Vendepatrias no, luchadores por los derechos humanos
Pocas veces como ahora ha quedado tan claro que la cúpula del antichavismo es estructural y genéticamente vendepatria.
Todo el país (y el mundo) los vio y los sigue viendo haciendo gestiones para que otras naciones tomen medidas contra el país presuntamente suyo. Muchos de esos dirigentes han pasado más tiempo fuera de Venezuela, pidiendo sanciones económicas e intervenciones armadas, que adentro, cumpliendo sus responsabilidades o haciendo trabajo político con sus bases.
Al anunciarse las arbitrarias sanciones de Estados Unidos contra la economía venezolana, a la pandilla que dirige la MUD no le quedó más remedio que felicitar a Trump. ¿Qué más podían hacer si fueron ellos quienes le rogaron que tomara esas medidas? Pero, para no quedar tan feo ante sus compatriotas (es un decir), han hecho grandes esfuerzos de lavado de imagen. En un comunicado que entró, sin necesidad de muchos trámites, a la antología del antinacionalismo depravado, justificaron su actitud diciendo que ante una dictadura oprobiosa y en ejercicio de la defensa de los derechos humanos, ellos aprueban las sanciones de quien sea.
Es obvio que la imagen, a pesar de las poderosas lavadoras diplomáticas, les quedó percudida… ¿o será mejor decirle percusia?
“Siempre hemos creído que la salida es electoral”
La colectividad nacional repudió inequívocamente la violencia que la élite opositora instauró en el país durante cuatro meses. Hasta las propias bases antichavistas reaccionaron contra el desmadre que causó más de 130 muertes, miles de lesionados, cientos de detenidos y gravísimos daños materiales a bienes públicos y privados.
La mejor prueba de ese repudio firme fue lo ocurrido el propio 30 de julio, cuando el pueblo se plantó frente a las pretensiones de impedir el acto electoral.
Luego de recibir esa lección de democracia, el liderazgo mudista quiso limpiarse las manchas de sangre, de pólvora y de excrementos envasados. Para ello salieron a decir que ellos, en realidad, siempre han creído que la salida del país es electoral. El acto de cinismo es peor que todas las manchas juntas. No hay detergente capaz en este caso.
Tintori, buena esposa y mejor nieta
A la esposa de Leopoldo López, figura internacional de la oposición durante varios años, la pillaron con las manos en la masa. En tiempos en los que hay que rezar a todos los santos para que un cajero automático te dé algo de efectivo, y cuando hasta en las taquillas del banco te ponen límites para los retiros, a la señora Lilian Tintori le encontraron 200 millones en billetes nuevecitos.
De inmediato se aprestaron a lavarle la carita de niña buena, tarea en la que participaron no solo los expertos locales, sino también los españoles, alemanes, ingleses e italianos. Simultáneamente, los medios opositores internacionales se esforzaron con dosis adicionales de jabón para presentarla como la pobre víctima que solo trataba de cuidar a su abuelita. Francamente, por los olores que se perciben, incluso desde lejos, esta vez la dama no quedó bien bañada.
Sacúdanse a Wuilly
La oposición, cuando trata de limpiarse, toma medidas drásticas, como echar a cierta gente al cesto de la ropa sucia o directamente al pote de la basura. Esa suerte le correspondió, por ejemplo, al músico Wuilly Arteaga, quien pasó de concertino de las guarimbas a patético personaje injuriado hasta por su madre. La operación de sacudirse a Wuilly se realizó mediante una clásica jugada mediática de “te elevo hasta lo más alto y luego te dejo caer”. Al violinista lo convirtieron primero en héroe y en mártir, lo llevaron a codearse con la flor y nata de la farándula mundial. Luego, cuando el chico no siguió la partitura que le habían dado y cantó la verdad (aunque no es cantante, sino instrumentista) los mismos que lo pusieron en el pedestal, se encargaron de publicar venenosos trabajos “periodísticos” en los que hasta se divulgan informaciones confidenciales acerca de su salud mental y sus preferencias sexuales. Quién lo hubiera dicho, Wuilly: terminaste siendo víctima de una puputov.