Hechos y dichos de una crisis internacional
Hechos y dichos de una crisis internacional
Lo hacen como si estuvieran hablando de demoler viejos galpones o desmantelar potreros, cuando en realidad se trata de atacar, con poderosísimas bombas, unos emplazamientos que albergan materiales radiactivos muy peligrosos. Cualquier daño ocasionado a los sistemas de seguridad de este tipo de lugares genera repercusiones potenciales no solamente para las comunidades vecinas, sino también para quienes se encuentran a muchos kilómetros de distancia.
Basta revisar por encima los informes sobre accidentes ocurridos en instalaciones nucleares militares o de uso pacífico, a lo largo de las últimas décadas para tener una idea las magnitudes de una tragedia similar.
Los daños sufridos por la central eléctrica de Fukushima, por el terremoto y tsunami de 2011, pese a todos los esfuerzos realizados para contener las fugas, han causado contaminación del aire y de las aguas marinas en toda la región de Japón y, probablemente, en el planeta entero. Lo mismo puede decirse de la explosión de los reactores de Chernobyl, en 1986 y, en menor dimensión, de otros accidentes, como el de la planta de la isla de Three Mile, Pensilvania, en 1979.
La banalidad al referirse a ataques que podrían causar la exposición de materiales radiactivos a la atmósfera es una actitud atolondrada y criminal por donde quiera que se le mire.
Abollados los supremacismos de EE.UU. e Israel
El trecho entre los dichos y los hechos se ha observado en estos tensos días, cuando la arrogancia del gobierno sionista de Israel y de su protector, EE.UU., se ha visto abollada, por decir lo menos, con la respuesta de Irán a sus sucesivas agresiones.
En las horas iniciales, tras la agresión israelí contra Irán, el ente sionista se ufanó de haber operado con total precisión y sentido quirúrgico para dar de baja a altos mandos militares y científicos. Aseguraron, en tono ensoberbecido, que esas acciones habían bastado para derrotar a Irán, al que no le quedaba más salida que rendirse, “cambiar de régimen” y renunciar a su programa nuclear.
Cuando se inició la reacción iraní, los israelíes se burlaron, diciendo que la cúpula de hierro los había salvado de casi todos los proyectiles disparados en su contra. Pero, con el transcurrir de los primeros días, quedó en evidencia que eso era falso. La vulnerabilidad fue evidente.
Luego, EE.UU. se involucró (directamente, porque ya lo estaba desde detrás del telón) y lo hizo en esa misma onda de perdonavidas. Trump dijo que habían borrado del mapa las instalaciones atómicas de Irán y, de nuevo, instó al gobierno persa a rendirse sin condiciones.
La verdad dista mucho de ese escenario virtual, hecho de declaraciones de necio supremacismo. La pelea no es tan desigual como la imaginaban. Qué duro para quienes se han creído sus propios cuentos.
Extraña diplomacia de redes sociales
Una de las características más delirantes y peligrosas de este conflicto ha sido la pretensión de Donald Trump de ser el principal actor diplomático y comunicacional. El presidente de EE.UU. ha mostrado este doble rol de manera muy directa, a través de sus redes sociales.
Su actuación pública, como en tantos otros temas, ha sido oscilante, dando bandazos. En ciertos momentos ha sido el vocero de la agresión, en tono amenazante y prepotente. En otras oportunidades se ha querido mostrar como la cabeza fría que quiere detener una guerra en ciernes.
Sin pasar por los canales diplomáticos ni por los medios de comunicación, anunció un alto el fuego y la firma de un acuerdo entre los países enfrentados, aunque él mismo metió al suyo en esa guerra, mediante un ataque no autorizado ni por el Congreso de EE.UU. ni por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. En fin, una diplomacia muy extraña y por canales inciertos.
La canalla mediática ataca de nuevo
Pero si de gente desquiciada se trata, en Venezuela tenemos para exportar. Tratando de pescar en el río revuelto de una guerra incipiente, María Corina Machado se ha atrevido a ponerle un tiro al blanco al país para que lo ataquen “preventivamente”, como es costumbre del poder imperial y sus aliados. Ha lanzado la absurda versión de que acá se fabrican armas, de tecnología iraní, con el propósito de agredir a EE.UU.
Y haciéndole coro a esa nefasta figura de la ultraderecha prosionista venezolana, ha reaparecido la llamada “canalla mediática” (que andaba de capa caída por la política de deportaciones de Trump), tratando de convertir esa patraña en una narrativa mediática, con la expectativa de que eso pueda animar a los sectores más recalcitrantes de EE.UU. a emprender una aventura contra Venezuela.
Es triste que personas formadas en el campo de la Comunicación Social se presten para una maniobra tan antinacional, que podría llevarnos al infierno de una agresión imperial, ya no en el campo del bloqueo y las medidas coercitivas unilaterales, sino de la guerra propiamente dicha. Pura miseria humana.