Federico Ruiz Tirado/
Este amanecer del 25 de marzo, recordé una ceremonia cuya constancia y carácter político, sin duda, fue haciendo una expresión y un ser cultural casi mítico en ese país, durante y después del atroz golpe de Estado que sufrió la República Argentina bajo la presidencia de María Estela de Perón.
Las «Madres de la Plaza de Mayo», así comenzaron a llamarse, se han concentrado en la plaza de ese nombre, de la ciudad de Buenos Aires los sábados, desde 30 de abril de 1977, para manifestar su horror y su dolor por sus hijos y familiares desaparecidos.
Durante algún tiempo, sentadas, expresaban sus quebrantos y desconcertantes meditaciones sobre lo que ocurría, y le rezaban a la Virgen de Luján, hasta que Videla declaró el estado sitio y la policía las expulsó de la plaza. Así fue como surgió el emblemático pañuelo, no solo en Argentina sino en el mundo, un año después, y todos los jueves a las tres y media de la tarde haciendo un círculo silencioso en la Pirámide de Mayo, con el pañuelo blanco en la cabeza, se convirtieron en una arma de guerra.
Durante los años de la dictadura militar argentina (conocida en ese país como el proceso), dice Mariana Mariach: «se opusieron constantemente a las medidas tomadas por el Gobierno, sufriendo una constante persecución, incluyendo secuestros y desapariciones». En 1979 dejaron de manifestarse en la Plaza de Mayo debido a la represión, pero a partir de 1980 continuaron haciéndolo. En los primeros días de diciembre de ese año realizaron la primera Marcha de la Resistencia, consistente en caminar alrededor de la plaza durante 24 horas.
A pesar de la llegada de la democracia al país, en 1983, continuaron con sus marchas y actos, pidiendo condena para los militares que participaron en el Gobierno. Han recibido apoyo y reconocimiento en gran cantidad de organizaciones internacionales, y dado su apoyo a otros tantos grupos de lucha por los derechos humanos, reseña la periodista.
Tomar café con pan árabe, fue para mí un hábito que viví en Buenos Aires durante mi estadía en esa enigmática -política y culturalmente- ciudad; cuando cumplía labores en nuestra embajada.
Hablo de la época de Néstor Kirchner, Hugo Chávez, Lula; de lo que llamábamos «la integración de Latinoamérica» propuesta en el Mercosur, el alba-TCP, la Celac, el Congreso de Los Pueblos, la adhesión de Maradona a ese proceso y de los más importantes y masivos actos antiimperialistas contra Bush, el Alca,el FMI y las agresiones contra Venezuela.
En los cafetines, a primeras horas, llegaban de hacer gimnasia sobre todo las mujeres, y los maridos se quedaban leyendo Página 12 y organizando reuniones.
Hoy “está muy difícil moverse, por suerte, le dice una chica a su compañera», dice la periodista Mariana.
La frase parece un poco incoherente. Son las dos de la tarde y no estamos ni cerca de Plaza de Mayo. Pero la conclusión es obvia y la dice ella: “hay muchísima gente”. Había ganas de marchar y se nota. Desde la vigilia de la noche anterior a hoy, que parece que la gente almorzó temprano y vino o directamente se guardó el hambre para comer algo al paso y de pié. Hay ganas de salir a la calle: este 24 de marzo llega con el impulso de la Marcha Antifascista del 1 de Febrero, del 8M, de los miércoles de las y los jubilados -sobre todo el 12 y el 19 de marzo-. Y las ganas de salir a la calle no vienen solas, vienen con la bronca porque está difícil»,dice Mariana Mariach.
Más cerca de la Plaza se oye: “¡Abran paso, llegamos las maricas!”. Es la Columna Mostri que despliega la bandera antirracista, antifascista, anticapitalista. Una nenita con remera de San Lorenzo agita un Pequeño Pony. La fachada de la Catedral está de blanco y celeste con la cara del Padre Mujica y un cartel con los desaparecidos que “desde la fe, lucharon por la justicia”. Una memecoin de Norita es la única moneda de peso fuerte, hoy que Norita nos falta por primera vez un 24M.
Yo no estoy en el cafeíin, Leo. Mi imaginación es como la Rayuela de Cortázar mientras los recuerdos se amontonan como gotas de agua sobre su ventana.