Fue el propio Lula Da Silva en su discurso, luego de asumir la Presidencia de la República Federativa del Brasil, quien dejó ver con claridad un contexto nada sencillo en el cual la democracia se pone en riesgo:
“La democracia fue la gran victoriosa de nuestra elección, superando la mayor movilización de recursos públicos y privados que se haya visto. Enfrentamos las más violentas amenazas a la libertad del pueblo, la más abyecta campaña de odio elaborada para manipular al electorado. Sobre los vientos de democratización, decimos ‘dictadura nunca más’. Hoy debemos decir ‘democracia para siempre”.
Y es que la llegada de Lula Da Silva al Palacio de Planalto no puede significar otra cosa para América Latina, y para ese pueblo, sino un buen arranque de un 2023 lleno de desafíos; sin embargo, no todos piensan lo mismo; comenzando por quienes desde Washington muestran incomodidad por el relacionamiento posible de una región cada vez más renuente a reacomodos sumisos en torno a fórmulas neocoloniales.
Todo este proceso de juramentación se llevó a cabo en medio de contrastes evidentes.
Por un lado, un Jair Bolsonaro derrotado y negado a reconocer el resultado electoral, al punto de salir horas antes de la entrega del Poder hacia EEUU dejando en su Vicepresidente, Hamilton Mourão, el proceso de traspaso constitucional, para luego desde La Florida instrumentar un plan parecido al de su ídolo Donald Trump, quien en 2021 aupó la irrupción de sus partidarios en el Congreso de EE.UU.; cuestión que ha sido catalogada allá de intento de golpe de Estado.
Buscando todo tipo de excusas, y construyendo maniobras de desconocimiento de la victoria del candidato del Partido de los Trabajadores; Bolsonaro trató de imponer una lógica muy venida a acción común en las derechas del continente; quienes lejos de mirar sus propios errores políticos buscan formas de desconocer sin mayor base procesos electorales incuestionables, procurando con violencia política escamotear sus resultados o promover un estado latente de tensión política que impida a Lula desarrollar en paz y estabilidad su programa de gobierno.
He allí el principal contraste entre ambos sectores, que sin duda alguna y en este contexto devienen en un escenario polarizado en el gigante del Sur. Lula Da Silva se presentó al Congreso de Brasil y luego a la explanada hacia Planalto acompañado de un mar de pueblo renovado en esperanzas, no aéreas o carentes de contenido político, sino de elementos concretos de un programa de gobierno cuyo centro es la gente, el pueblo, especialmente el pueblo pobre que contó con la mano y acción decidida de este obrero metalúrgico que por tercera vez llega al poder político democráticamente.
El mensaje del hoy Presidente de más de doscientos millones de brasileños y brasileñas lo enfatizó abiertamente:
“Hoy, nuestro mensaje para Brasil es de esperanza y reconstrucción. El gran edificio de derechos, soberanía y desarrollo que esta nación levantó a partir de 1988 ha sido sistemáticamente demolido en años recientes. Vamos a dirigir todos nuestros esfuerzos para reconstruir ese edificio de derechos y valores nacionales (…) Asumo el compromiso de cuidar de todos los brasileños y brasileñas y de acabar con el hambre. Sacaré a la gente de las colas en las carnicerías para pedir huesos para comer. Lejos de cualquier nostalgia, nuestro legado será el espejo del futuro de lo que vamos a hacer por nuestro país (…) Debemos luchar con todas las fuerzas contra todo lo que hace tan desigual a Brasil. Debemos formar un frente amplio que involucre a toda la sociedad en la lucha contra la desigualdad. Es un tiempo de unión y reconstrucción de nuestro país. Hago un llamado para tener un país más justo y democrático. Pido a cada uno de ustedes que la alegría de hoy sea la materia prima de la lucha de mañana (…) Vamos a recomponer el presupuesto para la educación, vamos a invertir más en universidades, en escuelas técnicas, en la universalización del acceso a internet y en la ampliación de las guarderías y la educación de tiempo completo”.
Los seguidores de Bolsonaro, simplemente en repliegue, decidieron andar el proceso del golpe suave contra el ahora Presidente de Brasil, dentro de un plan que incluyó la salvaje agresión a las sedes institucionales en la Explanada de los Tres Poderes; donde asaltaron las cámaras del Congreso, el Supremo Tribunal Federal y el Palacio de Planalto, sede del Poder Ejecutivo.
Tal cosa sería imposible sin el contubernio entre estos factores fascistas y nexos institucionales de innegable fuerza, dado el resultado electoral que dejó a un Bolsonaro con buena parte del Congreso y también gobernadores, colocando los graves sucesos del 8 de enero como un punto de partida conspirativo y no como un punto de llegada; amparado además en una polarización política y social evidente.
Apenas la llegada de Lula al poder ya ha puesto buenos indicios de su voluntad, no solo de trabajo en torno a los problemas más sentidos del pueblo brasileño, expresada con fuerza en su mensaje; sino en torno a una construcción regional cada vez más necesaria, viendo las dificultades generales causadas en América Latina por diversos factores; pero con la economía en el centro.
El retorno a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños CELAC es apenas una de tantos asuntos de la agenda regional que promueve un liderazgo brasileño más activo en torno al debate y consenso y no al conflicto como caracterizó a la ola de gobiernos derechistas que solo enfocaron sus agendas hacia el derrocamiento del gobierno de Venezuela, desde una instancia digitada por la Casa Blanca y denominada con el eufemismo «Grupo de Lima», hoy completamente extinguido.
También se observa un cambio sustancial en la política exterior hacia la República Bolivariana de Venezuela con el regreso formal de nuestra sede diplomática y la clara posibilidad de avanzar en la misma dirección de trabajo que ha marcado el relanzamiento de la relación con la República de Colombia.
Signos positivos de que, sin embargo, y al generar incomodidades, tendrán que sortear todo tipo de obstáculos, por lo cual mantenerse alerta es el consejo principal.