La historia que se está escribiendo a nivel global, la que escribimos, y que en estos momentos tiene varios protagonistas; aunque muchos no tengan conciencia plena del rol que juegan o deben jugar, nos está presentando capítulos interesantes, peculiares. Hay actores que no aprenden, o no quieren aprender; que la historia actual se está reescribiendo con otros conceptos, con otros paradigmas.
Eso es lo que pasa con los burócratas de la Unión Europea (UE).
Con la pompa que suelen utilizar, que antes tanto impresionaba a representantes de África, Asia, América Latina, montaron la escenografía para la Cumbre UE-CELAC.
Invitaron a todos los adscritos en ambos entes. Se diluyeron las pretensiones de quienes querían excluir a Cuba, Nicaragua y Venezuela. Allí empezó el triunfo latinoamericano.
Pese a ello prosiguieron, guardaron las formas, aunque los sectores subhegemónicos del Viejo Continente, (el hegemónico pleno está representado en Washington, los europeos son sus subordinados) hubieran preferido ahorrarse el trámite, cuando los latinoamericanos no aceptaron la presencia de Volodìmir Zelenski en la cumbre.
La explicación de los voceros de la CELAC fue lógica, coherente: si vamos a reunirnos para regularizar relaciones comerciales, políticas, diplomáticas, ¿qué objeto tendría tratar ese tema? Porque, además, Ucrania no es miembro de ninguno de los bloques.
Entonces, muchos percibieron, percibimos, que el evento (más allá de la intención europea por acercarse a Latinoamérica, sobre todo en momentos que pierden peso e influencia en el mundo) parecía que lo hicieron para agradar a alguien, por hacerle el mandado a alguien.
¿Cuál mandado? Posicionar a la CELAC contra Rusia en este conflicto de la OTAN contra el gigante euroasiático.
Insistieron en eso, pese a que la posición latinoamericana desde un principio ha sido de buscar la paz negociada, basada en la Carta de ONU.
Otro fin: crear rencillas entre Rusia y Latinoamérica. Intentaron sumar apoyos para su guerra contra Moscú, eran los dos objetivos centrales de la UE. Aunque podríamos afirmar sin temor a equivocarnos, que ese era el objetivo transmitido desde Washington. El proceder de los dirigentes europeos así lo demuestra.
Igual percepción se tiene en Rusia. Así lo hizo ver María Zajárova, portavoz del Ministerio de Exteriores ruso. El 20 de julio, ante diversos medios internacionales, dijo que la Unión Europea buscaba sembrar la discordia entre América Latina y Rusia en la Cumbre entre la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC) y la UE, celebrada en Bruselas.
«¿Cuál es el objetivo (de la cumbre)? (…) Solo hay un objetivo: enemistar, crear dificultades en la comunicación entre Rusia y América Latina», aseveró.
En otro momento de su encuentro con la prensa, Zajárova manifestó que Europa aprovechó la reunión con América Latina para no discutir las «formas de resolver la crisis ucraniana, sino para imponer el punto de vista occidental y obligar a los latinoamericanos a aceptarlo».
Ante ello, dijo que Rusia y Latinoamérica están unidos por antiguas tradiciones de amistad, cercanía cultural y cooperación mutuamente beneficiosas. “Aquellos que pretendían sembrar la discordia entre nosotros no lo han conseguido ni lo conseguirán», aseguró.
La mencionada arrogancia europea, que en la cumbre apareció con cortesías sobreactuadas, pretendió manipular a dirigentes de este lado del Atlántico, que son producto de procesos políticos incubados a principios del siglo 21, aupados por dirigentes con poderosos liderazgos y visiones de unidad y soberanía latinoamericanista, como Hugo Chávez, Néstor Kirchner, Rafael Correa, Lula.
Precisamente este último, respetado a nivel global y que lucha por darle a Indoamérica un lugar preponderante en el nuevo mundo emergente, debió darle un leve jalón de orejas al inexperto y sinuoso presidente chileno.
En efecto, el mandatario amazónico criticó a Gabriel Boric, quien lamentó que los países latinoamericanos no cuestionaran a Rusia en su operación contra la OTAN en Ucrania.
«No tengo por qué estar de acuerdo con su visión [de Boric]; la reunión fue extraordinaria; posiblemente, la falta de costumbre de participar en estas reuniones hace que el joven sea más sediento, que tenga más prisa, pero las cosas suceden así», dijo Lula.
Recalcó que al iniciar su primer mandato él también deseaba resolver todo en las cumbres, luego entendió que no era así. Según Lula, la juventud de Boric, —tiene 37 años— hace que “tenga un poco más de ansiedad que los otros”.
Lula, ducho político y gran diplomático, sabía que el tema de Ucrania sería un elemento perturbador. Afortunadamente, reiteramos, la CELAC actuó en bloque, pese a las lógicas diferencias existentes.
Quien no fue tan cuidadoso al declarar, pero si coherente con su discurso, fue Daniel Ortega.
«En la reunión de la comunidad europea con la CELAC, donde querían meter al fascista, al nazi presidente de Ucrania; que estuviera allí en la reunión. Los europeos presionaron duro, pero la mayoría de los países de la CELAC no aceptaron y no pudieron sentar allí al fascista presidente de Ucrania. Entonces, luego, ellos empeñaron a europeos para tratar de introducir unos párrafos donde inculpan a la Federación de Rusia de todo lo que está aconteciendo en Ucrania. Lógicamente, nosotros no podíamos aceptar esto«, señaló.
Siguiendo con el desarrollo de la cumbre, Ortega reveló que «algunos presidentes les decían a los europeos que sacaban rápidamente miles de millones para meterlos en Ucrania, y no pueden sacar la plata para la lucha contra la pobreza, para proteger el medioambiente aquí en esta región latinoamericana y caribeña«.
El mandatario nicaragüense recordó también que los europeos no cesan en su visión eurocéntrica e injerencista contra Latinoamérica, sobre todo contra los gobiernos progresistas. Invocan sus “valores” y la Carta de la ONU, pero no se pronuncian contra las arbitrariedades de su “socio” Estados Unidos.
«Independientemente de que la UE truene contra nosotros, el Parlamento Europeo continuamente habla barbaridades contra Nicaragua. Y pide más sanciones contra Nicaragua el Parlamento de la UE, y salen voces de allí que violentan contra Nicaragua, igualmente contra Venezuela», recalcó.
Aquí es bueno recordar la molestia que les causa a los europeos cuando se habla de historia. Se evidenció cuando algunos mandatarios o diplomáticos latinoamericanos sugirieron revisar la historia para evitar repetir los errores.
Se habla de una retribución por la expoliación que sufrieron América Latina, África; eso los irrita, sobre todo a los sectores más derechistas.
Recordemos el incidente que protagonizó el llamado rey de España, Felipe, durante la asunción de mando de Gustavo Petro, cuando los dignatarios presentes en la ceremonia rindieron homenaje a la espada de Bolívar.
El español se negó a hacerlo, después quiso justificarse, pero fue en vano. El tema es ideológico, de cosmovisión. Para ellos, Bolívar es un majadero, un renegado. Se avivó un movimiento, una corriente en España, reivindicando lo hecho por Felipe.
Lo peor es que en Venezuela, en América Latina, algunos, afortunadamente muy pocos, se sumaron a los realistas actuales.
Es que, todavía, hay ciudadanos en Europa que añoran, que ven con nostalgia, esos tiempos imperiales; gloriosos para ellos, pero inconmensurablemente terribles para latinoamericanos, asiáticos, africanos. Inclusive, ese imperialismo, fue terrible para los europeos pobres, o de pueblos avasallados por los que en algún momento fueron más poderosos.
¿Ignorarán, por ejemplo, el resentimiento que existe en Polonia contra Alemania por las heridas causadas durante la Segunda Guerra Mundial?
Hay un movimiento político importante en ese país pidiendo compensaciones a los germanos. Y así como en Polonia, hay heridas en otros países, sobre todo de Europa Oriental, que se han visto discriminados por “Occidente”.
Pero la arrogancia es terca y torpe. Ella impide ver la realidad tal cual es, impide una adaptación sana.
Sobre eso habla Andrés Ortega, estudioso del tema, en el portal Agenda Pública. Allí manifiesta que, ante la guerra de Ucrania y la creciente tensión con China, Occidente (es decir, sobre todo Estados Unidos) ha adoptado una actitud no ya defensiva, sino arrogante en la que no le sigue casi nadie en el resto del mundo. Es un pozo de tiempos coloniales o imperiales, y, sobre todo, del momento unipolar que se vivió hasta hace poco.
En otro párrafo de su escrito, publicado en abril de este año, indica que en este mundo hay terceros, incluidos algunos europeos como Macron, que no quieren dejarse atrapar en la tensión Washington-Pekín, ni siquiera del todo con Moscú. “El mundo ha cambiado, pero Occidente parece o no enterarse o no querer hacerlo. No solo quiere defender sus intereses, valores y modos de vida, lo que es normal y legítimo, sino dar lecciones a los demás. Ya desde mediados de la anterior década, la economía occidental es más pequeña que el resto; tendencia que ha ido al alza desde entonces, por no hablar del peso demográfico. Occidente se tendrá que adaptar”, comentó.
Respecto a la guerra de la OTAN contra Rusia, en suelo ucraniano, Ortega manifiesta que “casi ningún país, fuera del ámbito de los aliados de EE UU, ha seguido las sanciones contra Rusia impuestas desde Washington o desde Bruselas… La guerra de Ucrania, que tan traumática nos resulta a los Occidentales, la primera en suelo europeo desde las de los Balcanes en los 90, es vista desde el Sur Global como blancos que matan a blancos con el apoyo de otros blancos en lugar de que blancos maten a no blancos o no blancos se maten entre sí, a veces con el apoyo y el aliento de blancos”.
Pero, nada, no quieren aprender. Veamos otro caso. Desde hace un tiempo viene trabajándose un acuerdo comercial, principalmente para alimentos, entre MERCOSUR y la UE; el documento estaba casi acordado hasta que los europeos sacaron debajo de la manga una serie de condicionamientos a los sudamericanos, que más que condicionamientos suponen amenazas, intento de acuerdo desventajoso para el bloque latinoamericano.
Al respecto, Lula levantó su voz de protesta ante una carta adicional, de marzo, remitida por la UE, donde se establecen sanciones en caso de no cumplir con exigencias ambientales.
El mandatario brasileño comentó el doble rasero, histórico en los europeos, quienes hacen este tipo de exigencias cuando ellos no han honrado los acuerdos multilaterales.
En la Cumbre UE-CELAC algo se habló del tema, pero la firmeza de Lula, al decir que los acuerdos no se hacen bajo chantaje ni coacción, hace que se postergue una nueva discusión.
Claro, algunos entendidos en la materia sostienen que el proteccionismo europeo impide que los productos de MERCOSUR accedan a ese mercado.
Finalizando la semana, se conoció que 22 países habían formalizado su solicitud para sumarse a los BRICS. La información fue tomada de Bloomberg, que había entrevistado a Anil Sooklal, embajador de Sudáfrica en la organización.
Dijo el diplomático que entre los solicitantes están Arabia Saudita e Irán; a ellos se les suman, entre otros, Argentina, Emiratos Árabes Unidos, Argelia, Egipto, Bahréin e Indonesia.
Reiteró que en la 15ª cumbre del BRICS, a desarrollarse en agosto en el Centro de Convenciones de Sandton en Johannesburgo (Sudáfrica), los miembros originales del grupo debatirán las nuevas incorporaciones.
Otro de los temas a tratar es el de profundizar la interacción en el comercio en monedas locales. «Los países quieren tener más flexibilidad y depender menos del dólar», manifestó.
Pero los europeos siguen sin aprender. Los europeos no quieren entender. Paralelamente con lo dicho por Anil Sooklal, se informó, también por Bloomberg, que la UE está presionando a Argentina para que no se incorpore a los BRICS, por lo menos, hasta que culmine el conflicto en Ucrania.
Pretenden tutelar la decisión de Argentina, cuando ya sus dirigentes han manifestado su intención de incorporarse al bloque.
La realidad es que la UE da patadas de ahogado ante una realidad que los relega. Los BRICS seguirán creciendo. La influencia de China; de Rusia pese a la guerra, de la India, aumentan. Potencias regionales, Arabia Saudita, Irán, por ejemplo, emergen. África se identifica y entiende con los emergentes.
América Latina, —lo demostró la Cumbre CELAC-UE— maduró. Aprendió de la historia. Hay discrepancias, pero eso no impide que responda en bloque. Pese a diferencias ideológicas, entienden la necesidad de unidad. Entienden la necesidad de lograr acuerdos que beneficien a todos.
Europa, por su parte, más allá de algunos memorándums de entendimiento, no logró sus objetivos. Les quedan las discrepancias internas por la guerra de la OTAN contra Rusia y la creciente agitación social en sus países.