Puntos que explican el resultado electoral
Unidad revolucionaria vs división opositora
Cualquier análisis que se precie de alguna objetividad sobre el resultado electoral del pasado 25 de mayo debe partir de un hecho muy concreto: las fuerzas revolucionarias fueron unidas, mientras la oposición se presentó dividida.
La escisión del antichavismo fue, en un primer vistazo, en dos bloques: abstencionistas y participantes; pero las grietas existentes en esa parcialidad política son mucho más complejas que eso. Así que quienes se postularon a los espacios de poder en liza (gobernaciones, consejos legislativos y Asamblea Nacional) tampoco se presentaron unidos, sino dispersos.
A pesar de lo que algunos analistas pretenden establecer como verdad, ni la unidad revolucionaria ni la atomización opositora son epifenómenos de una deformación de la democracia. Por el contrario, son una expresión muy natural de lo que está ocurriendo en las estructuras profundas de la sociedad venezolana.
La unidad revolucionaria ha sido forjada durante 26 años por la visión de sus líderes, por la conciencia estratégica de la militancia, y como respuesta a la presión destructiva incesante de los adversarios internos y externos.
La división opositora es también raigal. Es el resultado esperable del certamen de egos de su dirigencia, sumado a la falta de democracia interna y a la ausencia de un proyecto político que sea capaz de conquistar a las masas.
Los dirigentes contrarrevolucionarios saben muy bien que sólo cuando se han asociado en alianzas electorales sólidas han logrado victorias nacionales, regionales o locales. Saben que cada vez que se ha impuesto la vía del boicot electoral han tenido derrotas estruendosas. Pero insisten en asumir esas vías. Como suele decirse, ¿qué podía salir mal?
Acento en lo territorial frente a política de redes
Un segundo punto para el estudio del resultado electoral es el referido al campo de acción de los actores políticos. Simplificando, puede decirse que mientras los candidatos y las candidatas del Gran Polo Patriótico se enfocaron en lo territorial, sus adversarios (tanto abstencionistas como participantes) se mantuvieron en la diatriba política de redes sociales.
En la campaña electoral, los abanderados del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y sus aliados salieron a “patear calle”, a recorrer los espacios y dialogar con las comunidades. En una buena parte de los casos, no empezaron a hacerlo en el tiempo de campaña, sino que ya tenían una trayectoria previa en esas lides.
En contraste, la oposición abstencionista se dedicó a hacer llamados a desmovilizar a sus seguidores, a través de las redes sociales, desde el exterior del país o desde una supuesta clandestinidad. Y los opositores participantes, salvo excepciones, aparecieron en los barrios y en los campos en rol de políticos en campaña, en algunos casos, por primera vez en sus vidas.
AN: reconstrucción vence a demolición
En lo que respecta a las elecciones para la Asamblea Nacional, se planteó una confrontación entre dos experiencias en el ámbito legislativo: la destructiva, que protagonizaron los opositores electos por amplia mayoría en 2015; y la reconstructiva, que ha llevado a cabo el actual Parlamento, electo en 2020.
El pueblo elector se pronunció claramente a favor de quienes, desde el Poder Legislativo nacional, han trabajado para recuperar al país de una de sus peores crisis históricas, causadas por la guerra económica, las medidas coercitivas unilaterales y el bloqueo criminal. Y le dio la espalda, mayoritariamente, a los que, justamente, desde la AN, hicieron todo lo posible por hundir el barco en el que todos navegamos, con su desastroso desempeño entre 2016 y comienzos de 2021.
Los aspirantes a diputados por el Gran Polo Patriótico se presentaron a elecciones con un Plan Legislativo definido y público. Algunos de los candidatos de la oposición participante hicieron declaraciones de campaña, mostrando sus ideas. La oposición abstencionista, en tanto, sólo ofreció lo mismo que hizo la AN de 2015: destrucción. La respuesta del electorado fue clara.
El peso de la gestión en las gobernaciones
Uno de los grandes logros del PSUV y sus aliados en el proceso electoral del 25 de mayo fue la recuperación de tres de los cuatro estados que tenían gobernadores opositores: Barinas, Nueva Esparta y Zulia.
En esas regiones influyeron, obviamente, los factores nacionales ya señalados, principalmente el hecho de que la oposición participante fue perjudicada por la insidiosa acción de la oposición abstencionista. Pero puede afirmarse (en tono de hipótesis, claro está) que el mayor peso en ese fenómeno lo tuvo la evaluación que los votantes hicieron de las gestiones de los mandatarios opositores en el período que está concluyendo.
Si esos gobernadores hubiesen desarrollado una obra de gobierno significativa, es muy probable que el electorado regional hubiese hecho caso omiso de los llamados a la abstención y a las campañas difamatorias de la oposición abstencionista, para conseguir la reelección de esos gobernadores. Pero ellos tienen muy poco que mostrar como su trabajo de cuatro años. Al boicot del ala pirómana opositora se unió su propia ineptitud, con el conocido resultado: perdieron.