El mayor mérito que han logrado Snowden, Assange y Wikileaks, con la impresionante publicación de millones de documentos “secretos” de los organismos de inteligencia del más nefasto imperio que haya existido en toda la historia de la humanidad, es que a la opinión pública mundial ya no le quedan dudas de la recurrente actuación forajida, criminal, perversa y dolosa del gobierno de Estados Unidos. Estamos frente a una flagrante violación de los derechos fundamentales de millones de ciudadanos (estadounidenses y extranjeros), gobiernos (aliados y enemigos), organismos internacionales (como la propia ONU) y hasta empresas y corporaciones a escala mundial.
La masiva vigilancia cibernética se creó con la excusa de descubrir y anular a los “potenciales” fanáticos y grupos terroristas. El espíritu original de la ley autorizaba el espionaje sobre cualquier ciudadano extranjero alrededor del mundo, pero la “curiosidad” (voracidad) de los aparatos de inteligencia terminó por tragárselo todo, hasta incluir al 100% de los ciudadanos norteamericanos. Incluso, las publicaciones han permitido constatar que alrededor del mundo no se ha salvado nadie, ni siquiera líderes políticos aliados, como la canciller alemana Ángela Merkel.
Snowden hizo público el gigantesco y monstruoso método de vigilancia cibernético, que incluye desde las líneas telefónicas hasta las redes sociales. Develó el mecanismo de funcionamiento del programa “Informante Sin Límites”, creado por la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) para la localización masiva de datos; y más nefasto aún, el programa “PRISM”, mediante el cual recogen absolutamente todas las comunicaciones privadas de los clientes de las grandes empresas de telecomunicaciones como Verizon, IBM, Cisco, AT&T, AOL, Apple, Microsoft, Motorola, HP, Intel, Google, Yahoo!, Facebook, YouTube y Skype…
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Richard Canan / Redacción Web.