Cuando por allá, en 2008, el comandante Hugo Chávez en buen momento expulsó al embajador de EEUU en Venezuela, lo hizo en solidaridad con el Estado Plurinacional de Bolivia ante maniobras de golpe de Estado en ese país contra Evo Morales, y por nuestra tradición de asumir posturas de principios; más cuando la raíz de esa nación se hizo con sangre venezolana de la mano del gran cumanés y Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre.
Parte de una historia republicana que desde la llegada de la Revolución Bolivariana marca nuestra doctrina Bolivariana inclaudicable e imposible de demoler por nada ni nadie, y de la cual Richard Grennel pudo ver algunos símbolos en su visita oficial al Palacio de Miraflores, mostrados por el Presidente de la República Nicolás Maduro Moros.
Nuestra doctrina tiene más de 200 años, y viene alimentada de más de 500 años de lucha antiimperialista. Dudar de ella o despacharla es simplemente una torpeza política.
Pero antes de ahondar en todo esto y recordando a Chávez, él mismo manifestó en aquel momento de una decisión de altos quilates contra un poderoso imperio pero necesario de desafiar por sus maneras injerencistas y ofensivas hacia nuestra región, a manera de reflexión sobre el hecho de que ojalá algún día existiese en EEUU un gobierno que respete a los pueblos de América Latina, porque nosotros no pedimos más nada, ni grandes cuestiones, sino una relación basada en el respeto con el otrora único y exclusivo imperio del planeta que debía ver otro tipo de relación con esta región desde su frontera sur.
Hoy las cosas han variado de manera importante, ya que existe como mínimo una tripolaridad mundial con varios elementos multipolares gravitando en torno a ella, en pleno proceso de reorden que estamos viviendo y que para nada se encuentra exento de sismos o movimientos importantes. También es cierto que la región está fragmentada políticamente pero eso no implica que existan ejemplos de batalla inquebrantable que todo operador político o grupo de opinión allá en EE.UU no debe subestimar. Venezuela, Cuba y Nicaragua forman parte de ese eje gravitacional no menor en nuestra región.
Visto lo anterior, la relación entre la República Bolivariana de Venezuela y los EEUU es una parte posiblemente vital para la región a juzgar por la manera como han pretendido tratarnos desde la élite de poder de esa Nación, promoviendo un cambio de régimen político para volver a poner en tono de colonia a un país que día a día se aleja de esa lógica, en la fuerza de los hechos que es más poderosa que la de los discursos.
Siendo profundas las heridas de esa agresión de un poder importante como el de EEUU puesto al servicio de una guerra multiforme hacia la nación venezolana, torturando en especial su cuerpo político y social; también son relevantes las derrotas de una patria venezolana que ha sabido resistir, las más de las veces sola, una y cada una de estas afrentas a su democracia e institucionalidad, enfrentando victoriosamente cada maniobra incluso para la sorpresa de algunos escépticos.
En este entorno y con esa historia se produce esta nueva fase de acercamientos entre el Gobierno Bolivariano y el Gobierno de EEUU, encabezado por un Donald Trump que ha hablado abiertamente de construir una «era de oro» para su país. Los procesos bilaterales anteriores dejaron en punto muerto diálogos donde el incumplimiento sistemático por la parte estadounidense fue el sello recurrente.
El incumplimiento, por ejemplo, del Acuerdo Social o de los Acuerdos suscritos en Doha, Estado de Qatar, apenas son una muestra de varios botones que socavaron toda confianza, al punto de ser valoradas por el jefe de Estado venezolano como ejemplos de la llamada «diplomacia del engaño».
Sin embargo, practicantes como somos de la Diplomacia Bolivariana de Paz que no es un cliché, ni propaganda, ni nada por el estilo; sería absolutamente lógico intentar de nuevo avanzar en una agenda de acercamiento con los pies en la tierra pero con un problema muy claro: construcción de confianza.
Esto último de la confianza será un asunto clave no sólo en este tema Venezuela – EEUU sino en una bisagra geopolítica de relevancia mundial: la guerra en Europa del Este impuesta de manera provocadora y a la fuerza en contra de la Federación de Rusia. Solucionar ese tema no será tan sencillo si no hay «confianza» en los hechos.
Y en todo ello, los acercamientos entre Washington y Caracas se han manejado con mucha cautela, la suficiente como para entender que en política, y a veces en la vida misma, se es amo de lo que se calla y esclavo de lo que se dice.
Por ello en alguna oportunidad, consultado por un medio de comunicación afirmé que el ambiente y algunas situaciones estratégicas valoradas en otros escritos nos indicaban posibles acercamientos. La visita de Richard Grenell el pasado viernes 31 de enero confirmó todas nuestras intuiciones.
Estos acercamientos suman acuerdos, que en la medida que se cumplan y conozcan alimentarán esa confianza necesaria. Cualquier mal paso o mala retórica pone todo en riesgo. Venezuela no practica la diplomacia de micrófono. En EEUU su gobierno se caracteriza por la hiper exposición de palabras de manos de su presidente, a veces con un relato que se contradice con el hecho. Propio de un empresario rebelde del Deep State, tratando que forzar todo con su «diplomacia por la fuerza».
La agenda cero es clave. No hay momentos previos ni bases construidas previamente; por lo tanto hay que avanzar desde este punto, de hoy en lo adelante, tratando de poner elementos prácticos para reconstruir una relación basada en una cosa: respeto.
Recibir deportados ilegales, entregar terroristas, sea en forma de canje o gesto por otras acciones y decisiones que veremos en lo adelante, son apenas los primeros pasos de un punto de partida iniciado con la presencia de Grennel en Caracas, siendo la primera visita oficial de algún funcionario estadounidense en la región, incluso antes de la agenda regional desarrollada por el secretario de Estado, Marco Rubio. La foto dejó boquiabierto al extremismo opositor por razones que tal vez podamos ver en próximos artículos.
Finalmente el último párrafo del comunicado emitido por nuestra patria sobre esta visita, deja clara nuestra firme voluntad: «el Gobierno de Venezuela reafirma sus principios consagrados en la paz, el diálogo entre iguales, el respeto de la soberanía, y expresa su disposición de mantener los canales diplomáticos abiertos con los Estados Unidos de América en la defensa de los derechos e intereses irrenunciables del pueblo venezolano».
La cautela, el respeto y la diplomacia pueden ser los fundamentos de esta nueva etapa. Pero con los pies en la tierra.