Desde su partida física hace una década, la lucha por la independencia definitiva ha copado la agenda política de la Revolución Bolivariana. Hemos enfrentado la más feroz agresión con una histórica resistencia popular encabezada por el Presidente Nicolás Maduro
A diez años de la siembra del Comandante Chávez, cada uno de sus planteamientos teóricos y obras en torno a la construcción del Socialismo Bolivariano del s. XXI mantiene una vigencia absoluta; que guía cada una de las estrategias de las fuerzas revolucionarias de nuestro país y ejerce una importante influencia más allá de nuestras fronteras.
El comandante Chávez concibió esta revolución como una de liberación nacional. El desarrollo de una nación dependiente y dominada por el imperialismo solo será posible sobre la base de la soberanía plena en lo político, social, cultural y económico. Se trata de una tarea de gigantesca complejidad e importancia, que debemos desarrollar en nuestro país y en unidad creciente con las fuerzas revolucionarias y populares de todo el planeta.
La dominación y explotación de nuestros pueblos por parte de los poderes fácticos de los EEUU y los viejos poderes coloniales europeos, se produce en el marco de un sistema internacional establecido en función de sus intereses de acumulación de riqueza y poder. Es indispensable implosionar ese sistema. Por ello, nuestra independencia para el desarrollo, para la justicia, para la autodeterminación, pasa por la independencia de los pueblos latinoamericanos y caribeños, pero también de las naciones de África y Asia.
De tal manera que para el comandante Chávez la revolución tiene un escenario nacional, pero en su contenido tiene una dimensión internacional. Aquel célebre llamado de los fundadores del Socialismo Científico: “¡Proletarios de todos los países, uníos!”; lo asume el comandante Chávez en el s. XXI en conciencia plena de que al poderosísimo y criminal enemigo de la humanidad, sólo lo podremos derrotar cuando logremos la unidad de las fuerzas revolucionarias y progresistas del mundo.
Desde su partida física, hace una década, la lucha por la independencia definitiva de la patria ha copado la agenda política de la Revolución Bolivariana. Hemos enfrentado la más feroz agresión por parte del imperialismo yanqui, sus aliados y sus satélites, la cual hemos enfrentado con una histórica resistencia popular encabezada por el presidente Nicolás Maduro. La grandiosa victoria alcanzada con enormes sacrificios en esta confrontación, además de servir de estímulo moral para nuestros hermanos de lucha en la región, nos permite concentrar de nuevo nuestros esfuerzos en las tareas de la transición al socialismo.
En tal sentido, hay un conjunto de objetivos estratégicos que exigen nuestros mayores esfuerzos guiados en el legado del comandante Chávez, dentro de los cuales vamos a subrayar cuatro; que el presidente Nicolás Maduro ha destacado en cada uno de sus lineamientos en esta nueva fase de la revolución bolivariana.
En primer lugar, tenemos la tarea vital de construir el poder popular. Hay muchas líneas de desarrollo en nuestro proyecto político que miden el avance de la revolución, pero pocos (o ninguno) tan relevantes como la consolidación de las nuevas estructuras y mecanismos que sirven de base para el ejercicio del poder por parte de las masas populares; el nuevo protagonista de la democracia revolucionaria. Sepultar el viejo Estado y construir una nueva forma de organización política es vital para construir las bases de la sociedad socialista.
En cuanto a la economía, está muy claro que sin una sólida base material nunca podremos dar los saltos cualitativos en el marco de la transición al socialismo. El desarrollo de las fuerzas productivas es fundamental para el bienestar de la población, para el desarrollo integral de la nación, para la defensa, para la interacción con ventajas en la dinámica internacional… A la luz de las terribles consecuencias generadas por el bloqueo económico, las exigencias en este frente son gigantescas. La visión del comandante Chávez se basa en una economía mixta, donde el Estado asume la rectoría del desarrollo y el sector privado genera riqueza bajo las condiciones de desarrollo integral; y sin trastocar los principios de justicia social que establece nuestro programa socialista. En este proceso, los trabajadores deben asumir un protagonismo creciente; y con ello ir avanzado en las nuevas relaciones socialistas de producción.
Esta es la base material para una política social que tiene como esencia elevar los niveles de bienestar de la población sobre la base de la justicia social. En este frente alcanzamos históricas conquistas. Sin embargo, la inmensa obra social del comandante Chávez fue interrumpida de manera abrupta por la agresión criminal de las sanciones imperiales. Una tarea central de la revolución bolivariana, en los actuales momentos consiste en restablecer estas condiciones de desarrollo del pueblo, apuntalando empleo, salarios, protección social, servicios públicos. Para ello, se requiere la reactivación productiva ya en marcha y la política social de un gobierno socialista, como el del presidente Nicolás Maduro, consolidado a raíz de las victorias antiimperialistas.
Finalmente, tenemos la construcción del PSUV, un proyecto político esencial del Comandante Chávez. Sólo con un partido en movimiento, estrechamente vinculado a las masas populares, rigurosamente organizado, con alta ética y nivel de conciencia socialista, siempre al frente de las luchas del pueblo… es posible superar los enormes desafíos que se desprenden de la transición al socialismo. La revolución es la obra consciente de un pueblo altamente organizado y este pueblo tiene que ser conducido por una vanguardia esclarecida, probada en los combates clasistas, que garantice la unidad popular, es decir, por un gran partido revolucionario de masas. Ese partido existe y ha sido (y seguirá siendo) garantía de las victorias revolucionarias, porque está profundamente arraigado en el legado del comandante Chávez.