Cuando el Padre, Libertador Simón Bolívar, logró con su genio militar fraguar la libertad de muchos pueblos de Suramérica; entendió rápidamente dos asuntos sumamente vitales para sostener este proceso de independencia recién nacida, intentando abrir las puertas hacia una etapa de desarrollo.
En primer término, concibió la originalidad del proyecto político continental, argumentando la inviabilidad de conducir el destino de nuestras naciones bajo las estructuras ideológicas y políticas que modelaban a la naciente Estados Unidos de América (EUA), a partir del 4 de julio de 1776, y una Europa donde las cosas parecían reordenarse aún bajo la insignia monárquica de la restauración; luego del período histórico de la expansión de Napoleón Bonaparte, quien realizó su buen oficio para irradiar la filosofía de la ilustración con todo y su noción imperial.
En segundo lugar, nuestro Padre de la Patria identificó una amenaza que se erigió con fuerza a partir de la determinación independiente de las trece colonias de Nueva Inglaterra; y lo hizo no solo desde una perspectiva de visión histórica, proyectada en el tiempo, de la amenaza que significaba la poderosa nación del norte, como se lo afirma a Patricio Campbell cuando le expresa: «Los Estados Unidos parecen destinados por la providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad».
Va más allá, proponiendo y trabajando en pro de la unión de las naciones que han obtenido su Independencia, planteando la unión definitiva y estructurada, tanto en lo político como en lo militar, para hacer un peso efectivo tanto a EEUU como al entonces imperio del Brasil. De allí sus esfuerzos por levantar el Congreso Anfictiónico de Panamá, en 1826, y sostener a todos estos territorios liberados con su espada y voluntad inquebrantable bajo una sola República llamada Colombia.
La irrupción política del Comandante Hugo Chávez al frente de la Juventud Militar Bolivariana, el 4 de febrero de 1992, viene acompañada de un constructo ideológico donde Simón Bolívar baja de aquellos Olimpos inalcanzables para ser protagonista de primera línea en la configuración de una nueva etapa nacional, que trascienda al caduco Pacto de Puntofijo.
De suyo, ser bolivariano viene completamente adherido al carácter antiimperialista de nuestro Libertador, cuestión imposible de echar a un lado sí, precisamente, fue uno de los aspectos que definió su accionar político; una vez consolidada la primera Indepedencia en el campo de batalla.
De hecho, y más allá de necesitar proclamarlo, el Comandante Hugo Chávez se encontraría con la realpolitik como principal fuente para determinar, en los hechos, que la raíz bolivariana de la Revolución que había llegado al poder político en Venezuela el 2 de febrero de 1999, no era retórica sino firme concepción política.
Revitalizar la OPEP, contribuir al desmonte del ALCA, derribar los cimientos de la privatización total de Petróleos de Venezuela PDVSA, en el marco de la arrolladora política neoliberal, y promover una modificación sustancial de la Ley de Hicrocarburos, todo ello en sus diversos momentos y con sus propias potencias, demostrará el tono antiimperialista de una Revolución Bolivariana que, producto de las diversas agresiones sufridas desde el año 2000 en adelante tuvo que marcar, desde la voz y la acción del Comandante Hugo Chávez, este carácter ante el mundo y especialmente ante quienes venían maniobrando toda clase de cosas para derribar al gobierno nacional.
Pero definir el carácter antiimperialista de la primera Revolución del siglo XXI, que se ha impuesto el objetivo estratégico del Socialismo, precisa hechos, hitos, momentos marcadores o definidores de este proceso; que bien vale la pena recordar en el contexto del décimo aniversario del paso a la inmortalidad del Comandante Hugo Chávez.
Al menos en nuestro criterio, hay dos momentos centrales que debemos considerar en cuanto a hitos específicos: a) Por un lado, todo el dispositivo de guerra dispuesto desde EUA a partir del atentado y derribo de las torres del Centro Mundial de Comercio en Nueva York, el 11 de septiembre de 2001; b) Por el otro, la declaratoria definitiva de la Revolución Bolivariana como Antiimperialista; justo cuando se desmontaban nuevos planes de violencia en el país.
En cuanto al primer hito, sin duda la invasión a Afganistán en octubre de 2001, precipitada, unilateral y en medio de una unánime genuflexión de la manoseada comunidad internacional, especialmente en legitimar todo cuanto la élite de poder de EEUU quisiera hacer para responder al atentado de Nueva York, encontró en la República Bolivariana de Venezuela inmediato rechazo y una voz discordante de un líder a quien poco importó aquel mensaje imperial lanzado al mundo por el Presidente de EUA George W. Bush: «O están con nosotros o están con los terroristas».
El carácter bolivariano de nuestra revolución y su concepción de posicionar al ser humano como el centro, el eje fundamental de la acción y el pensamiento político; determinó una posición vertical contraria al terrorismo en todas sus formas, condenando cualquiera de sus expresiones, pero a su vez rechazando que todo acto de esta naturaleza pudiera ser respondido con acciones inaceptables.
Tal postura del Comandante Hugo Chávez se expresó en los hechos cuando Venezuela fue el primer país en gestionar y llevar ayuda humanitaria al pueblo Afgano, quien ya sufría los efectos de la intervención militar estadounidense, ratificada en su mensaje el 30 de octubre de 2001:
«… desde esta misma mesa lo dijimos el 12 de septiembre, un día después de los horrorosos hechos y atentados criminales de Nueva York y de Washington, nosotros apoyamos la lucha contra el terrorismo y ahí nadie debe tener dudas, han tratado de manipular los escuálidos de siempre y han tratado de sacar por aquí que si una declaración con pinzas y tratar de generar. No, no, no, Venezuela está muy firme y muy clara y éste es un Gobierno serio y contundente, pero también hemos dicho desde el primer día cuando aquí en esta misma mesa orábamos y pedíamos a Dios por la vida de los inocentes que se perdieron pero también decíamos que no se puede responder al terror con más terror (…) nosotros apoyamos la lucha contra el terrorismo pero no se entienda esto como una carta blanca para que se haga cualquier cosa y nosotros seguimos pidiendo hoy todavía, después de mes y medio, casi dos meses, Dios mío, por la paz; que se busquen soluciones al problema del terrorismo sí, que se busque a los terroristas, pero así no, así no. Miren estos niños, estos niños estaban vivos ayer, estos niños estaban comiendo con su padre y les cayó una bomba, una bomba de las que están lanzando sobre Afganistán, esto no puede ser, no puede ser. Un gran dolor, un gran dolor compartimos, porque miren, miren este niño, vean este bebé; ¿qué culpa tiene este bebé que murió allí con una bomba que le cayó a su casa? Allí está su padre, según la noticia siete de sus hijos murieron, eso fue ayer. No, esto no tiene ninguna justificación como tampoco la tiene el atentado en Nueva York y en ninguna parte del mundo, pero pedimos que se piense y que se rectifique a tiempo, clamamos por eso, lo vuelvo a repetir después de más de un mes, aquí lo dije, no se puede responder al terror con más terror (…) Venezuela levanta su voz con dolor y con coraje y con moral, porque aquí estamos luchando por la paz, por la justicia pero no, que cese de una vez la matanza de inocentes en Afganistán. No tiene justificación de ningún tipo, no se puede decir que fue un error, ah porque eso, ¿un error, y van a seguir cometiendo errores?»
Tan valiente e independiente posición tomada por un Jefe de Estado, en una región que la élite estadounidense ha catalogado como «patio trasero» porque deriva del monroísmo; sumado a un frente interno de desarrollo soberano en materia política, procurando edificar un momento de bienestar para los venezolanos y venezolanas después de la promulgación de la Constitución Nacional en 1999; no podría tener otra consecuencia que la activación definitiva de todas las fórmulas de agresión y golpismo que se ejecutaron en aquel tiempo histórico en Venezuela, y que tuvieron como arranque el llamado «paro cívico – nacional» del 2 de diciembre de 2001, apenas mes y unos días luego de la declaración del Comandante Hugo Chávez.
La derrota de estas maniobras y luego la identificación de nuevas amenazas, nos conduce directamente al segundo elemento central de este carácter antiimperialista, más allá de la idea, del discurso, de lo retórico.
El 9 de mayo de 2004 las fuerzas de seguridad del Estado habían desarticulado un plan, con participación de paramilitares, para asesinar al Presidente Hugo Chávez y tomar el Palacio de Miraflores. La gravedad de esta acción, como parte de las conspiraciones continuas que incluyeron el golpe de Estado del 11 de abril de 2002 y el sabotaje petrolero de diciembre de ese mismo año –ambas maniobras derrotadas–, dio mayor claridad no solo al rol directo, más frontal y desnudo del imperio estadounidense y sus operadores internos y regionales en contra de la democracia en Venezuela para derrocar al Gobierno Bolivariano; sino que afianzó aún más la postura antiimperialista de la Revolución Bolivariana, dándole mayores razones sagradas.
Días después, el 16 de mayo, una movilización gigantesca por la paz y en rechazo a todos estos planes desestabilizadores atraviesa las venas principales de la Ciudad de Caracas en una marea roja pacífica y decidida.
El Comandante Hugo Chávez, con su claridad meridiana y un profundo sentido del momento político, define ahí, en la Avenida Bolívar, el carácter antiimperialista de la Revolución Bolivariana, de manera pública y abierta:
«… creo que es imprescindible que los venezolanos hoy abordemos de nuevo el tema del imperialismo porque esa palabra incluso vino siendo retirada del léxico, vino siendo retirada y borrada, de los discursos, de los debates, de las asambleas populares, de los análisis políticos nacionales o internacionales (…) volviendo a la idea del imperialismo para tratar de redondearla y sólo contribuir al debate que debemos hacer todos los días, en todas partes, ese viejo y maloliente imperialismo, que ya tiene más de 500 años en estas tierras, pues se había enmascarado, se había maquillado y estaba por allí sonriente, no se les veían las garras, no se le veían los colmillos, no se le veía el sombrero de copa larga, ahora cuando ese viejo imperialismo se ha dado cuenta de que su intento para imponer al mundo el modelo neoliberal, ha fracasado ya definitivamente entonces no tiene ese viejo imperialismo, como nunca lo tuvo en los siglos precedentes, sin ningún tipo de rubor, sin ningún tipo de vergüenza por nada de respeto por nadie, termino de quitarse la máscara y sencillamente nos enseña de nuevo sus colmillos sangrientos y sus garras sanguinarias.
(…) Ciertamente nosotros hemos entrado en una nueva etapa, me preguntaba un periodista internacional, historiador y escritor, después de esa concentración que hicimos allí hace varios meses en Los Caobos, me preguntaba un periodista, después de haber oído mi discurso aquel día, que si es que la revolución bolivariana entraba en la etapa antiimperialista. Y le dije que sí. Porque nunca como ahora, desde aquí, desde esta revolución, nosotros habíamos señalado al imperialismo como lo estamos señalando. Es decir, lo ratifico aquí, la revolución bolivariana, después de cinco años y tres meses y un poco más de Gobierno, y después de haber pasado por varias etapas, ha entrado en la etapa antiimperialista, esta es una revolución antiimperialista.»
Con estos dos pivotes no es nada extraño que los años siguientes hayan encontrado nuevas pugnas entre ambos modelos, ambas doctrinas ya puestas abiertamente sobre la mesa, incluso el ex Presidente Donald Trump habló del monroismo con una naturalidad pasmosa como la doctrina que justificaba cualquier acción en nuestra región.
La nueva etapa de confrontación entre Bolívar y Monroe viene marcada en la infamia de la Orden Ejecutiva que nos declara amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional de EUA para favorecer todas las agresiones que en estos últimos años el pueblo venezolano ha soportado, sufrido y derrotado a pesar de sus terribles consecuencias con las cuales seguimos lidiando.
En tiempos como estos, de fuertes y crecientes tensiones mundiales, el antiimperialismo y apostar por un mundo multipolar de desarrollo compartido, cómo lo hizo Hugo Chávez, es un camino ineludible de transitar, si pretendemos de verdad y para siempre ser libres.