Hace 200 años, el presidente James Monroe dio su célebre discurso donde formuló la doctrina de expansión y dominación hemisférica de los EEUU. Ante la propuesta de Inglaterra y Francia de hacerle frente a España y sus menguadas posesiones coloniales, optó la potencia emergente del norte por declarar que el continente no aceptaría injerencia de potencias extranjeras. “América para los americanos” decretaron y, con ello, instauraron una política de creciente dominación sobre las jóvenes Repúblicas surgidas de la guerra de independencia americana.
Esto se inspiraba en el tristemente célebre Destino Manifiesto del s. XVII, que alimenta la rapacidad expansionista yanqui sobre la base de supuestas facultades divinas para llevar la libertad y la civilización a otras naciones. De hecho, el redactor de la constitución estadounidense, el esclavista Thomas Jefferson, hablaba claramente de la necesidad de crecer, tragándose otros territorios.
El peligro del incipiente imperialismo estadounidense ya había sido advertido por el Libertador, Simón Bolívar: “Los EEUU están destinados por la providencia a plagar la América de miseria en nombre de la libertad”.
La profecía del Libertador se cumplió dramáticamente. En los últimos dos siglos no hay nación del “patio trasero” de los yanquis, que no haya sido víctima de alguno(s) de sus expedientes neocoloniales: invasión miliar, golpe de Estado, guerra civil, colosales despojos territoriales, chantaje y bloqueo económico, saqueo de los recursos naturales, explotación y represión de los pueblos cuando ha sido necesario aplacar rebeliones… Los gobiernos “nacionales”, dictaduras o dictablandas, en su mayoría han sido apéndices de los propósitos de dominación estadounidenses. La dominación cultural y comunicacional ha sido casi absoluta.
De ahí, el legado bolivariano de unidad latinoamericana y caribeña para poder resistir los embates de viejos poderes coloniales y nuevos imperios; para hacer contrapeso a la voracidad de la potencia imperial del norte, consolidar la independencia y alcanzar el desarrollo.
Con el crecimiento de los EEUU al nivel de la primera potencia mundial, la Doctrina Monroe alcanzó dimensiones universales. Inició invasiones en todo el planeta. Llenó al mundo de bases militares. El mundo entero fue testigo de sus de sus políticas intervencionistas y sus sanguinarias tropelías. Trasladó la Guerra Fría al continente, convirtiéndola en el chivo expiatorio de los crímenes más horrendos contra los movimientos populares.
Este expansionismo se convirtió en hegemonía unipolar después de la trágica desintegración de la Unión Soviética. En este escenario, los inescrupulosos actos de terror y de conquista made in USA no tenían frontera. Los supremos “intereses nacionales” de los EEUU se imponían a sangre y fuego con las injerencias más grotescas y brutales.
Sin embargo, la historia de la Doctrina Monroe no ha sido solo sometimiento y atropellos. El imperialismo ha sufrido en nuestra región históricas derrotas, dentro de las cuales destacan especialmente cuatro. Por una parte, está la histórica victoria del pueblo nicaragüense encabezada por Sandino, que expulsó del suelo patrio a los marines. Asimismo, tenemos la victoria luminosa de la revolución cubana, que le arrebató el poder a una marioneta yanqui, derrotó la invasión de mercenarios en Playa Girón y ha resistido más de 60 años del criminal bloqueo. Y, finalmente, encontramos las esplendorosas victorias antiimperialistas de la revolución bolivariana en todos los frentes de la lucha revolucionaria.
En este contexto, no podemos olvidar la gran victoria colectiva de los pueblos latinoamericanos y caribeños cuando se unieron e hicieron fracasar al ALCA, que en su momento constituyó el principal proyecto del imperialismo para la dominación y saqueo de las transnacionales en el continente.
Pero no solo han sido las grandes victorias de nuestros pueblos, lo que ha puesto en evidencia, que el poder del imperialismo estadounidense ya no es inexpugnable. En el mundo se producen cambios muy importantes. Ha surgido un mundo multipolar, que se consolida con el fortalecimiento de nuevas potencias y ejes de poder. Ya los EEUU no están en capacidad de imponer su voluntad ni siquiera utilizando los métodos más brutales. Nuevos principios de respeto a la soberanía, cooperación, multilateralismo, convivencia pacífica y seguridad compartida se han venido consolidando en las relaciones internacionales.
El imperialismo en su profunda crisis emplea violentas agresiones para compensar su debilitamiento, pero la unidad de los pueblos y los gobiernos, que buscan un nuevo orden mundial multipolar, han asumido definitivamente la iniciativa histórica. La Doctrina Monroe no está muerta, pero sin duda transita una inexorable decadencia histórica.