
Durante décadas, y en esto debemos ser reiterativos, Washington dominó gran parte de nuestro hemisferio, más allá de sus cañoneras y la hegemonía del dólar, porque colonizaba las mentes de las personas.
Sus laboratorios de ideas, sus intelectuales; sedujeron a millones de personas creando una narrativa idealista respecto al modo de vida norteamericano, al modo de vida occidental.
La narrativa que los presentaba como adalides de la justicia, de la libertad; valores que “universalizaron” como la democracia liberal, fueron asumidos por gran parte de nuestros ciudadanos.
Inclusive, intelectuales que se asumen de izquierda, inconscientemente fueron creando una especie de síndrome y admiten a los norteamericanos como invencibles. Se creyeron aquello del Rambo todopoderoso.
¿Acaso no vieron las imágenes de las tropas estadounidenses saliendo desordenadamente de Vietnam?
¿Acaso no están las imágenes de sus militares y personal civil saliendo despavoridos de Afganistán, hace unos años?
Pero más allá de esas debacles militares, también fueron perdiendo la narrativa porque surgieron otras fuerzas, muy importantes, otros bloques que cuestionan su hegemonía.
Y no sólo hablamos del terreno militar, donde Rusia ya los ha superado en cuanto a tecnología y estrategia militar, allí en Ucrania están las pruebas , donde no es un enfrentamiento entre Rusia y Ucrania, sino entre Rusia y la OTAN, que está liderada por Washington.
Ya sabemos lo que significan los BRICS, que con su innegable peso económico y diplomático ya han superado al tradicional G 7.
Pero más allá de esto, Washington, el Occidente Colectivo todo, pierde la narrativa porque han surgido medios y plataformas comunicacionales que están desmontando eficazmente todas las falsas matrices que por décadas propalaron desde la corporatocracia mediática global.
Medios como RT, Telesur, GGTN, Cuatro F, Hispantv; han puesto en evidencia, por ejemplo, cómo Estados Unidos violó y viola los derechos humanos a escala global. Cómo incumple las leyes que ellos mismos impusieron desde la Segunda Guerra Mundial, a través de la ONU, la OTAN, la OMC; para una convivencia más o menos ordenada.
¿No son las sanciones unilaterales, los bloqueos económicos a Rusia, China, Cuba, Corea del Norte, Irán, Venezuela, entre otros países, violaciones flagrantes a los estatutos de la OMC?
¿No ocurre lo mismo con esas arbitrarias imposiciones de aranceles? ¿Qué fue de la libertad de comercio, del respeto a las normas internacionales?
Estados Unidos, y no sólo ahora con Trump, viene quebrantando esas leyes.
Trump, el Occidente Colectivo, viola también la libertad de información, la libertad de expresión.
Las amenazas contra plataformas alternativas como las arriba citadas se han incrementado en esos países.
Se persigue a sus periodistas, se les amenaza, van contra sus señales, pretenden revocarles sus licencias.
Pero atención, no sólo es contra los medios extranjeros de países antihegemónicos; también contra medios propios que dicen cosas incómodas.
El 25 de agosto se hizo pública la amenaza de Donald Trump contra las cadenas estadounidenses ABC y NBC. Habló de revocarles sus licencias, tras acusarlas de difundir noticias falsas, y calificarlas de «verdadera amenaza» para la democracia estadounidense.
El presidente norteamericano dijo que la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC, por sus siglas en inglés) debía revocar sus licencias. «Son tan sesgadas y mentirosas que representan una verdadera amenaza para nuestra democracia», agregó.
Irónicamente, acciones, actitudes como la de Trump sirvieron de pretexto a Washington para acosar, para sancionar países, para promover golpes de Estado.
El doble rasero, la hipocresía en acción.
Cuando mostramos aquello, golpeamos la narrativa occidental, golpeamos la narrativa del ”sueño americano”.
Cuando mostramos que la administración Trump, en momentos que pretende erigirse como mediador en la guerra entre Rusia y la OTAN, aprobó la venta de 3.350 proyectiles de largo alcance (ERAM) a Ucrania, por un valor de 850 millones, minamos la credibilidad de Washington, hacemos que más y más personas vean la catadura ética de esos señores.
Eso nos lleva a recordar que días antes del ataque israelí contra Irán, autorizado por Washington, funcionarios estadounidenses hablaban de paz con el gobierno de Teherán.
Es un modus operandi que aplican en Washington desde siempre.
Días antes de que se confirmara la venta de esos misiles de largo alcance a Ucrania, Trump cuestionó los ataques del régimen de Kiev contra intereses de Eslovaquia y Hungría, estos últimos miembros de la OTAN desde 1999.
Trump declaró su enfado con Zelenski.
¿Qué había pasado?
Conforme informaron medios de comunicación creíbles, militares ucranianos atacaron el oleoducto Druzhba, que abastece de hidrocarburos a Hungría y Eslovaquia.
Ante ese criminal hecho, Peter Szijjártó, jefe de la diplomacia húngara, señaló que Ucrania había atacado el oleoducto que abastece a Hungría, interrumpiendo el suministro, calificando el acto de «indignante e inaceptable», pues pone en riesgo la seguridad energética de su nación.
En su indignada protesta, el ministro le hizo ver a Ucrania lo temerario de su ataque y le dijo que tomara en cuenta que «la electricidad proveniente de Hungría juega un papel vital en el funcionamiento de su país».
Kiev, con el cinismo que caracteriza a sus dirigentes, se burló a través de su ministro de Relaciones Exteriores, Andrii Sybija, quien escribió: «A Hungría se le ha dicho durante años que Moscú es un socio poco confiable. A pesar de esto, Hungría ha hecho todo lo posible por mantener su dependencia de Rusia… Ahora pueden enviar sus quejas —y amenazas— a sus amigos en Moscú«.
Ante eso, Maria Zakharova, portavoz del Ministerio de Exteriores ruso, calificó a Ukrania como “monstruo inmoral y sanguinario”.
Tres días después, se repitieron los ataques, obligando a nuevos pronunciamientos de los ministros de Asuntos Exteriores de Hungría y Eslovaquia.
«Consideramos absolutamente esencial que la UE se posicione a favor de los intereses de los Estados miembros y de la seguridad energética de sus ciudadanos, incluidos los de la República Eslovaca. Cualquier amenaza a la seguridad energética de nuestro país es inaceptable», dijo el ministro eslovaco, Juraj Blanár.
Bratislava y Budapest exigieron que Bruselas garantice la seguridad del suministro de petróleo, como se les prometió al empezar el año.
Kaja Kallas, vicepresidenta de la Comisión Europea, y Dan Jorgensen, comisario europeo de Energía; indicaron en una carta dirigida a la jefa de la diplomacia europea: «La realidad física y geográfica es que, sin este oleoducto, el suministro seguro a nuestros países simplemente no es posible«.
Hasta ahora esperan una respuesta aceptable.
Ahora, esto tendría un trasfondo, tiene que ver con las objeciones de Hungría a que Ucrania se adhiera a la Unión Europea.
Objeciones que compartían todos los integrantes del bloque europeo, pero que “repentinamente” todos olvidaron apenas se iniciaron las acciones rusas para protegerse y desnazificar a Ucrania.
Y, aquí surge otra arista, Hungría integra la OTAN desde 1999, se incorporó junto con Polonia y la República Checa.
Si Hungría pertenece a la OTAN y Ucrania atacó sus intereses, ¿no es un ataque a un país otanista?
¿No es Hungría miembro de la UE? ¿No deberían reaccionar ambos entes cuando se atenta contra la seguridad energética de un país miembro?
¿No es otra falla en su narrativa?
Aquí el Occidente Colectivo muestra como incumple con sus propios aliados.
¿Para qué integrarte a bloques que no tienen un mínimo de solidaridad con sus propios miembros?
Por eso los BRICS ascienden y el G 7 y la OTAN, se fisuran.
Lo más probable es que pronto veamos aliados del Occidente Colectivo mudarse a los bloques alternativos.
Un último detalle, Trump, que tiene muchos problemas internos, no olvidemos el caso Epstein, sus problemas con la FED, con jueces, con un sector de la comunidad de la inteligencia, con la puja entre lobbys, que lo hacen recular constantemente en sus decisiones, por eso el apelativo de TACO (iniciales en inglés de: Trump Siempre Retrocede); quizá no sea el culpable en la venta de misiles de largo alcance a Ucrania.
Quizá Trump no tenga el poder que pregona para controlar los ataques de Kiev contra intereses húngaros y eslovacos. Quizá alguien más, oculto en la sombra, es quien atiza el conflicto para sabotear los planes del rubicundo personaje de lograr la paz en Ucrania.
Ahí tenemos otra falla en la narrativa de Washington como un ente monolítico.
El Estado norteamericano es un cúmulo de intereses que en algún momento se manejaba como un equipo bien afianzado, pero al surgir fuerzas contrahegemónicas y con un frente interno complicado por las tensiones raciales, por el incremento de las desigualdades sociales, económicas; la llamada unidad muestra sus falencias.
El Sueño Americano no existe. Esa narrativa ya no surte efecto ni para los propios norteamericanos.
Hagamos evidente que Estados Unidos no defiende la paz, no propaga el bienestar entre los países. Ellos viven de la muerte, viven del narcotráfico, aunque pretendan culpar a otros. De hecho, durante el quiebre financiero del 2008, allí están las cifras, su sistema financiero fue reflotado por “dinero sucio” proveniente, en gran parte, del tráfico de drogas.
Ellos viven de la muerte, y lo confirmó Donald Trump, el 26 de agosto, cuando al ser cuestionado por la venta de misiles de largo alcance a Ucrania, mientras el pretende mediar entre Moscú y Kiev, contestó que “ya no financiamos a Ucrania pero les vendemos misiles y equipo militar. Millones y millones. En definitiva, miles de millones de dólares a la gente de la OTAN, vamos a conseguir lo máximo de ellos, y seguiremos haciéndolo”.
Bonita forma de buscar el fin de la guerra. Hagámoslo evidente.