Europeos otanistas toman de su propio veneno
Francia enguarimbada
El asesinato de un adolescente identificado solo por su nombre, Nahel, a manos de la policía ha desatado las protestas en París y otras localidades francesas; con una consecuente ola represiva, ante la cual la llamada “comunidad internacional” calla y otorga.
Los disturbios han derivado en miles de detenciones, personas heridas, saqueos a comercios y daños a la propiedad privada y pública. Simbólicamente, han sido una ruptura del ambiente de paz y concordia que los voceros de la Unión Europea atribuyen a sus países; en particular cuando los comparan con las regiones pobres del mundo.
Los acontecimientos ponen de manifiesto, además, las enormes desigualdades existentes en esas sociedades del norte global, donde las masas de trabajadores y desempleados apenas sobreviven, mientras las élites y algún segmento de la clase media disfrutan de la opulencia.
La cobertura mediática de los sucesos refleja, asimismo, la doble moral de la maquinaria comunicacional del capitalismo hegemónico: los mismos órganos de difusión masiva que han glorificado las protestas violentas y elevado al sitial de héroes a sus protagonistas, cuando estas ocurren en Venezuela (por ejemplo), se ponen muy estrictos con los manifestantes franceses, a los que acusan de terroristas, infiltrados y resentidos.
Macron culpa a las redes sociales
Acorralado por las protestas, el presidente francés, Emmanuel Macron, ha optado por exponer la tesis de que las redes sociales han operado como un mecanismo de expansión de la violencia.
Es el mismo argumento que han presentado antes otros mandatarios, en particular los del sur del planeta, sometidos a las “revoluciones de colores” planificadas en Estados Unidos y la misma Unión Europea. La única diferencia es que ahora lo sostiene un presidente francés en apuros y, por eso, la maquinaria mediática le otorga espacio y tiempo.
Macron exigió a los responsables de las redes sociales Snapchat y TikTok que eliminen el “contenido más sensible” relativo a las protestas que sacuden a Francia, una solicitud que sería considerada violatoria de la libertad de información si fuese hecha por un presidente asociado a la izquierda, como Nicolás Maduro, Gustavo Petro, Luis Arce, Daniel Ortega o Miguel Díaz-Canel.
“Las plataformas y las redes sociales juegan un papel considerable en los movimientos de los últimos días. Hemos visto en varias de ellas, Snapchat y TikTok, tanto la organización de manifestaciones, como una forma de mimetismo de la violencia”, se quejó Macron, perteneciente a la misma élite francesa que ha promovido y legitimado acciones del mismo corte en países de África, Asia y América Latina.
La presión migratoria
En medio de las refriegas de París y otras ciudades ha surgido, como era normal esperar, el temible espectro del racismo. La derecha recalcitrante y supremacista afirma que eso está ocurriendo en Francia debido a la población extranjera que reside legal o ilegalmente en ese país.
Esos sectores empiezan a ver los sucesos como una oportunidad más para desatar una limpieza étnica en el “jardín europeo” del que habló el nefasto Joseph Borrell. No será de extrañar si en los próximos días comienzan a producirse eventos de esta naturaleza, no sólo en Francia, sino también en otros países.
Paralelamente, se hacen de lo más “normales” los asesinatos en masa que se están perpetrando en los mares que rodean a Europa y sus posesiones remotas. A la denegación de auxilio a embarcaciones en peligro de zozobrar, algo de por sí monstruoso, se le han sumado ahora acciones directamente orientadas a hundir los endebles medios de transporte de los migrantes, como ocurrió recientemente en una zona bajo control del gobierno ultraderechista griego.
Sancionadores sancionados
Los países de la Unión Europea han sufrido, por más de un año, las consecuencias de que sus gobiernos sean obsecuentes ante la política guerrerista de Estados Unidos. Todos han experimentado efectos perversos, sobre todo en la economía. Varias de esas naciones están ya en recesión o al borde de ella.
Sin embargo, el afán de aplicar “sanciones” a Rusia y Bielorrusia, sigue adelante. El ministro del Interior de Polonia, Mariusz Kaminski, informó que se habían añadido los nombres de 365 bielorrusos a la lista de sancionados, entre ellos 159 parlamentarios, y que se había procedido a congelar sus recursos financieros y económicos. Igual pasó con 20 entidades y 16 ciudadanos rusos».
Los mismos medios de comunicación que reseñan esto como una medida justa y legítima, armaron un gran escándalo cuando Moscú anunció que prohibía la circulación de camiones matriculados en Polonia; que venían transportando mercancías diversas en territorio ruso.
Es de suponer que, dentro de poco, los afectados por esta medida (empresas y conductores polacos) empezarán a protestar por unas medidas coercitivas unilaterales que siempre terminan teniendo el efecto de un bumerán. Entonces habrá quien recuerde otra frase de Borrell: “Las sanciones son un veneno de acción lenta”.