones energéticas, algo que Rusia leería como un involucramiento de Europa en esa guerra y detrás de la cual vendrían más JUEGOS DE GUERRA, amparados en el cacareado artículo V de la OTAN.
Recuerden que la guerra es un hecho económico, por lo tanto no se está discutiendo la paz, lo que se esta discutiendo es quiénes cobraran la reconstrucción de Ucrania.
A último momento, Putin ha pedido elecciones libres en Ucrania, después de un año de vencido el mandato de Zelensky, para así renovar el liderazgo y tener nuevas negociaciones. Incluso ha propuesto una especie de gobierno sustituto con participacion de la ONU, USA y la Union Europea, con China como garante. Por su parte Zelensky apuesta por la muerte súbita de Putin, por un padecimiento que nadie más reconoce.
Siguiendo las enseñanzas de Tolstoi en su libro La guerra y la paz, leemos: «La guerra no tiene un final feliz, solo cicatrices y recuerdos dolorosos».