Por Federico Ruiz Tirado.- El cartel wanted de película de vaqueros made en un Hollywood en blanco y negro, tiene el rostro (con cabeza) de cada uno de los venezolanos. Pero el aviso ofrece la recompensa de un millón de muertos, que es el promedio del costo en vidas de los países donde intervienen los norteamericanos: Vietnam, Corea, Irak, Afganistán, Libia y otros.
«Se busca» a Nicolás Maduro por el imperio como un delincuente. Los venezolanos que están aquí, y los que están allá, los que votaron mayoritariamente por él y los que votaron minoritariamente por otro, los que se abstuvieron, los civiles y los militares, hombres, mujeres, niños, los pasivos y los que defenderán la patria, los valientes y los cobarde también se buscan. Son dos cortos en un largo metraje donde aparecen, además del Cartel, arsenal de explosivos similares a los de Rambo, Terminator en el Juicio Final o Duro de Matar con el hoy malogrado Bruce Willis.
¿Vivo o muerto?
Recordemos que no hace mucho en Venezuela las políticas sanitarias, las vacunas, la cuarentena, la cobertura, lograron salvar muchísimas vidas en la epidemia del COVID, distinto a lo que sucedió en países vecinos, Colombia y Brazil, donde hubo centenas de miles de muertos.
¿Será que las vidas que no sesgó la epidemia, se las quiere llevar el imperialismo norteamericano y sus aliados apátridas?
Maduro no es sólo él sino lo que representa. Ni es a él sino a todos nosotros a los que buscan y si lo hacen nos encontrarán defendiendo nuestro territorio, nuestro modo de vida, nuestra cultura, nuestro idioma, nuestro pasado y nuestro futuro.
Venezuela cuenta con un antecedente que data de la época de Cipriano Castro, cuando la fuerza norteamericana en la América Latina, mediante la promulgación de la ocurrencia de Roosevelt (1904) y una sustancial enmienda a la Doctrina Monroe por parte del presidente de los Estados Unidos, decidió la invasión naval a costas venezolanas.
Venezuela se mantuvo firme y en permanente defensa. No olvidemos tampoco que el doctor José Gregorio Hernández, para entonces, se sumó a la Milicia venezolana.
EEUU en 1908, con el beneplácito de Gómez, envióa los acorazados USS Maine, USS Des Moines y al crucero acorazado USS North Carolina y así reafirmar la Doctrina Monroe.
Hoy Trump, con el coco fundido, cree que somos Nostromo, o Sulaco, o la Costaguana de la vieja novela de Josep Conrad.
Somos la República Bolivariana de Venezuela, y bolivariana no es un adjetivo. Es verbo y sustantivo de nuestra nacionalidad. Bolívar es sujeto y nosotros el predicado.
La valiente presidenta de México (una vez más México) les salio al paso y negó cualquier vínculo de venezolanos con el cartel de Sinaloa. Agradecemos el gesto de la presidenta, pero con estas palabras va también nuestra total solidaridad que debemos con el presidente y con nosotros mismos.
Que el Eros triunfe una vez más contra el Thanatos.
Recordamos el texto de Alceo ( hacia 600 a.C.) que tradujo del griego Francisco de Miranda y que colocó como epígrafe de su colombeia: «No las piedras duras, robustos leños, ni artificiosos muros forman las ciudades; más dondequiera que hay hombres capaces de defenderse por si mismos, allí estan las fortificaciones, allí las inclitas ciudades».
La incoherencia y el dislate en ese «se busca», no tienen límites.
Simón Bolívar y Hugo Chávez fueron claros: el Libertador dijo: la Doctrina Monroe, advirtió su enfoque expansionista y hegemónico, y proclamó: «los Estados Unidos parecen estar destinados por la Providencia a causar miserias en América en nombre de La libertad».
Si nos buscan, que lo hagan, que nosotros no estamos en la clandestinidad.