No hay duda de que las siete elecciones realizadas en la República Bolivariana de Venezuela en estos últimos 365 días, han dejado a las claras que la vigencia y vitalidad del sistema político venezolano es sólido
Cuando el presidente de la República Nicolás Maduro daba su mensaje, el 24 de mayo de 2018, ante la Asamblea Nacional Constituyente, hizo un llamado para el inicio de un proceso de pacificación nacional, absolutamente necesario, en momentos donde la agresión sistemática desde Washington y varias capitales europeas, junto algunos gobiernos de la región, intentaban ni más ni menos que cambiar el régimen político de la República Bolivariana de Venezuela.
En aquel momento, y en honor a la verdad asociada a la Realpolitik, éramos muy pocos los que considerábamos que la solidez de la Revolución Bolivariana y la capacidad de maniobra desde el liderazgo del presidente Nicolás Maduro, no sólo podrían fraguar un proceso de paz duradera, sino además resistir una de las etapas más salvajes de la agresión hacia nosotros que, entre otras cosas, nos ha dejado, al sol de hoy, 1.041 medidas coercitivas unilaterales impuestas; no levantadas oficialmente por parte del Gobierno de Estados Unidos.
El pasado domingo 27 de julio se llevaron a cabo dos procesos electorales en Venezuela para complementar hasta siete en menos de un año, si contamos el tiempo desde la victoria y reelección del presidente Maduro el 28 de julio 2024.
Por un lado, se eligieron 335 Alcaldías y Concejos Municipales mientras que, por otro, se llevó a cabo la priorización de proyectos de la juventud a través de una Consulta Popular Nacional implementada en los 5.300 circuitos comunales, como una de las fórmulas políticas para activar el ejercicio de la democracia protagónica y participativa dispuesto en la Constitución Nacional, dentro de la dualidad de la promoción de la democracia que, en el sistema político de la V República, no se limita a la elección de representantes en los tres niveles político-territoriales.
El resultado del pasado domingo, viene a ser consecuencia del intento del extremismo de convertir el hecho electoral de 2024 en una puerta insurreccional que terminó siendo cerrada por la capacidad del Estado venezolano de responder ante la conjura, y por la respuesta del pueblo venezolano negado, en todo momento, a alterar la paz política y social.
De hecho, a las 23 gobernaciones y Consejos Legislativos Estadales obtenidos por la Revolución Bolivariana el 25 de mayo, se suma la victoria del pasado domingo 27 con 285 Alcaldías a favor de las fuerzas revolucionarias, dejando a las oposiciones en una situación precaria, producto de su fragmentación, fundamentalmente por dejarse conducir por factores extremistas que han dañado de todos los modos sus posibilidades electorales; al procurar fórmulas ajenas a la Carta Magna para acceder al poder político.
Entonces, recordamos aquel proceso de pacificación nacional convocado por el jefe de Estado en 2018, que ha costado muchísimos procesos muy complejos en lo político, e incluso críticos, dadas las amenazas y agresiones directas a nuestro país; pero que finalmente se sellaron el pasado 27 de Julio en una nueva etapa incontrovertible; caracterizada por la derrota de todos y cada uno de los planes del extremismo.
Lo anterior se ha impuesto por la fuerza de los hechos, más allá de las típicas consejas que tratan de tapar el sol con un dedo, o incluso sin dejar de ser lo suficientemente cautelosos ante una cuestión que sigue siendo central en el ejercicio de una política exterior impulsada desde Washington.
Sin embargo, debemos destacar que, más allá del momento actual, para la élite de poder de Estados Unidos; el cambio de régimen político en la República Bolivariana de Venezuela sigue siendo un asunto medular, solo que deseos no preñan y realmente han salido derrotados en todos sus intentos por causarle un daño estructural a nuestra patria.
No hay duda en decir que el actual momento es de una profunda solidez política, incluso muy superior a cualquiera de las etapas de la vida nacional durante las cuales gobernó el comandante Hugo Chávez. El liderazgo del presidente Nicolás Maduro ha sabido derrotar cada una de las conjuras dispuestas para tratar de alterar la estabilidad y paz nacional, dejando en el ejercicio de ese proceso de pacificación que convocó en 2018 a las oposiciones en una situación donde tendrían que remasterizarse si desearan ser una opción real de gobierno o poder en el futuro.
Mientras tanto, la Revolución Bolivariana tiene el reto de desarrollar desde las líneas gruesas de las Siete Transformaciones, y con el ejercicio democrático participativo de las Consultas Populares Nacionales, un proceso creciente de recuperación del estado de bienestar para el pueblo venezolano que resulta urgente pero que también observa algunos resultados positivos, como los que vemos en el crecimiento económico paulatino de nuestro país, así como en la recuperación de la producción petrolera que no cedió un instante, ni siquiera por el bache que representó el limbo de la presencia de la empresa petrolera Chevrón en nuestro país.
De igual manera esta etapa que se presenta a partir de las últimas victorias electorales de la Revolución Bolivariana, da cuenta de la posibilidad de construir un proceso de nuevas mayorías nacionales; si consideramos que más de 6 millones de personas ejercieron el voto el pasado 27 de Julio a favor de los candidatos del Proyecto Histórico Bolivariano.
Esto último no es cualquier cosa, ya que implica la renovación y adecuación del proyecto a las etapas que viene transitando, aprovechando además unos factores opositores que les siguen proponiendo a sus bases poblacionales, saltos al vacío; por supuesto culminando en dolorosas derrotas y trasvases de apoyo como los que estamos observando.
No hay duda de que las siete elecciones realizadas en la República Bolivariana de Venezuela en estos últimos 365 días, han dejado a las claras que la vigencia y vitalidad del sistema político venezolano es sólido, y tiene las capacidades de conducir una nueva etapa de desafíos con muchas oportunidades en el campo político económico y social.
Debemos mantener este sendero sin bajar la guardia ante los enemigos de nuestro país.