Últimamente, se ha hablado hasta el cansancio de que en Argentina y también en otros países latinoamericanos están en pugna permanente dos modelos de país. Uno el ligado a los que saquean el país en complicidad con agentes externos vinculados a las multinacionales y por ende, al gobierno de Estados Unidos y de la Unión Europea. Y otro modelo, generado desde las reivindicaciones sociales y políticas de los más humildes, de trabajadores y trabajadoras, de los estudiantes, de los pequeños y medianos empresarios.
No es una división inventada ni setentista o noventista, sino que responde a la realidad de la foto que, el pasado jueves 6 de abril, vivió la Argentina de punta a punta. En el mismo instante que el país se hallaba paralizado, que las calles mostraban un aspecto totalmente desusado para un día de semana, en que no funcionaban ni omnibus, ni taxis, ni aviones (hace décadas que el Aeropuerto Internacional de Ezeiza no cierra sus puertas, como ocurrió en esta ocasión), el presidente Mauricio Macri inauguraba el Foro de Mini-Davos (variante latinoamericana del Foro Económico Mundial) y en una clara demostración de que el gobierno es solo para los ricos, se complacía porque allí, en pleno centro del ultraelitista Puerto Madero, “estaban todos trabajando”. A partir de ese mal chiste, todo lo que salió de su boca fueron lisonjas y obsecuencias para los mil “ilustres” visitantes, todos ellos vinculados a países y empresas que saquean y devastan todo lo que se les pone a mano.
Como Menem en los 90, que creía que la Argentina era un país del Primer Mundo, Macri, en 2017, habla de “la cuarta revolución industrial para una Latinoamérica inclusiva”, siguiendo el libreto que Washington impone a sus obsecuentes discípulos. ¿Se lo creerá o quiere ponerse a tono con sus “colegas”?
Puertas afuera de ese festival para los ricos del mundo, se escuchaban gritos, maldiciones, y hasta estribillos que demostraban que el Presidente está peleado indefinidamente con la verdad “que es la única realidad”. Afuera estaba el paro, Macri, el que usted dice que no existe porque sus secuaces del mini-Davos están “trabajando”. Precisamente, esos personajes de trajes oscuros y rostros de nada o menos que nada, que no dudarían en rociar de glifosato o destruir territorios enteros para fortalecer sus ganancias en el “mundo subdesarrollado”, no parecen los mejores consejeros…
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Carlos Aznárez