Somos en tanto fuimos. Ese es un adagio muy antiguo que se empleó en Latinoamérica. Tiene la lógica que los momentos que vivimos hoy son consecuencia de hechos, circunstancias históricas, económicas, culturales, acumuladas. Es así, el presente se construye sobre las estructuras del pasado.
Eso es aplicable en la política, en la geopolítica mundial, esa; que hoy vemos tan ajetreada ante la inminente insurgencia de un nuevo orden mundial.
Sobre todo hoy, que las disputas se hacen más evidentes con el advenimiento de nuevas tecnologías para comunicar. Las llamadas redes sociales, que en realidad son plataformas para decir cosas e informar según el criterio de quien las emplea, o que al menos piensa eso.
Siempre se dijo que desde que se inventó la imprenta, los dueños de ellas imponían sus verdades. Todos ellos respondían a proyectos políticos, económicos, culturales.
El catolicismo se aprovechó muy bien, junto a las monarquías europeas; lo hicieron con la Biblia para expoliar a nuestros pueblos, a los del África y Asia.
Pero, no lo olvidemos nunca, también para asegurar el control de sus propios ciudadanos, la burguesía inicial; que fuera revolucionaria frente a las monarquías, la nobleza, y las sociedades feudales; la usó eficientemente para salir de esa etapa histórica.
Luego, ya consolidado el sistema; con sus variantes y contradicciones, con el surgimiento de diversas repúblicas, el surgimiento de diversos grupos de poder; la imprenta cobraría mayor importancia.
Claro, había llegado la revolución industrial, y las imprentas lograron dimensiones espectaculares. El poder de la prensa se consolidó. Algunos la llamaron el cuarto poder.
Y de allí, bueno, vinieron la radio, la televisión; hasta hoy que vivimos la era de la internet, de las comunicaciones digitales; sin que eso signifique que los medios “tradicionales” hayan quedado en desuso.
Pero reiteramos, volviendo al tema de las redes sociales y la situación geopolítica global del momento; la prensa, la gran prensa, consolidada hoy en grandes corporaciones mediáticas de alcance mundial; también emplea las redes sociales, tiene un propósito, una direccionalidad.
Los millones de personas que usan las redes lo hacen según su libre albedrío; o piensan que lo hacen. ¿Cómo así? Es que la mayoría de esas personas se ponen a comentar, hablar, hacer videos, sobre lo que ya viene direccionado.
Por eso vemos que muchas personas, en los cinco continentes, coinciden con el discurso que el hegemón o sus acólitos difunden.
Aunque a veces, como en el caso de Gaza, de la invasión israelí, se les escapa de las manos.
Eso se debe al surgimiento de nuevos medios, corporaciones, que han sabido lidiar con las occidentales. Telesur, RT, Sputnik, son claro ejemplo de lo que decimos. Han dado la batalla comunicacional eficientemente. Son parte de la nueva realidad.
Esto no surgió de un día para otro. No. Se fue consolidando desde principios del siglo. No olvidemos que iniciando el siglo 21, Estados Unidos era la potencia hegemónica. Venía de destrozar lo que fue Yugoslavia. Empezó el siglo invadiendo Afganistán. Invasión que culminó, malamente para ellos, hace unos meses. Destrozó e invadió Irak. Creó guerras de baja intensidad en todo el mundo. Desmembró Libia, ahora no sabe qué hacer.
En ese discurrir, Rusia, que venía muy mal luego de la desintegración de la Unión Soviética, empezó a fortalecerse con la llegada de Vladimir Putin.
China, que inició una serie de transformaciones en su economía y política diplomática, cobraba importancia.
Paralelamente, Europa iba perdiendo importancia. Se quedó relegada a comparsa de Washington. A cómplice, por omisión, de todas las tropelías norteamericanas. Las aventuras estadounidenses las pagaban ellos. De pronto se dieron cuenta que perdían calidad de vida, que sólo Alemania y Francia decidían, por encargo de Washington. Resurgieron viejas rencillas y discrepancias. Vino el Brexit, la separación de los británicos.
De pronto se dieron cuenta de que cada conflicto armado o irrupciones terroristas, conflictos que la mayoría de veces fueron armados y financiados por Estados Unidos, finalizaba con grandes olas migratorias de africanos y asiáticos a sus países.
Ese modelo neoliberal que impuso el hegemón, por injusto e insostenible, en algún momento debía colapsar. Y lo hizo.
Una crisis consumió Occidente en 2008, no lo olvidemos. Colapsaron las principales entidades financieras, donde inclusive los Estados debieron auxiliarlas, salvarlas, en contra de un precepto del neoliberalismo que dice que las empresas ineficientes deben ser sacadas del mercado; deben desaparecer.
China, Rusia, Venezuela, no fueron arrastradas como ellos. China, reiteramos, por las transformaciones que se dieron en el último tramo del siglo 20 y Rusia con la llegada de Putin. Pero, y aquí queremos reiterar algo, Rusia resurge gracias al incremento del precio del petróleo.
Aquí es innegable, históricamente, que un factor vital fue Hugo Chávez. Sin su accionar no hubiera sido posible el resucitar de la OPEP. Lo han reconocido desde los factores de poder, a través de sus voceros; sus laboratorios de ideas.
Chávez logró lo que parecía imposible, logró juntar a mandatarios, representantes de países que tenían disputas regionales, históricas.
No olvidemos que unos años atrás Irán e Irak tuvieron una guerra de 8 años, estimulada por Estados Unidos. Washington usó a Sadam Hussein y luego lo asesinó, como es usual en ellos. Pero, bueno, pese a todo ello, Chávez los juntó.
Los reunió, pese a las presiones que sufrían todos esos países. Muchos de ellos, sobre todo Arabia Saudita, fueron fundamentales en la realidad que se creó en la década de 1970, con la irrupción de los petrodólares. Muchos eran muy cercanos a Washington. A Estados Unidos le incomodó la reunión. Los subordinados se le insubordinaron, instigados por un zambo caribeño. No les gustó nada.
Estos cambios, estos realineamientos de hoy, tuvieron su génesis en aquella cumbre del año 2000, del 26 al 28 de septiembre en Caracas.
Pero, más aún, gracias a esa reunión, los precios del petróleo, de los hidrocarburos, repuntaron. Crecieron. Ese crecimiento favoreció a otro gran productor no OPEP: Rusia. El gigante euroasiático, que sufría las consecuencias de una traumática separación de lo que fue la Unión Soviética, tuvo unos años muy difíciles la última década del siglo 20.
Gracias a la recuperación del precio del petróleo pudo reconstruir su economía, su poder militar y hoy recuperó el lugar preponderante que tuvo históricamente.
Gracias a aquel capítulo histórico, hoy contribuye a la forja de un Nuevo Orden Mundial, más justo. Un mundo que desplaza la hegemonía que ocupaba Washington y sus acólitos.
Un mundo que aspira relaciones comerciales, diplomáticas, financieras, más justas, más diversas, con respeto a la Carta de las Naciones Unidas.
Hugo Chávez visualizó aquello. Llamó a la unidad de los pueblos. Llamo a usar la OPEP, no sólo para velar por los intereses de sus afiliados; sino para contribuir a la forja de un mundo mejor.
Así lo hizo saber en aquel memorable discurso de septiembre del 2000, cuando inauguró la Cumbre. De aquella pieza oratoria tomamos algunos párrafos, sobre todo cuando señaló:
«Hace hoy de esto 40 Años Y 13 días, con sus lunas y con sus soles, con sus días y con sus noches estremecedoras, como diría Gabriel García Márquez, El Gabo de América, el Bolivariano de esta tierra y del Mundo…
Claro que la gestación de la Opep fue un largo proceso Que se inició casi con el siglo XX, al calor de una irracional explotación petrolera que fue forjando, que fue trayendo de nuevo y consolidando modelos económicos típicamente coloniales….
Para tener una idea clara de esta terrible realidad histórica hermanos, al menos en el caso venezolano, tomemos algunos datos de los papeles escritos precisamente por uno de los padres fundadores de la Opep, el insigne venezolano Juan Pablo Pérez Alfonzo, a quien Dios tenga en Santa Gloria.
Dice Pérez Alfonzo en sus memorias, que los primeros cargamentos petroleros salieron de Venezuela por allá por el terminal de San Lorenzo, en el Lago de Maracaibo, en el año de 1917, y ya en 1928 Venezuela se había convertido en el primer exportador neto de petróleo; pues bien hermanos, la participación fiscal, el país, en esos doce años apenas llegó a unos 8 millones de dólares, habiendo producido un total de 266 millones de barriles que a precios declarados de entonces alcanzaron los 245 millones de dólares, de 245 millones de dólares a Venezuela le quedaron 8 milloncitos, es decir apenas un tres por ciento de aquella fabulosa suma de dinero, en doce años; es en medio de aquella terrible situación de injusticia donde surge la idea de la unión como estrategia liberadora, porque la unión no sólo fortalece, la unión es una estrategia liberadora, exitosa, lo dicen los siglos, lo dice la vida, lo dice la historia y esa idea fue anidando en las mentes de muchas personas, pero yo voy a nombrar a dos de los que se convirtieron en aquellos años como en quijotes luchando por esa unidad y luego se concretó en la Opep, me refiero al venezolano a quien ya he nombrado esta tarde, Juan Pablo Pérez Alfonzo y el saudita Abdullah al-Tarqi…
Cuando se forma la Opep comienza entonces a cambiar de alguna manera la historia, la Opep es sin duda alguna, desde su nacimiento, un instrumento de lucha por la justicia y por la liberación, por la transformación, por tanto por la paz, por el desarrollo, por la armonía; trayendo de nuevo a Bolívar para iluminar con su doctrina orientadora la estrategia unitaria recordemos alguna frase de Bolívar en algún lugar de su vida huracanada de 47 años de lucha contra la dominación, contra la injusticia y por la igualdad; en alguna ocasión dijo Bolívar: Unámonos y seremos invencibles. Unidos realmente seremos invencibles, porque además de nosotros Dios está con nosotros. Hoy, 40 años después, debemos relanzar la Opep con la misma esencia, ahora en medio de un mundo azotado, hoy mucho más que ayer, por la desigualdad, el subdesarrollo y la pobreza. Ya nos iluminaba con su palabra y su ejemplo hace unos minutos el señor presidente de Argelia, hermano Abdulaziz Bouteflika, su maravilloso discurso, debo decir, hermano, Venezuela, la República Bolivariana se siente honrada; y honrado nuestro pueblo de tomar la antorcha de tus manos, tomar esa antorcha a la que te has referido y que trae desde allá, desde las riberas del Mediterráneo, esa antorcha impulsada por el calor de los pueblos de aquella geografía y por el calor del pueblo argelino y por todos los pueblos árabes e islámicos…
Hoy, en esta II Cumbre; por supuesto que estamos retomando, reafirmando, consolidando y relanzando este principal objetivo de la organización, pero como también lo decía el presidente Bouteflika, necesario es que adecuemos nuestra organización a este nuevo tiempo que estamos viviendo, a este contexto mundial en el que estamos inmersos, a esta era de la globalización que bien es una oportunidad pero también trae consigo terribles amenazas para nuestros pueblos, para nuestros Estados, para nuestras naciones; coordinar, unificar; relanzamos desde Caracas ese principal objetivo de nuestra organización…
Yo quiero resaltar el solo hecho, el solo hecho, si aquí nos quedásemos en silencio durante un minuto sin que nadie hablase, sin que no hubiese ninguna palabra de por medio y nos viésemos las caras y viésemos quiénes estamos aquí representando a estos once, nuestros países, y recordásemos que en los últimos 25 años no fue posible hacer una reunión como ésta, en 40 años de la OPEP ésta es la segunda reunión de sus jefes de Estado, de sus jefes de gobierno, sólo ese hecho significa muchísimo para el presente y el futuro de nuestros pueblos…»
Chávez no se equivocó. Esa reunión, de la que fue el gestor y anfitrión, ayudó, como hemos dicho líneas arriba, al desplazamiento del hegemón.
Hizo ver a algunos países, anteriormente incondicionales de la Casa Blanca, que otro mundo más justo, más diversificado era posible, viable.
Pero eso lo puso en la mira del hegemón. Chávez, a quien veían como un personaje pintoresco, como un presidente que en poco tiempo podrían «meter en el redil«, les complicó el panorama. Eso no lo podían permitir.
De allí el golpe de Estado en 2002, el paro petrolero siguiente. De allí lo de las firmas planas. Las feroces campañas mediáticas.
Pero de allí también la derrota del ALCA, el surgimiento de Lula, Kirchner, Evo, Correa. La construcción de la CELAC, de UNASUR, la activación de Petrocaribe, del ALBA.
De allí memorables discursos antihegemónicos en la ONU, en la Cumbre Social de los Pueblos, en todos los escenarios posibles.
De allí la intervención para promover unidad entre los pueblos del Sur.
Todo eso era inaceptable para Washington. Con la partida física de Chávez pensaron que era momento de arreciar la ofensiva contra el país. Intentaron desconocer el triunfo de Nicolás Maduro contra Capriles. Al año siguieron jugaron con aquello de La Salida.
Al ver que sus operadores locales no les funcionaban, inventaron aquello de «Amenaza Inusual». Casualmente, ese mismo año, empieza el accionar de la ExxonMobil. ¿Casualidad? Quizá.
Dos años después, en 2017, recrudece la violencia en Venezuela. Se intensificaron las guarimbas, se cometieron actos terroristas contra instalaciones estatales, incluyendo hospitales de niños, se quemaron seres humanos vivos por su color de piel, porque tenían prendas rojas. Se degollaron motorizados con guayas.
Cualquier parecido con lo que hace el sionismo en Gaza no es coincidencia, es una forma de sentir, de entender el mundo.
Casualmente, ese año 2017, Trump nombra a Rex Tillerson jefe de las relaciones internacionales de Estados Unidos. Tillerson fue máximo líder empresarial de la Exxon Mobil.
Nueva coincidencia, recrudecen las fricciones con Guyana.
Se hace más visible la vinculación de Washington en el diferendo.
Aunque Tillerson abandonó el gobierno por diferencias de ego con Trump, lo que él encaminó sigue andando. Hasta llegar a las declaraciones de la inefable Laura Richardson.
La geopolítica es cambiante en estos días. Los gobiernos latinoamericanos no quieren guerras en la región. Somos zona de paz. Más allá de las diferencias políticas, ideológicas, parece existir consenso en el logro de la unidad.
Por eso la reunión de hace unos días entre Nicolás Maduro y su homólogo de Guyana. Eso ya es un logro. Todos apuestan a resolver el tema de manera pacífica y sin la intervención de potencias externas.
En su momento se logró evitar una guerra entre Colombia y Ecuador, cuando fuerzas colombianas, al mando de Uribe, bombardearon territorio ecuatoriano. Unasur actuó y lograron calmarse las aguas.
Aquí nadie quiere una balcanización, ni que nos lleven a situaciones como las de Medio Oriente.
Como en muchas otras ocasiones históricas, en Guyana hay una trasnacional petrolera tras una clase política, una trasnacional que no le preocupa ocultar su influencia.
Venezuela mantiene una posición histórica de enfrentar la arrogancia y prepotencia con dignidad. Parece un designio histórico.