Por Mercedes Chacin
«A Maduro le están cayendo a cobas», me dijiste la última vez que hablamos de la «situación del país por teléfono. “¿Por qué le dejan decir al Presidente que hay que usar el pago electrónico? ¿No sabe que los puntos no funcionan? Antes de mandarnos a usar el dinero electrónico deben asegurarse de que haya suficientes puntos, que la telefonía funcione bien. Eso no va a resolver el tema de la ausencia de efectivo porque por ahí nos están jodiendo por dos lados: los corruptos y los conspiradores. Los banqueros son conspiradores por naturaleza y los corruptos los ayudan con su ineficiencia porque no solo son corruptos, encima, son ineficientes. Unas lacras”.
También hablamos ese día de la página web de Epale CCS y de la edición aniversario de la revista que circula, por cierto, el domingo 1 de octubre de 2017. Nunca pudo ver la página web como quería. Sin errores. Era tremendamente acuciosa. Cuando decía que el burro era negro era porque tenía los pelos en la mano. La mayoría de las veces, cuando armaba un peo por trabajo, tenía razón. Y tenía razón no porque fuera una genio, ni porque fuera poseedora de la verdad absoluta, sino porque antes de armar el peo se aseguraba de identificar bien donde estaba la falla. De quién era la responsabilidad. Si era individual o colectiva. Por eso era tan terca. Era terca, graciosa, inteligente, bonita, solidaria, tierna, amorosa, leal. Una caraja bien de pinga con quien tuve el honor de compartir unos cuantos años de mi vida.
Vivía para viajar. Quería vivir un año afuera. En cualquier parte, me dijo. Aunque tenía en mente un pueblito de Italia. Tenía muchos planes. Teníamos muchos planes. Planes de ser amigas un rato más. Me decía que en un par de décadas nos encontraríamos en la bailanta de salsa de los adultos mayores de la plaza San Jacinto. Ya no estarás tú, tampoco sé si yo, pero te prometo echar un pie en tu nombre, querida amiga.
Encaraste la enfermedad esa de mierda con valentía. Te preparaste. Estudiaste. Trataste de protegerte trabajando tu mente. Sabías lo que podía pasarte. Sabías que lo que te pasó, que el animal ese “migrara” de las mamas al hígado era un riesgo mortal. Y eso fue lo que sucedió, ¡Carajo! Me lo dijiste tranquilaza. Pero sé que tenías la seguridad de poder vencerlo aun con tu método mixto: usar quimioterapia y medicina alternativa. Varias veces me mencionaste el caso de Steve Jobs. “Ese pana no ha debido quedarse solo con la medicina natural. Hay que hacer las dos cosas. Sanar al cuerpo y atacar el cáncer con la horrible quimioterapia”. A mí me pareció un buen método.
Te fuiste sin despedirte. O tal vez sí lo hiciste. El día de mi cumpleaños me abrazaste tres veces cuando te ibas. Me pareció que te despedías. Desde la puerta de mi apartamento hasta la reja de la salida a la calle. Te confieso que me preocupé. Pero te vi tan llena de vida que fingí demencia. Pensé que volvería a verte.
Cuando la muerte quiere golpear, golpea. Habíamos planeado ir a visitarte a Boconó, en octubre, donde estarías cumpliendo con una parte de tu “mocho” de método para sanar. Viajes de sanación los llamamos. No sanaste. La muerte siempre tan sorprendente, tan traicionera. Tan muerte. Mientras viva, te extrañaré.
A Yanira Lucía Albornoz Ríos la velaremos desde hoy viernes 22 de septiembre en la Capilla Provenzal de la Funeraria Valles.