Simón Bolívar es, junto a Francisco de Miranda, uno de los más grandes visionarios de la humanidad. En 2023, se cumplen 200 años de una acción revolucionaria que nos debe llamar a la unidad nuestroamericana. Se trata de la conspiración de “los Soles y Rayos de Bolívar”, preparada para sublevar a Cuba el 17 de agosto de 1823, nutrida con elementos de las capas medias y trabajadoras humildes, así como de algunos emigrados latinoamericanos residentes en la isla: el argentino José Antonio Miralla, el peruano Manuel Lorenzo de Vidaurre, los neogranadinos Fernández Madrid y Manuel Ancízar, el guayaquileño Vicente Rocafuerte y el comerciante venezolano Juan Jorge Peoli —quien financiaba la conspiración con letras giradas por Bolívar—. Estos insurgentes aspiraban a favorecer a los esclavizados negros: “Tratemos a los infortunados con dulzura, aliviando su horroroso destino«.
Para Bolívar, el tema de la unión era esencial en su proyecto político. Cuba es parte vital de este proyecto. El 6 de septiembre de 1815, Bolívar desde Kingston, Jamaica, le escribe a Henry Cullen: “las islas de Puerto Rico y Cuba que, entre ambas, pueden formar una población de 700 a 800.000 almas, son las que más tranquilamente poseen los españoles, porque están fuera del contacto de los independientes. Mas ¿no son americanos estos insulares? ¿No son vejados? ¿No desean su bienestar?”. El 8 de agosto de 1820, Bolívar le escribe al vicepresidente de nuestro país, Francisco de Paula Santander: “Pienso que Sucre con la caballería de la Guardia y 2.000 fusileros, por 10 menos, cubra a Cundinamarca, donde se le reunirá Jacinto Lara con una buena división, y yo con 7 u 8.000 hombres voy a buscar a Morillo para que hagamos la paz en Caracas, como usted se la hizo a Barreyro en Bogotá. Y después, ¡Dios nos asista!, adiós del Perú y México; adiós de La Habana y Puerto Rico. Yo no le pido a Dios más que una victoria, porque las demás yo las tengo seguras”.
Los Soles y Rayos de Bolívar fue la más extendida de todas las conspiraciones cubanas de la primera mitad del siglo XIX. Se inicia en 1817, cuando el acaudalado habanero José Francisco Lemus viaja a la República de La Florida para contactar a los agentes venezolanos Pedro Gual y Lino Clemente, quienes le otorgaron el grado de coronel en el ejército de Bolívar. Días antes, Lemus había viajado a España para entrevistarse con José Rafael Revenga y José Tiburcio Echevarría, quienes se encontraban en Madrid como representantes diplomáticos para obtener, de Fernando Vll, el reconocimiento de la independencia.
Apolinar Díaz Callejas y Roberto González Arana nos dicen que: “el movimiento revolucionario se había organizado en toda la isla en base a logias secretas —desde 1820 existían asociaciones masónicas del rito de York: Caballeros Racionales, Cadena Eléctrica, Cadena Triangular de Bolívar y la mencionada Soles y Rayos—, nutridas de las capas medias y el sector ilustrado de la juventud criolla, dirigidas a preparar un alzamiento armado para fundar la «República de Cubanacán«. Según algunos autores, sus verdaderos fundadores fueron el neogranadino José Fernández Madrid, en cuya casa se realizaban muchas reuniones, y el argentino José Antonio Miralla, ambos radicados en Cuba con anterioridad a 1820, Y entre sus participantes más renombrados se encontraban José María Heredia, Juan José Hernández Cano y José Teurbe Tolón, todos de la logia Caballeros Racionales de Matanzas, así como el peruano Manuel Lorenzo de Vidaurre, Alonso Betancourt y Frasquito Agiiero Velasco, de la Cadena Triangular de Camagüey. Otros involucrados fueron: el impresor Pedro Pascasio Julián Arias y Céspedes; Francisco Garay Agudo —regidor del Ayuntamiento de La Habana—; Martín de Mueces, de Pinar del Río; Ignacio Félix del Junco, Manuel Acosta, Miguel Madruga, José María González, Francisco Melitón de Lamar, Miguel Machado, y José Miguel de Oro”.
EI 25 de julio de 1822, Lemus regresó a Cuba donde encontró la conspiración mucho más extendida; y se dedicó a realizar una intensa actividad para preparar la insurrección, que debía estar combinada con una acción externa procedente de la República de Colombia.
De la conjura de los Soles y Rayos, en Camagüey, el investigador cubano, Israel García Moreno nos dice: “en 1822, surge la Liga de la Cadena, denominada indistintamente Cadena Triangular y Cadena Eléctrica con el propósito de lograr la independencia con un levantamiento armado, en Puerto Príncipe (actual Camagüey), donde serían ajusticiados los absolutistas más representativos de la localidad y su jurisdicción”. Para lograr tal fin, existían “doce personas de las más notorias y activas dentro de su seno, llamadas Apóstoles o Apostolados”, preparadas para un alzamiento armado, el 17 de agosto de 1823; aunque las delaciones al día siguiente precipitaron su fracaso el 31 de mayo.
El 7 de diciembre de 1824, Simón Bolívar convoca desde Lima, el Congreso Anfictiónico de Panamá; que era parte de nuestro país. El Libertador invitó a dos países europeos como observadores, a causa de los intereses comerciales que tenían en Hispanoamérica: Reino Unido y los Países Bajos. El observador neerlandés, Jan van Veer, fue enviado para proponer la mediación de su reino entre las repúblicas hispanoamericanas y España, pero no tuvo la acreditación necesaria; a esto se unió que la monarquía holandesa no había reconocido la independencia de ninguna república hispanoamericana; por lo cual el delegado neerlandés fue recibido únicamente a título individual. La invitación al gobierno de Londres buscaba estimular la asistencia de Argentina y Chile que tenían en aquel país a su principal socio comercial. Reino Unido aceptó la propuesta y envió un observador, Edward James Dawkins, pero con órdenes precisas del ministro George Canning: limitarse a buscar acuerdos comerciales y disuadir a Colombia y México de apoyar expediciones a las islas de Cuba o Puerto Rico para independizarlas de España.
Uno de los pocos cubanos que logró zafarse de la represión desencadenada, a propósito del movimiento “Soles y rayos de Bolívar”, intentó conseguir el apoyo de Simón Bolívar para lograr la independencia de Cuba. Se trata de José Aniceto Iznaga (1791-1860), quien había tratado infructuosamente ver al Libertador en 1823 y quien, finalmente, se entrevista con él en Caracas en febrero de 1827: “El cubano [Iznaga] le presentó sus argumentos militares: la factibilidad de atacar a la Cuba española, entregándole un estado de las defensas de la Isla, con sólo unos 4.500 hombres del ejército regular según él. Por otro lado, desde el punto de vista político, le indicó al Libertador el deseo de los cubanos de imitar y secundar a la América insurreccionada, con el apoyo de la República de Colombia (Venezuela, Nueva Granada y Ecuador).
Hace 200 años, estos bolivarianos le dijeron al mundo: “Ya hemos empezado a marchar por el sendero de la libertad e independencia, el único que nos puede guiar al templo de la prosperidad y de la gloria; el gobierno supremo residirá en el pueblo soberano de la feliz Cubanacán. Si los afortunados hijos de las nuevas repúblicas del Paraguay, Chile, Lima, Buenos Aires, Colombia y México; llenos de honor, valor y justicia, sacudieron el envejecido y pesado yugo de la servil dependencia, los valientes isleños de la fértil Cubanacán haremos que nuestra patria tome el rango que merece entre las naciones del mundo, aumentando el número de las naciones hermanas”.