Cuando el gobierno de George W. Bush acusó a Saddam Hussein de ser un dictador tan malvado que tenía armas de destrucción masiva, dejó bien claro que estas acusaciones no eran contra del pueblo iraquí, por el contrario, eran para protegerlo de la malvada dictadura que hacía de sus vidas un infierno. Entonces, los opositores a Saddam recorrían el mundo, buscando apoyo de la “comunidad internacional” para que, por favorcito, los ayudaran a derrocar al tirano porque ellos no tenían ni la fuerza ni las pelotas para tumbarlo por sus propios medios.
Cuando en 2003 los EEUU invadió Iraq, lo hizo, ya saben, porque Saddam era malo y tenía armas de destrucción masiva. Desde la Casa Blanca, George W. felicitaba al pueblo iraquí por haber recuperado su libertad, mientras los mataba a bombazos. A todas estas, voceros de la oposición iraquí, instalados en Londres, declaraban a los grandes medios su satisfacción porque su país, por fin, conocía la libertad.
Ya sabemos cómo sigue la historia. Ya sabemos qué pasó con el pueblo iraquí. Hundidos en una guerra sin final a la vista, pero eso no es contra ellos, ya saben, es contra el malvado de Saddam y esas armas de destrucción masiva que tenía… “Bueno, que no tenía, que nos equivocamos”, dijo Tony Blair; “que cualquiera se equivoca”, dijo José María Aznar; “que sí, que nos dieron informes falsos”, dijo Obama porque Bush no estaba ya ahí para lavarse las manos. Los que no han dicho ni pío fueron aquellos opositores que facilitaron la invasión, aquellos que sirvieron de títeres para confirmar cada mentira inventada para justificar el saqueo de su propio país… tan habladores que eran y no han dicho ni pio…
Antes de Iraq fue con Afganistan, pobre país tomado por talibanes trogloditas que obligaban a sus mujeres a llevar burkas, nos contaba el Departamento de Estado, y lo confirmaba en perfecto inglés británico un señor que decía ser afgano. Tampoco era nada contra el pueblo, sino contra los talibanes que lo oprimían. Ahora, además del problema de llevar burkas a juro, las afganas tienen que lidiar con una guerra que no se acaba.
Lo mismo hicieron con Libia. Aquel montón de expedientes, aquel chorro de declaraciones, aquella “profunda preocupación” por la democracia, por la libertad del pueblo libio. Vimos a los títeres de turno, dirigentes de oposición que hablaban en nombre del pueblo que iban a masacrar. Y otra vez las bombas, esta vez llamabas “humanitarias” como diciendo “Les pegamos porque los queremos” También sabemos qué pasó con Libia. Me pregunto ¿dónde están aquellos voceros opositores?.
Y luego Siria, donde se le enreda el yoyo a la OTAN, porque Rusia… Y en medio de todo Ucrania para cercar a ese hijo de Putin, y estamos profundamente preocupados por la democracia Rusa -dicen desde los EEUU- y que quede claro que esto tampoco es contra el pueblo… Pero Putin es mucho Putin y hay que andarse con cuidado…
Y Venezuela, la mina de los mil tesoros, sigue sin entrar por el aro. Torres de expedientes acusando al gobierno de terrorista, primero, de narco terrorista, después de amenaza inusual y extraordinaria para los intereses de los Estados Unidos pero que quede claro: todo esto no es contra el pueblo venezolano, sino que es por su bien, dice cada vocero gringo que abre la boca, y lo repite cada vocero de la oposición con la boca llena de dólares, con sus hijos a salvo en Miami y un green card en el bolsillo.
Si desde el norte dicen que el gobierno es terrorista, salen todos de gira internacional a reforzar las palabras de sus amos. Si dicen que ahora es narcotraficante, salen de gira otra vez, a lambucear afuera el apoyo que no consiguen en su propio país.
Esta semana, el cuento gringo es que, según el Departamento del tesoro -y sin presentar ni una prueba, por cierto-, Tareck El Aissami, nuestro vice presidente, es narcotraficante. ¡Una pelusa! Y agrega, como siempre, el secretario del tesoro que “esto no es contra el pueblo de Venezuela”.
Ese mismo día, en el Congreso colombiano, Julio Borges, declaró, con una sincronía asombrosa, que Venezuela es un narco estado y es una amenaza para Colombia y el resto de América Latina. y pide acciones internacionales contra su país. Y Luís Florido se apresuró a poner lo suyo diciendo que Tareck tiene que “separarse del cargo, si no teme someterse a investigaciones de las autoridades internacionales”. Esto es que cada vez que los gringos quieran cambiarnos el vice presidente, o cualquier ministro, o incluso el presidente, solo tienen que montar otro expediente de esos y ¡zuas! Florido, excitadísimo, advierte además, que estas acusaciones pueden derivar en un bloqueo financiero contra nuestro país, pero esto no es contra el pueblo, sino contra Tareck que no quiere renunciar e irse a vivir a la cárcel Guantánamo. Freddy Guevara, fue más allá y le dijo al presidente Maduro: “Si usted permite que un vicepresidente de la República acusado de narcotráfico esté a un paso de la presidencia de la República, el responsable de traición a la patria será usted”. Mira tú, según Guevara, si el Presidente de Venezuela se niega a ser un títere del gobierno gringo y no hace lo que éste le manda, entonces es un traidor a la Patria, mire usted. Y, casualmente de gira en Washington, no podía faltar Lilian Tintori quien, con su cara de princesa Disney monjil transfigurada de violenta excitación, reclamó al mismísimo Donald Trump, más que palabras, acciones contundentes contra Venezuela.
Yo les dijo una cosa: en los Estados Unidos, si algún político gringo hiciera contra su gobierno, contra su país, lo que Borges y su combo hacen aquí, serían acusados de traición a la Patria por atentar contra la seguridad nacional y esto allá implica hasta la pena de muerte. Aquí, en esta “cruel dictadura que persigue a la disidencia y coarta la libertad de expresión”, a lo máximo que llegamos es a llamarlos vende patrias y, para colmo, ellos se ofenden.