El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, vuelve a sorprender al mundo con sus declaraciones grandilocuentes. Esta vez no se conforma con cambiar el Medio Oriente, sino que asegura que su guerra contra Irán está «cambiando la faz del mundo». Uno se pregunta: ¿acaso se refiere a un mundo donde la violencia y la destrucción se normalizan, o a uno donde las potencias se creen con derecho a decidir el destino de las naciones?
Esto ha encendido las alarmas a nivel internacional, pero lo más escalofriante no es su retórica belicista, sino cómo parece confirmar las advertencias que desde hace años han hecho líderes como Nicolás Maduro y Recep Tayyip Erdoğan: el primer ministro israelí no solo actúa como el Hitler del siglo XXI, sino que ahora abiertamente confiesa un proyecto expansionista similar al del Tercer Reich. Hoy, el propio Netanyahu parece confirmar estas acusaciones al proclamar abiertamente su proyecto de reconfiguración mundial mediante la fuerza.
En una entrevista con la emisora pública israelí Kan, Netanyahu afirmó con tono triunfalista que su país ha destruido «más de la mitad» de los lanzamisiles de Irán. Pero más allá de las cifras, que difícilmente pueden verificarse de manera independiente, lo preocupante es la narrativa que construye: la de un Israel que se erige como gendarme global, capaz de redefinir el orden internacional a fuerza de bombas y operaciones militares.
Desde la perspectiva iraní, estas declaraciones no son más que otra muestra de la arrogancia de un líder que ha convertido la confrontación en su única política exterior. Mientras Netanyahu habla de «cambiar el mundo», Teherán recuerda que lo único que ha cambiado en las últimas décadas es el aumento de la inestabilidad en la región, gracias en gran parte a las intervenciones de Israel y sus aliados occidentales.
¿Guerra o teatro político?
No es la primera vez que Netanyahu utiliza un lenguaje épico para justificar sus acciones. Sus declaraciones parecen más pensadas para el consumo interno —en un intento por mantener su imagen de líder fuerte ante una población cansada de conflictos— que para describir una realidad estratégica. Mientras él habla de victorias, el pueblo israelí sigue viviendo bajo la sombra de los cohetes, y el pueblo iraní resiste bajo sanciones asfixiantes.
Irán, por su parte, ha mantenido una postura de defensa estratégica, negando cualquier intención de escalar el conflicto más allá de lo necesario para proteger su soberanía. La destrucción de parte de su arsenal, si es que realmente ocurrió, difícilmente cambiará su determinación de mantener su capacidad disuasiva en una región donde la amenaza israelí es constante.
El verdadero cambio que necesita el mundo
Si algo debe cambiar en el mundo, no es la «faz» que Netanyahu imagina, sino la lógica de la guerra permanente. Mientras líderes como él sigan creyendo que la seguridad se construye con la destrucción del otro, el ciclo de violencia no tendrá fin.
El mundo no necesita más guerras «transformadoras»; necesita diplomacia, respeto al derecho internacional y un compromiso real con la paz. Hasta entonces, las declaraciones de Netanyahu seguirán siendo, en el mejor de los casos, ilusiones, y en el peor, una peligrosa profecía autocumplida.
Netanyahu puede creer que está reescribiendo la historia, pero la verdad es que solo está añadiendo otro capítulo trágico al mismo libro de siempre: el de la violencia sin fin. Y ese, desde cualquier perspectiva, es un cambio que nadie necesita.