Parece que el ansioso termómetro político de la Argentina, ese que el Gobierno ultraliberal de Javier Milei pretendía marcar fiebre libertaria, tiene un serio problema de calibración. O más bien, se congeló en la Provincia de Buenos Aires. Y no por el frío de la austeridad, sino por el calorcito de una realidad que, ¡sorpresaaa!, no se ajusta a los gritos de la motosierra.
Este domingo, en la provincia más grande e importante de Argentina, Buenos Aires, el ballotage no fue necesario: el peronismo le dio una lección en democracia con más de 13 puntos de ventaja. Sí, tre-ce. Y los resultados son tan claros que hasta el más fanático anarcocapitalista debería entenderlos (si es que deja de gritar un minuto). El peronismo, esa fuerza que desde La Rosada no solo ganó: aplastó. Una ventaja de 13 puntos no es una derrota, es una paliza. Es el equivalente electoral a que te saquen la mufa en tu propia cancha. Algo así como: “No, Javier, no todo se arregla gritando, llorando o echándole la culpa a los dinosaurios del pasado.”
Mientras Milei prometía shock económico, dolarizaciones mágicas y un país donde hasta tu perro tendría cuenta en dólares y se dedicaba a la noble tarea de culpar a la «casta» de todos los males terrenales y extraterrestres, la gente fue a votar con la boleta en una mano y el recibo del alquiler en la otra, si, esa misma gente a los que se les prometió un paraíso de libertad individual y dólares que brincan como canguros, fueron a las urnas y dijeron: «Basta». O más bien, votaron. Y el 46,93% lo hizo por la coalición del gobernador Kicillof, Fuerza Patria. Los libertarios, con su 33,86%, se quedaron mirando desde el segundo puesto, probablemente achacando la derrota a un complot de los planetas o a que los votantes no los entendieron.
Y es que no es muy difícil de entender: cuando pasas de ser el “fenómeno antisistema” a ser “el que gobierna”, la gente ya no te juzga por tus promesas… sino por sus facturas. Y ahí, amigos, el ajuste duele… ¡y bastante
La lectura es tan obvia que hasta duele: la gente no come discursos de guerra cultural, no paga el alquiler con promesas de dolarización, y no se cura con videos de youtubers economistas. La estigmatización feroz, como bien resumió Cristina Fernández, tiene un costo. Atacar a los más vulnerables mientras circulan rumores de nepotismo es letal.
El mapa lo dice todo: 99 de los 135 municipios pintados de peronismo. Es una mancha azul y blanca que le tapa la boca a cualquiera que predijera el arrase libertario. El «tsunami celeste» se encontró con un dique peronista de proporciones históricas y retrocedió.
Así que, Milei, si quieres llegar a octubre con cancha, mejor empieza a mirar menos a la casta y más a la gente… que parece que todavía no entendiste dónde está el termómetro de la realidad y eso… no se dolariza. La realidad, al final, siempre gana por goleada. Aunque no se grite.