Por: Robert Galbán
El canciller de la República Bolivariana de Venezuela, Yván Gil, denunció que el fundador de Blackwater confesó, que desde Guyana estarían en operación sus planes de invasión territorial al Esequibo venezolano.
A través de su cuenta de redes sociales; el canciller detalló que Erik Prince, fundador de esa empresa de mercenarios, pretende usar al gobierno títere de Guyana para justificar sus planes colonizadores.
Blackwater es una tristemente famosa empresa de seguridad, fundada por el mismo Erik Prince en 1997; que proporciona servicios de seguridad y entrenamiento militar a distintos gobiernos obedientes del mandato imperial.
Habían operado en el máximo secreto, pero salió de la clandestinidad por sus abusos desmedidos contra civiles en Irak y Afganistán; incluyendo su protagonismo en la masacre de Bagdad, de 2007.
Por eso, en 2009, la empresa cambió su nombre a Xe Services, y posteriormente a Academi; que es como se conoce actualmente a Blackwater.
Pero ahora, Prince se interesa por la situación en el Esequibo, y se suma, convenientemente, a la narrativa que presenta a Venezuela como un país agresor e invasor; propagando la matriz de que Venezuela ha infiltrado tropas especiales, e ilegales, y a «terroristas» disfrazados en la zona, para construir una «autopista ilegal» de migración hacia EE. UU.
La migración ha sido el gran tema en el debate electoral estadounidense actual ya que, según data del 2023; 10.000 inmigrantes han estado entrando a Estados Unidos desde la frontera mexicana, con consecuencias severas en el ámbito económico, laboral, sanitario; y en general, en el ámbito socio cultural yanqui. Usar la carta de la migración en un momento como este, es una invitación a caldear los ánimos en favor de una agresión a Venezuela.
Quiere involucrar al votante promedio en el conflicto con Guyana, al votante mayoritario en Estados Unidos; que es nacionalista, pobre y cristiano, y que se siente agredido por una ola migratoria que intensifica la terrible crisis económica que atraviesa el consumidor promedio norteamericano.
Con esta narrativa, Prince está señalando a Venezuela como el principal culpable de la situación en Estados Unidos y su apuesta es capitalizar el voto resentido, poniendo a Venezuela en la mira de los seguidores de la Asociación del Rifle.
Prince lanza más leña al fuego, señalando que la migración de ilegales de diversos países, hacia EE. UU. y Europa, es producto de países de la región que no saben gobernar. El jefe de Blackwater, hace juicios sobre Venezuela sin tomar en cuenta que habla desde el mismo país que no ha podido acabar con el racismo, ni con el tráfico de drogas, que no va a controlar la inflación, ni ha podido detener las masacres y tiroteos masivos.
Prince es un operador muy cercano a Trump que, en concordancia con el estilo del expresidente republicano, quiere dar cátedra sobre democracia, obviando que su país mantiene un sistema electoral caduco y mohoso que solo representa a las elites económicas gobernantes.
Dice en la entrevista que la migración es una expresión de incapacidad para gobernar Y por ello, «es hora de sacar el sombrero imperial y decir: vamos a gobernar esos países, si eres incapaz de gobernarte a ti mismo; porque ya es suficiente, estamos hartos de ser invadidos«.
Para la derecha, y para los distintos matices del fascismo estadounidense, la migración masiva representa una invasión que debe ser detenida; y por ello, las milicias paramilitares de ese país están siendo movilizadas para dar cacería a las personas que se movilizan desde sus países, huyendo de las crisis económicas, las guerras y la catástrofe social que va dejando el capitalismo occidental en su vertiginosa, e irrefrenable caída.
Prince propone ponerse el sombrero imperial porque su país no puede evitar la avanzada democrática que hoy está azotando el antiguo patio trasero del viejo imperio. Y es que nuestra América es el último rincón en el que puede reponer fuerzas luego de la derrota que está sufriendo en Ucrania, la indefensión que presenta ante las fuerzas yemeníes y de la opinión publica global ante el genocidio palestino.
Y es que, el imperio decrépito debe mantener el secuestro sobre las muchas y variadas riquezas y fuentes de energía que describe muy bien la comandante del Comando Sur de los Estados Unidos, Laura Richardson invocando el regreso de la doctrina Monroe.
Regresando a Erick Prince, y a su retórica sobre gobernar en América Latina; se infiere que saber gobernar implica volver al entreguismo de los gobiernos títeres, al Plan Cóndor, a la Alianza para el Progreso, a los golpes de Estado y a las desapariciones y asesinatos de líderes populares; como ya lo demostraron cuando tenían la fuerza y la capacidad diplomática para poder llevar ese sombrero.
Por eso, no es casual que una declaración tan triste y criminal como la que dio el fundador se haga desde Guyana; el país que la ExxonMobil pretende quedarse para sí, y controlar desde allí el petróleo del Esequibo venezolano. Ponerse el sombrero imperial implica derrocar gobiernos democráticamente electos, para perpetrar el saqueo de las fuentes energéticas de nuestros países, para poder encarar el avance indetenible del nuevo orden multipolar.
Todo ello nos deja algunas señales inmediatas: la primera es que el imperialismo no ha cesado en su pretensión de desmembrar nuestro territorio y que dividir a Venezuela sigue siendo un punto de honor en la agenda de dominación hemisférica, en la pretensión de apoderarse de nuestros recursos.
Otra señal interesante son los códigos usados por el fundador de Blackwater, que coincide con las intenciones de los operadores yanquis en nuestro país, cuyos planteamientos van de la dolarización a la privatización, de la eliminación del Estado hasta la desaparición de la resistencia popular.
Así, es fácil entender que cuando el fascismo venezolano habla de ir hasta el final, está planteado una coincidencia perversa con los intereses imperiales, ir hasta el final se traduce como entregar Venezuela en las manos a Blackwater.