Por: José Gregorio Linares
El hecho de que en la Asamblea Constituyente haya una mayoría de origen popular y de procedencia revolucionaria no es garantía de que en la nueva Carta Magna no será inoculada una dosis del veneno capitalista, rentista, antinacional e imperial. La lucha de clases no cesa. Debemos estar alerta. Actuar con tino y precaución. Evitar los descuidos, los apresuramientos y la ingenuidad. El enemigo no descansa y hace uso de todas sus cartas. Una Asamblea Nacional Constituyente es, por consiguiente, un escenario para el debate y la confrontación. Un campo de batalla donde combaten fuerzas contrapuestas en disputa por el Poder.
En esta nueva Asamblea también se enfrentan: el Estado Liberal Burgués contra el Estado Comunal; la amenaza imperialista contra la soberanía nacional; los de pobres de esta tierra contra la oligarquía del dinero; el Poder Constituyente contra la institucionalización del Poder; la Cultura de la muerte y la tristeza contra la Cultura de la alegría y la vida; la voluntad de destrucción contra los poderes creadores del pueblo, la “guerra incivil” contra la paz entre hermanos, el socialismo contra la barbarie, la esperanza contra el desaliento.
La derecha imperial y sus inquilinos criollos se oponen a la realización de esa máxima expresión de democracia que es la Asamblea Nacional Constituyente. Saben que allí se juegan sus prebendas y privilegios. Se plantean el boicot. Para ello acuden internamente a los más oscuros procedimientos fascistas y a los más sagaces artificios; y externamente a alianzas con naciones extranjeras que se prestan para el agavillamiento contra los pueblos que luchan por su soberanía, y al chantaje contra quienes establecen relaciones con nuestra patria.
Hay que dar la batalla. Lo que se decida en la Asamblea tiene mucho que ver con lo que acontezca en la calle y con lo que ocurra en el mundo. Por eso hay que demostrar contundentemente que “las calles son del pueblo, no de la oligarquía”. El hemiciclo es el espacio simbólico para el debate; pero las verdaderas discusiones se desarrollarán allí donde está el pueblo constituyente y la Nación soberana diagnosticando sus problemas y proponiendo soluciones a sus necesidades.
Asimismo, hay que ganar a la opinión pública mundial para la defensa del derecho de los venezolanos a la autodeterminación. La campaña mediática internacional es despiadada, pero en cada una de esas naciones donde hablan mal de nosotros hay pueblos que padecen: no creen en las opiniones de sus verdugos, y ven en Venezuela una esperanza. Además, están los países no alineados y los gobiernos amigos. Con ellos hemos establecidos fuertes lazos de solidaridad, que es la ternura de los pueblos. No estamos solos.
En este contexto, de parte nuestra la imposición está descartada de antemano. Es la hora de la palabra y su poder desencadenador de voluntades. Es el momento de concientizar y sensibilizar; de ejercer la hegemonía, entendida como la capacidad de convencimiento y seducción a favor de los proyectos que defendemos. Es la oportunidad de aventajar con argumentos al contrincante, de vencerlo en el terreno teórico y moral. De lo contrario, nuestros adversarios podrán repetirnos las palabras de Don Miguel de Unamuno: “Venceréis; pero no convenceréis, porque para convencer hay que persuadir”.
En esa línea de conducta andan muchos de los camaradas que hoy son constituyentistas. Son “soldados de la palabra” que levantan “trincheras de ideas”. Enarbolan con firmeza las banderas del Poder Popular, la Independencia de Venezuela y el Socialismo Bolivariano. Asumen su rol de pedagogos-comunicadores-agitadores. Su voz se escucha allí donde están las masas. Su mensaje se difunde a través de las redes populares. Resuena en la mente y el corazón de los humildes. Es Poder Obediencial: recoge los anhelos e ideales del pueblo constituyente y la nación soberana e insurrecta. Crea un permanente flujo de comunicación bidireccional entre el pueblo y sus voceros. Ahora ocupan una curul, pero no están allí para apoltronarse.
Son muchos los aportes que estos voceros y voceras del Poder Popular llevarán a este escenario de lucha y reflexión que es la Asamblea Nacional Constituyente. En las calles y plazas expondrán sus puntos de vista y discutirán libremente; a la Asamblea llevarán el fruto de estos debates. Las palabras son sus armas; sus proyectiles, las ideas. Se han propuesto aplicar la divisa de Simón Rodríguez: “Instruyamos al pueblo con nuestros debates”. ¡Vencerá la Palabra!