Choque de trenes. Esto era de esperarse. Donald Trump, empresario-presidente número 47 de Estados Unidos, no acepta que alguien le haga sombra, ni mucho menos que le contradiga en público o en privado. Y Elon Musk, calificado por quienes se dedican a hurgar en las cuentas bancarias y bolsillos de terceros como el hombre más acaudalado del planeta, tampoco es un tipo muy potable que se diga.
Tras una muy dulce luna de miel, que apenas pudo superar los 100 primeros días de mandato, ambos personajes se enzarzan en una pelea en la que insultos y amenazas van y vienen por micrófonos y cuentas de redes sociales. Y esta historia, que apenas comienza, más que una disputa de dos personajes del mundo político del imperio estadounidense, parece casi calcada de los escándalos propios de divorcios de estrellas de la industria del cine, la música y la televisión.
Hasta el momento en que se escribe esta nota, el enfrentamiento no ha pasado de las duras palabras a los hechos. Es decir, el presidente, por ejemplo, no le ha cancelado contratos. Habría en juego 3.000 millones de dólares en casi 100 contrataciones con 17 agencias gubernamentales. No ha enviado al Buró Federal de Investigaciones (FBI), al Servicio de Impuestos Internos (ISR) o al Servicio de Control e Inmigración de Aduanas (ICE) a revisar las cuentas, negocios, pagos de impuestos o estatus migratorio de Musk (recordemos que es nacido en Sudáfrica) a ninguna de las oficinas que tiene el magnate en Texas, Estados Unidos.
Y Musk, por su parte, no ha descargado aún su poderío comunicacional (solamente en la campaña presidencial de finales de 2024 envió por X más de 3.000 mensajes de apoyo al entonces candidato Trump). Tampoco ha hecho uso de su gigantesca fuerza financiera, calculada en más de 420.000 millones de dólares (donó 277 millones en ese mismo proceso electoral) para atacar a su ahora enemigo público.
La ruptura —seguida por todos los medios de comunicación de masas de la Tierra, por presidentes, líderes políticos, economistas, empresarios y curiosos de toda especie— tiene como fondo (siempre es así en el ecosistema en el que se mueven esta clase de señores) un montonón de dólares en disputa. En algún momento se sabrá cuál fue la verdadera causa del rompimiento. Mientras tanto, tiembla el secretario de Estado, Marcos Rubio, quien, de seguro, será el próximo a ser pateado por Trump.