Occidente complica más su narrativa global. No hablamos sólo de su merma económica, militar, diplomática. Sino que, dicho por estudiosos de la sociedad, analistas serios, más allá de sus visiones ideológicas, políticas; Occidente sufre por la mediocridad de sus líderes.
Esa mediocridad en sus líderes políticos, entre sus estadistas, se proyecta a sus medios, a su corporatocracia mediática. Tiene sentido. Por muchos años, durante la unipolaridad, el apabullamiento global hizo que existiera un discurso homogeneizante, un discurso que no era contrastado.
No había quien respondiera del otro lado. La izquierda, gran parte de sus militantes en el mundo, ante la caída del Muro de Berlín, quedó desorientada. Sobre todo en la izquierda que no supo sustraerse de la influencia eurocéntrica. Era la que no tenía experiencias propias de lucha.
Eso relajó inclusive a sus intelectuales. Sin chistar, compraron el discurso, la tesis de Francis Fukuyama; aquella del Fin de la historia: como si algo semejante pudiera ser posible.
Los grandes medios de otrora; donde respetables periodistas, analistas, tenían posiciones acordes con el sistema, pero exhibían un mínimo de rigor profesional en sus trabajos; fueron dejados de lado.
Lo que nos trajo la unipolaridad fue la banalidad. La devaluación de la política, de las artes, de la ética. La frivolidad cobró protagonismo. El morbo se convirtió en un valor apreciado por quienes manejan el establishment.
Desde la farándula se proyectaban las campañas políticas; los candidatos a cargos de elección popular pasaban por ese tamiz.
Tipos estridentes, candidatos y candidatas, con poca preparación intelectual, con dudosos antecedentes éticos, pero muy locuaces, capaces de cualquier disparate, pero efectistas, pasaron a primer plano, pasaron a ocupar diversos cargos.
Si tenían antecedentes penales o delictivos, mejor. Así resultaban más fáciles de manipular. Eran, son, muy funcionales, muy útiles a los poderes fácticos.
Por citar algunos y algunas, allí hemos tenido a la Cicciolina, a Álvaro Uribe, a Donald Trump, hasta llegar al comediante Zelenski.
Trump quiso activar una agenda propia en algún momento. Los globalistas no lo querían mucho, por aquello de algunas políticas proteccionistas que dañan parte de los intereses en las corporaciones globales, pero al final de cuentas sigue siendo un elemento útil al capital. El capital, quienes manejan el sistema, siempre termina adaptándose a las diversas circunstancias, o acaba convenciendo a políticos —como Trump— de adecuarse al sistema.
Pero son sus muchachos, se entienden. El problema, para ellos, para los poderes fácticos del sistema imperante, es cuando surgen otros actores, otras fuerzas que no están bajo su control. Que sin ser todo lo revolucionarios que la ortodoxia izquierdista quisiera, los incomodan, los cuestionan.
Es allí, donde, hablando de la coyuntura geopolítica actual, entendemos la crispación contra los BRICS, contra Rusia y China, principalmente, dos países prominentes del bloque.
Y, tienen razón, desde su lógica. Los BRICS, junto al G20, grafican el fin de la hegemonía. Hay convencimiento en gran parte del mundo que eso se va haciendo realidad. Pero, sobre todo, hay convencimiento entre los líderes de esos países que así será.
El 24 de mayo el canciller brasileño, Mauro Vieira, expresó que «la asociación informal de los BRICS, aunque no tenga estatuto ni secretaría permanente, es una piedra angular de la cooperación internacional. Hoy es imposible incluso hablar de cualquier cooperación o negociación internacional que no tenga en cuenta al G20 y al BRICS. Por cierto, todos los miembros del BRICS son miembros del G20, que es más importante que el G7».
La declaración fue efectuada ante la Cámara de Diputados del gigante amazónico, donde se le convocó para tratar el tema.
Lo dicho por Vieira se ajusta a la nueva realidad. El mundo cambia, pese al negacionismo de algunos personajes que no quieren aceptarlo, o de quienes tienen intereses creados para intentar ocultar la realidad.
Esto es tan cierto que, la influencia de los BRICS es cada vez más preponderante. Por eso, en parte, el conflicto en Ucrania. Por eso, la tensión que le imprimen al tema de Taiwán.
Pero es en vano; pueden retrasar la llegada del nuevo orden mundial, pero no impedirlo. A no ser que en su arrogancia pretendan provocar una catástrofe nuclear que no tenga vuelta atrás.
No lo creo. Saben que, aun perdiendo la hegemonía, pueden conservar importantes cuotas de dominio, influencia, y, sobre todo, poder económico.
Volviendo a los BRICS, es notorio y comunicacional que muchos países en el mundo vienen solicitando incorporarse al bloque.
De acuerdo a Anil Suklal, embajador itinerante de Sudáfrica para Asia y los BRICS, no dejan de llegar solicitudes formales e informales para unirse al BRICS. “Hay solicitudes casi todas las semanas», dijo.
En abril de este año, Suklal dijo en un medio de la India que había 13 países que habían manifestado su interés de sumarse al grupo, hoy llegan a 30.
Según información recogida por varios medios internacionales, Afganistán, Arabia Saudita, Argelia, Argentina, Bahréin, Bangladés, Bielorrusia, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Indonesia, Irán, Kazajistán, México, Nicaragua, Nigeria, Pakistán, Senegal, Sudán, Siria, Tailandia, Túnez, Turquía, Uruguay, Venezuela y Zimbabue; estaban solicitando incorporarse.
Claro, eso requiere algunas consideraciones por parte de los actuales integrantes.
«Seguimos trabajando en el concepto de ampliación de los BRICS. La última reunión con este orden del día se celebrará del 29 al 31 de mayo. Sobre la base de sus resultados. El documento conceptual se presentará a los ministros de Asuntos Exteriores de los BRICS, que se reunirán en Ciudad del Cabo el 1 de junio», manifestó Suklal.
Por cierto, Naledi Pandor, ministra de Relaciones Internacionales y Cooperación de Sudáfrica, confirmó, mediante comunicado, que su país acogerá una reunión de los cancilleres de los BRICS el 1 de junio en Ciudad del Cabo.
Puntualizó que el 2 de junio celebrarán una reunión con los “Amigos de los BRICS”, a la que fueron convocados los ministros de Exteriores de 15 países africanos y meridionales.
Como es de esperarse, el mundo estará pendiente de la trascendental reunión; de lo que allí resulte. Es posible que sus resultados aceleren procesos de impacto global. ¿Por qué es tan trascendente el evento; cómo puede acelerar la configuración del nuevo orden mundial?
Tiene que ver con el desplazamiento del G7, con el efecto que puede tener en otros países; algunos que hasta hoy se consideran aliados de Occidente.
Por ejemplo, en Inglaterra el Financial Times señaló que, aunque el poder del G7 (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido) aún es amplio; se ha ido debilitando durante los últimos años.
«Entre 2000 y 2023, su participación en la producción mundial (en poder adquisitivo) habría disminuido de 44% al 30%, mientras que la de todos los países de altos ingresos habría descendido de 57% al 41%. Mientras tanto, la participación de China habrá aumentado del 7 al 19%. China es ahora una superpotencia económica», sostiene el medio.
Le preocupa al Financial Times, que China haya adquirido una colosal fuerza económica; logrado alianzas que perjudican a los intereses norteamericanos y de sus acólitos. Citan, en ese contexto, el acuerdo firmado con Brasil para dejar de lado el dólar para las transacciones comerciales entre ambos países.
Es más, opinan que el crecimiento de los BRICS es un motivo para que naciones como Vietnam, Corea del Sur y Australia; duden al momento de acercarse al G7.
«Los BRICS, ahora parecen estar en camino de ser una agrupación mundial relevante. Claramente, lo que une a sus miembros es el deseo de no depender de los caprichos de EEUU y sus aliados cercanos; que han dominado el mundo durante los últimos dos siglos. ¿Cuánto tiempo, después de todo puede o, para el caso, debería el G7, —con el 10% de la población mundial— continuar haciéndolo?», señaló el medio.
El crecimiento de los BRICS no sólo se limita a lo económico, reiteramos, la fuerza política, diplomática, la lucha por la multipolaridad que encabezan sus líderes; les gana simpatía en todo el planeta.
Hay sintonía entre lo que dicen y cómo actúan. A diferencia de los mediocres líderes occidentales que siguen a un mediocre Joe Biden; aunque esto signifique perjudicar a sus pueblos.
Así lo enfatizó Vladimir Putin, presidente ruso, durante su intervención en el Foro Económico Euroasiático. Allí cuestionó a quienes apuestan por mantener la unipolaridad, dañando la economía, las relaciones internacionales.
Quienes la defienden “están disparándose en el pie ellos mismos y a los que se ven obligados a someterse a su dictado”; acotó.
«Vemos que se están produciendo cambios verdaderamente profundos y fundamentales en la escena mundial. Cada vez más Estados están tomando un rumbo hacia el fortalecimiento de la soberanía nacional, aplicando políticas interiores y exteriores independientes y autónomas, siguiendo su propio modelo de desarrollo», recalcó Putin.
El inquilino del Kremlin comentó las maniobras y chantajes que el hegemón y sus acólitos intentan para debilitar a los BRICS, y a Rusia; para evitar alianzas y apoyos beneficiosos.
«No es ningún secreto que nuestros adversarios occidentales intentan utilizar la persuasión, las promesas y el chantaje para obligar a muchos de nuestros socios a restringir su provechosa cooperación con Rusia y no les preocupan en absoluto las pérdidas que ello acarreará a los países y a sus pueblos», indicó.
El tantas veces citado Henry Kissinger, por ser una referencia en el manejo de las relaciones internacionales occidentales, confirma esas intenciones de Washington, no sólo contra Rusia.
Kissinger, en una entrevista con Niall Ferguson, afamado escritor británico; señaló que en Washington deben idearse estrategias diplomáticas y geopolíticas respecto a China.
Pero a la vez, discrepó de quienes ven ansias hegemónicas en el gigante asiático.
«No creo que la dominación del mundo sea un concepto chino, pero podría ocurrir que lleguen a ser muy poderosos. Y no queremos eso», enfatizó, sincerando el sentir norteamericano, de sus élites, respecto al crecimiento de China, y de los BRICS.
Mientras tanto, el mundo sigue su cambiante rumbo, su emergente dinámica. Así entre 24 y 25 de mayo, se desarrolló en Moscú el Foro Económico Euroasiático.
Recordemos que la Unión Económica Euroasiática — UEE — está integrada por Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán y Rusia; como países observadores están Cuba, Moldavia y Uzbekistán. El objetivo del bloque es consolidar un mercado común y coordinar las acciones económicas de sus integrantes.
Durante el foro, la UEE propuso a los BRICS y a la Organización de Cooperación de Shangai (OCS) crear una tarjeta de pago común.
Mientras se desarrollaba el evento, Goar Barseguián, responsable para Latinoamérica de la Comisión Económica Euroasiática, entidad reguladora de la UEE, dijo que América Latina es un socio extrarregional «prioritario» para la UEE.
«Nuestras relaciones con América Latina son estrechas y de amistad”, agregó.
A propósito del II Foro Económico Euroasiático, Venezuela estuvo representada por Delcy Rodríguez, vicepresidenta de la República.
Al momento de su intervención, Rodríguez habló sobre la necesidad de forjar una nueva estructura financiera internacional para relaciones económicas y comerciales justas.
Coherente con la política internacional impulsada por Hugo Chávez, abogó por “un comercio justo y una moneda que sirva al mundo, una moneda que sirva a la humanidad y no solamente al hegemón”.
“La red financiera mundial pasa todo por los Estados Unidos de Norteamérica —EUA—, que también controla todo el andamiaje jurídico que imponen de manera extraterritorial a través mecanismos multilaterales como el Grupo de Acción Financiera Internacional —GAFI—, por ejemplo”, manifestó.
Rodríguez calificó de absurdos geopolíticos los bloqueos a Rusia y Venezuela. “Muchas veces la geopolítica internacional, dirigida por un hegemón, se resiste a la configuración de un mundo de justicia, de igualdad, y respeto a la Carta de las Naciones Unidas”.
Por cierto, este II Foro Económico Euroasiático, que tuvo como lema «La integración euroasiática en un mundo multipolar», convocó a unos 2.700 representantes de más de 50 países del mundo. Se proyecta como una plataforma donde intervienen 650 representantes de negocios de 450 empresas; aunque se estima que el número se incremente.
Se viene una semana interesante en el mundo. De lo que se defina en Sudáfrica se tendrá más claro el nuevo orden emergente.