I
Los sucesos mundiales recientes, manuales de Gene Sharp y revoluciones de colores mediante, son la atroz constatación de la vieja conseja de que en toda guerra la primera víctima es la verdad. Detrás de esto hay algo más terrible también lleno de verosimilitud: la profesión de la comunicación toma partido en la guerra y emplea su artillería para matar, literalmente, a sus oponentes. Y que conste y lo explicamos: no solo se emplean los contenidos periodísticos para instalar postverdades en la mente de las masas, sino también para matar en el sentido más concreto del término mediante la exacerbación del odio.
II
Desde la guerra hispano-estadounidense por hacerse con el control de Cuba, donde dos malandrines llamados William Randolph Hearst y Joseph Pulitzer (sí, el mismo del premio) publicaban noticias falsas en contra de los non sanctos españoles ha corrido mucha agua bajo el puente mediático. Desde el amarillismo periodístico de entonces ha derivado una sofisticada ciencia de manipulación de las masas que, además de crear estados de conciencia determinados y justificar moral y políticamente el accionar imperial, devienen en enfrentamientos armados acicateados por falsas informaciones que escalan sin obstáculos a feroces hechos de sangre.
III
Citan las fuentes que: “Frederic Remington, un artista contratado por Hearst para proporcionar ilustraciones que acompañaran una serie de artículos sobre la Revolución Cubana, quedó pronto aburrido en Cuba ante la imperante tranquilidad y envió el siguiente mensaje por cable a Hearst en enero de 1897: -Todo está tranquilo. No hay problemas. No habrá guerra. Deseo volver.
La respuesta de Hearst fue: -Por favor, manténgase allí. Usted proporcione las imágenes y yo proporcionaré la guerra”. Hoy editores y periodistas proporcionan la guerra real, no solo la mediática, en abundantes y sangrientas raciones.
IV
El peruano Otto Neustald, junto a su esposa la también periodista opositora Gladys Rodríguez, corresponsal del CNN para los eventos del 11 de abril de 2002, se convierte en protagonista de un hito de la propaganda de guerra en Venezuela, y de la historia de la infamia, cuando admite que grabó un video donde oficiales golpistas anunciaban con antelación los muertos que sus francotiradores emplazados iban a causar.
Estuve con los militares dos horas antes de que se desatara la violencia, eso no lo puede negar nadie porque yo lo tengo grabado, afirmó lo que parecía un contrito Neustald. Luego se dijo y se desdijo.
Otro periodista, Luis Manuel Fernández, quién documentó falsamente el tiroteo de los “pistoleros de Puente Llaguno”, recibió un premio del serenísimo y franquista Rey de España. A este comunicador el monarca no le dijo: “por qué no te callas”.
V
Desde que nos conocemos como “civilización” nos hemos dedicado a matarnos unos con otros. Por eso el día del primer combate nació con quien lo contó el primer corresponsal de guerra.
Estados Unidos permitió a los periodistas que se incorporaran a los pelotones militares en la guerra de Viet Nam. Ni cortos ni perezosos, y con amplias facultades discrecionales, los periodistas documentaronperiodística y fotográficamente las atrocidades que suceden en los campos de batalla. Huidas despavoridas de embajadas, masacres, soldados gringos entregados a la droga y el alcohol, la “Niña del Napalm” que corría desnuda y el disparo en la sien que propinó a un guerrillero un esbirro survietnamita, es decir la derrota estadounidense, sirvió para que la opinión pública norteamericana hiciera presión para que Estados Unidos se retirara humillado del conflicto.
Desde entonces las operaciones periodísticas en los campos de batalla donde participa el imperialismo son rigurosamente controladas para que se difunda en ellas la narrativa adecuada a los intereses invasores. La guerra se ha tornado, salvo algunas filtraciones, en un juego aséptico de Nintendo lleno de fuegos multicolores y los “daños colaterales” son referenciados, cuando es inevitable, como un minúsculo pie de página.
Si, como dice la leyenda urbana, “la traumatología avanza 50 años durante cada guerra”; podemos concluir que la ética en el periodismo retrocede 100 años. O más.
VI
Por cada guarimbero venezolano desplegado en sus santuarios de la derecha hay no menos de 10 periodistas, comunicadores, camarógrafos y/o especialistas en redes sociales armados hasta los dientes de sofisticada tecnología comunicacional. Ni se diga que en los comandos de operaciones que dirigen dichas acciones, quién sabe en qué búnker del país o del extranjero, cientos de especialistas en Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (NTICs) ensanchan la difusión hasta audiencias de número inimaginable y sobreexponen historias cuyo objetivo es imponer su narrativa: el Gobierno del Presidente Maduro reprime mortalmente a “pacíficos” manifestantes. Cada muerto, sin importar el bando a cuál pertenezca, y aún cuando no pertenezca a ninguno, cuenta para las perversas matemáticas de la guerra con esquema sirio que se nos quiere imponer.
VII
Yo mato. Tú matas. Él mata. Nosotros matamos. Vosotros matáis. Ellos matan. Todos nos matamos. Esta terrible conjugación es la praxis que persigue el imperialismo con la operación de sus lacayos locales en Venezuela.
Y aunque sociológicamente no tenemos como pueblo odios ancestrales por religión o raza, la siembra inmisericorde de la discordia trata de horadar nuestra unidad nacional.
Por eso, ante el desinflamiento evidente de su despliegue callejero, la oposición antivenezolana agrega más odio: captan forajidos, jóvenes y niños; los drogan y emborrachan; los arman con explosivos y armas de fuego; los equipan con tablets, GoPros y celulares; y los lanzan a la temeraria aventura de matar o dejarse matar. Su premio: la impunidad, si quedan vivos, con la promesa de participar en el reparto del botín de guerra; o notas de prensa y videos en HD exponiendo su condición de “mártires de la democracia en su lucha contra el régimen” cuando terminan muertos.
VIII
A través de la postverdad, que es la mentira que apela a las emociones y creencias para modelar la opinión, hoy el archipiélago opositor está generando muertos en Venezuela. Emplea para ello a periodistas que, bajo el hipócrita y mimético camuflaje de la “imparcialidad periodística” y con el comando de corporaciones de la comunicación trasnacional, se ceban en la muerte bajo el manto de la impunidad.
“El secreto de la vida es la honestidad y el juego limpio. Si puedes simular eso; lo has conseguido”, dice a propósito el mercenario argentino de la comunicación Jorge Lanata.
Pedro Gerardo Nieves / Cuatro F