Por: Pedro Gerardo Nieves
Una avalancha de leyendas negras se ha venido virtiendo sobre la figura del soldado venezolano, con grado de coronel de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, Vladimir Lugo. Y su condición de oficial de comando de la Guardia Nacional Bolivariana, componente sobre la cual enfilan su maquinaria de intrigas, desata la furia del fascismo opositor.
Que si el tipo es feo, que es represor, que violó la purísima y castísima inmunidad parlamentaria de Su Santidad Julio Borges, que es malhablado, que es morenito tirando a negro, que ¡Válgame Dios, cómo se va a meter con el doctor! conforman los enunciados peyorativos difundidos por los medios y redes sociales que pregonan el odio.
No se le perdona al oficial que haya mantenido su dignidad, y la de su uniforme, ante un riquito perteneciente a las acaudaladas familias que traen niños a este mundo para que hagan lo que les da la perra gana.
El incidente, casi que con precisión cinematográfica, fue grabado y difundido por las redes sociales ya que el coronel, aplicando aquella conseja de que «para lapa madrugadora, perro que duerme en la cueva», no es caído de la mata y tomó sus previsiones. Esa misma previsión fílmica contrarió (por no decir arrechó) a Julio Borges quien reclamó al oficial la grabación. Lugo respondió, mientras casi que le bajaban a su cara unos lentecitios oscuros como en los videos de youtubers, «la salsa que es buena para el pavo, es buena para la pava».
«Yo soy el presidente de la Asamblea Nacional», dijo Borges mondo y lirondo. Y Lugo respondió: «Y yo soy el comandante de la unidad. Usted puede ser presidente de la Asamblea Nacional, pero yo soy comandante de esta unidad militar». Touché.
Si fuera llanero, (y gracias a Dios que no tenemos la desgracia de tenerlo como paisano) Borges habría dicho: Pija cámara, la cochina me salió colmillúa.
Porque el show que pretendía montar, con una catajarra de medios escuálidos al acecho, se les vio completamente descuadernado.
En un país donde el chapeo es casi una institución nacional y donde la opulencia de la oligarquía aplasta a la autoridad, el gesto digno de Lugo es una cachetada de moral contra los truhanes que acostumbran a salirse con la suya. Ni se diga también que opera como una contundente reivindicación del fuero militar, de su autoridad, en un momento donde los aparatos facistas pretenden colgarle a la FANB el sambenito de indignos, represores y otros calificativos que la decencia y el asco nos impiden repetir.
Hoy, cuando los «manifestantes pacíficos» atacan con fuego de morteros instalaciones militares; linchan y queman a inocentes bajo el cargo sumario de «ser chavistas», deguellan motorizados con guayas asesinas también «pacíficas»; y montan rambos en helicópteros para arrojar explosivos y disparar contra periodistas y magistrados, el pueblo valora y respeta el papel de la FANB como vanguardia de contención contra el fascismo que pretende enseñorearse con sus prácticas asesinas.
Y el incidente entre el escriba-fariseo de Julio Borges en ataque contra la decencia, dignidad e institucionalidad de la FANB, pasa a nuestra historia como un acto que demuestran las mañas y procederes de la oligarquía y de los frentazos que se dan cuando se enfrentan al pueblo en unión cívico-militar.