Ya hemos hecho referencia, lo escribimos hace 3 años, que Estados Unidos vive una guerra civil híbrida, que tiene características propias de la generación 3.0.
No se verá, por lo menos por estos días, a dos grandes frentes con sus batallones frente a frente, los famosos ejércitos del Sur y del Norte, aquellos que después sirvieron como inspiración a sendas películas de Hollywood.
Ahora la narrativa es distinta. Ahora ya no es el liberar a esclavizados para incorporarlos a la “modernidad”, a la producción industrial, en donde encontraron otra forma de esclavitud, más sofisticada, pero siempre discriminatoria y segregadora.
Ahora, en el 2025, está más claro que se trata de opresores contra oprimidos. De los supremacistas contra todos los demás sectores de la población norteamericana.
Eso se manifiesta en el último paquete económico que acaban de aprobarle a Donald Trump en el Congreso, en donde millones de norteamericanos quedarán librados a su suerte. Se manifiesta en la conculcación permanente de derechos a todos los norteamericanos.
Las amplias mayorías cada vez notan que la tan cacareada libertad de expresión era una farsa.
Que la independencia de poderes no existe.
Todo esto siempre fue señalado desde la izquierda, pero los teóricos de la democracia formal, de la democracia liberal heredada de la revolución francesa, debían hacer malabares para tratar de justificar su postura.
Pero era en vano. Lo que pasa es que gracias al trabajo de los medios, de Hollywood, como principal arma ideológica, podían manejar la situación, controlar las masas.
Además, la economía les funcionaba. Hoy ya no. Este capitalismo tramposo, basado en una economía ficticia, no productiva, especulativa, que ya tuvo un fuerte sacudón en 2008, muestra sus verdaderas limitaciones.
Muestra que es, esencialmente, excluyente. Es esencialmente discriminatorio.
Pero, sobre todo, esencialmente inmoral. Sin ética.
Creemos que esa podredumbre moral se ve reflejada en el caso Epstein.
Esto no se trata sólo de las miserias de una élite gobernante, aquí se trata de que alguien parece conocer “secretos” de diversas figuras públicas, y aprovecha esa información para manipular y sacar provecho.
La sensación es de que quienes manejan el sistema, usan las miserias para manejar la política, la economía, el poder. Eso trasciende y desenmascara la narrativa occidental, quita las caretas e invalida el mensaje de que ellos son el ejemplo a seguir.
Así pues, Juan Antonio Aguilar, director del Instituto Español de Geopolítica, subraya la percepción, generalizada en el mundo de hoy, de que el poder judicial norteamericano está limitado o manipulado para proteger intereses políticos y económicos.
Denuncia las conexiones entre personajes influyentes, incluyendo amigos y donantes de Trump, y el entramado de espionaje y chantaje que rodea a Epstein.
Inclusive, habla de nexos que conducen hasta agencias de inteligencia como el Mossad y, obviamente, con el llamado “estado profundo”.
Es curioso que Washington, el occidente colectivo todo, hipócritamente cuestionen modelos políticos diferentes al suyo, pero terminan incurriendo en lo mismo que señalan.
Así lo observa Carlos Teissier, profesor del Instituto de Estudios Bursátiles (IEB), cuando habla sobre la similitud entre Estados Unidos y China en el control gubernamental de la información, incidiendo en cómo esta censura limita la transparencia y alimenta sospechas sobre la posible protección de figuras poderosas implicadas en el caso.
En su opinión, esa es la trascendencia del despido de la fiscal a cargo de las investigaciones del caso Epstein.
Aníbal González, experto en geopolítica, expuso en Negocios TV la pésima imagen que está dejando la justicia estadounidense al proteger figuras poderosas, destacando la dominación política sobre el sistema judicial y la existencia de agentes dobles que manejan información sensible para influir en las élites.
Eso explicaría, por ejemplo, esa postura totalmente entregada en favor de las élites sionistas, pese a lo impopular entre sus propios ciudadanos.
El apoyo de Washington al genocidio en Gaza resulta contraproducente para su imagen global, ellos que siempre se preocuparon por cuidar la narrativa.
No sólo eso, Trump ofreció a sus votantes, durante la campaña electoral, sacar a su país de todos los conflictos y guerras externas, él está buscando que lo nominen Premio Nobel de la paz.
Si como pensamos muchos, como lo han denunciado en el mismo Estados Unidos, el Mossad maneja información sensible, usando personajes como Epstein o el rapero Sean Diddy Combs, no debería sorprender que manipulen a Donald Trump.
No debería sorprender que Netanyahu desafié los lineamientos de la Casa Blanca yéndose por la libre, inclusive contradiciendo a los inquilinos de la Casa Blanca. Lo hizo con Barack Obama, con Joe Biden y ahora con el mismo Trump.
Netanyahu no se atrevería a bombardear Siria, su palacio de gobierno, asesinar católicos en un templo, en una iglesia, si no supiera que cuenta con una impunidad que le otorga el conocer secretos escabrosos de muchos personajes.
Ya para estos días es más fácil inclinarse a pensar que el poder sionista en Estados Unidos se debe más al chantaje del Mossad, que a los poderosos lobbys que operan en Washington.
El ataque en Siria, considerado como “salvajada” por los mismos mentores europeos de Netanyahu, parece exceder todos los límites que la comunidad internacional podía permitir.
Al genocida de Tel Aviv parece importarle poco lo que se piense o se diga. Pero afecta mucho a Trump.
MAGA (Make America Great Again), sus principales líderes, gente que apoyó decididamente a Trump, hoy se nuestra muy crítica.
Están indignados. “Primero Estados Unidos”, ofreció. Hoy ven que eso es mentira. Pareciera ser que la consigna se ha convertido en “Primero Israel”. Washington al servicio de Tel Aviv.
Y no es de ahora, no es reciente. Todos sabemos que desde hace décadas los lobbys sionistas, que no son secretos, que hacen publicidad y tienen portales activos, influyen abiertamente en la política interior norteamericana. Influyen en la designación de funcionarios, inclusive.
Hace unas semanas, en The Grayzone publicaron la denuncia de un funcionario cercano a la Casa Blanca cuestionando que el director de la CIA, John Ratcliffe, y el comandante del Comando Central de los Estados Unidos (Centcom), general Michael Kurilla, se han convertido en vehículos del Mossad y del ejército israelí. Se refirió a Ratcliffe como «el transcriptor del Mossad».
Ya en abril de este año, The Grayzone hizo públicos unos audios de Ellior Brand, director general de Aipac, (Aipac es uno de los principales grupos de presión que funcionan en Washington) alardeando del control que tienen sobre el Congreso norteamericano y la CIA.
«Saben que uno de los primeros candidatos que alguna vez conocí en mi trabajo, cuando aspiraba al Congreso siendo profesional de Aipac era un tipo llamado John Ratcliffe… Estaba desafiando a un congresista de larga data en Dallas. Me dije que este tipo parecía que podía ganar la contienda, y fuimos a hablar con él. Tenía buena comprensión de los temas, y hace un par de semanas atrás se juramentó como director de la CIA, por Dios. Este es un tipo con quien tuvimos que hablar, así que hay bastantes manos amigas; tenemos manos amigas allá dentro».
Entre los nombrados por Brandt, como tocados por sus lobbys, están Marco Rubio y Mike Waltz, hombres claves en el gobierno de Trump.
De hecho, en mayo se hizo público que Waltz coordinaba secretamente con Benjamín Netanyahu, por lo cual fue relevado como director del Consejo de Seguridad Nacional.
Lo de Ratcliffe es muy llamativo, apareció en el Congreso en 2014, y se convirtió en uno de los más beligerantes “trumpistas”. El mandatario republicano, en 2019 lo nombró Director de Inteligencia Nacional, aunque rápidamente fue cesado por mentir en temas de terrorismo.
¿Por qué lo volvió a nombrar Trump en un puesto tan sensible? ¿Alguien presionó?
La presencia, el poder de los lobbys sionistas, del Mossad, está en todas las esferas del poder norteamericano, es innegable, no es secreto.
En una conferencia en el Turning Point USA, el influyente periodista Tucker Carlson dijo que Jeffrey Epstein trabajaba para los servicios de inteligencia de Israel.
«Es extremadamente obvio para cualquiera que vea que este tipo tenía conexiones directas con un gobierno extranjero. A nadie se le permite decir que ese gobierno extranjero es Israel, porque de alguna manera hemos sido intimidados para pensar que eso es travieso», dijo.
En otro momento de su discurso dijo que «la verdadera pregunta no es ‘¿Era Jeffrey Epstein un raro que abusaba de niñas?’ La verdadera pregunta es por qué lo estaba haciendo, en nombre de quién y de dónde provenía el dinero».
«Creo que la verdadera respuesta es que Jeffrey Epstein estaba trabajando en nombre de servicios de inteligencia, probablemente no estadounidenses. Tenemos todo el derecho de preguntar en nombre de quién estaba trabajando. Criticar el comportamiento de una agencia gubernamental no te convierte en un hater; te convierte en una persona libre. Tienes derecho a exigir que los gobiernos extranjeros no actúen en contra de tus intereses», señaló.
Lo que dice Carlson es interesante, y es que en Estados Unidos, como en todo el mundo, ya cada vez son más las personas que se cansan de los chantajes, de que si cuestionan al gobierno de Israel, a sus dirigentes, los tilden de antisemitas.
«La gente siente que no puede decir ‘¿Qué diablos es esto? Tienen al ex primer ministro israelí viviendo en su casa, han tenido todo este contacto con un gobierno extranjero. ¿Estaban trabajando en nombre del Mossad? ¿Estaban llevando a cabo una operación de chantaje en nombre de un gobierno extranjero?»», manifestó.
Agregando que “cada persona en Washington, DC, piensa eso. Nunca he conocido a alguien que no piense eso”.
Estados Unidos, sus élites, parecen rehenes de grupos de presión, del Mossad, o de las grandes corporaciones. En base a eso, no gobiernan en favor del pueblo, sino de los grupos que los financian.
La ley del presupuesto, aprobada hace unas semanas, es una muestra. El modelo es cada vez más excluyente, las tensiones raciales, sociales, crecen. Igualmente la desigualdad económica. El sueño americano hace tiempo que se convirtió en una pesadilla.
Y, para colmo de males, la podredumbre del caso Epstein mostró que la crisis moral traía como trasfondo a una élite tomada por el Mossad. Una élite que aplaca violentamente las protestas contra el genocidio en Gaza porque Tel Aviv lo exige.
Una élite que prefiere a sus patrocinadores que a sus compatriotas.
Actúan como una élite de ocupación. Ya son más voces las que se suman a ese descontento, aunque los acusen de antisemitas.
En ese contexto, y más allá de los detalles escabrosos del caso Epstein, de la implicancia de Trump o sus allegados, lo real es que la influencia sionista pareciera tener al mismo presidente norteamericano como rehén del Mossad o sus lobbys.
El descontento crece en Estados Unidos. Y cada vez se le complica más el panorama interno a Trump, hoy convertido en rehén de poderes a los que juró combatir. Mintió en aquello de «Estados Unidos primero».