La implacable persecución que ha sufrido Assange por parte de Estados Unidos ha causado un daño indecible a la libertad de prensa, poniendo de relieve la necesidad de seguir luchando por la libertad de expresión en todas partes
Julián Assange no es periodista, no estudió ciencias de la comunicación, su formación académica tiene más que ver con las ciencias fácticas, con las ciencias exactas, pero se convierte en pilar de uno de los pilares del humanismo: la libertad de expresión.
Assange tuvo la virtud, pero sobre todo, el valor, para desenmascarar el falso discurso del occidente colectivo. Evidenció que era mentira el respeto pleno a los derechos humanos. Gracias a su organización descubrimos que la llamada libertad de prensa es un concepto manejado desde la óptica del más fuerte, del hegemón.
Pero, como escribimos hace unas semanas en este mismo espacio, el caso Assange sirvió para trastocar la opinión pública global. Puso en evidencia la falsedad del sistema imperante en el occidente colectivo. Assange los ha puesto en evidencia.
Mostró que a los poderes fácticos se les ha ido de las manos; se les ha ido de las manos desde hace años, pero ahora es cuando más sienten la complicación.
Ya venían sintiendo las complicaciones, el 15 de febrero, el primer ministro australiano, Anthony Albanese, dijo: “esto no puede seguir y seguir de manera indefinida”.
De hecho, el 14 de febrero, por abrumadora mayoría, el parlamento pidió, la liberación de Julián Assange, ciudadano de ese país y fundador de Wilki Leaks.
Recordemos que Assange había fundado el lugar web donde se publicaba documentos filtrados sobre temas militares, políticos, diplomáticos, de situaciones incómodas a las potencias occidentales.
La página, en donde se garantizaba el anonimato de sus fuentes, según los parámetros occidentales, empezó a ser hostigada por Washington. Sobre todo, cuando filtró muchos documentos donde se exponían los horrores perpetrados por militares norteamericanos en Irak y Afganistán.
El asunto se tensó cuando, en abril de 2010, en el Club Nacional de Prensa de Washington D.C., Assange difundió un video titulado “Asesinato colateral”, este era una grabación de 2007, desde un helicóptero Apache de las fuerzas armadas estadounidenses.
Se ve cuando el aparato sobrevolaba la capital de Irak, Bagdad, y la forma como dispara contra población civil, inocente, que se encontraba en la calle. Se aprecia cómo la acribillaron, incluyendo a dos empleados de la agencia de noticias Reuter.
Durante la grabación se escucha a los militares norteamericanos riéndose e insultando a sus víctimas. Esta grabación, evidentemente, prueba un crimen de guerra.
Luego siguieron miles de documentos que fueron denominados “Registros de la guerra de Irak” y “Diarios de la guerra de Afganistán”. Era evidente, Estados Unidos, “el adalid de la democracia, de los derechos humanos”, cometía crímenes de guerra, y no eran hechos aislados, así entrenaban a sus militares.
La jauría se desató contra Assange. Muchos políticos hablaban de asesinarlo. Joe Biden, por aquellos años vicepresidente del país, llamó “terrorista de alta tecnología”, al comunicador.
Poco después, el Departamento de Justicia de Estados Unidos conformó un gran jurado secreto para emitir una acusación secreta contra Assange. Dicha querella clandestina se reveló vía WikiLeaks, en 2012.
A partir de allí, Estados Unidos y el Reino Unido montaron una cacería judicial contra Assange. En esos momentos el gobierno de Ecuador, en tiempos de Rafael Correa, le brindó asilo político.
El periodista Michael Isikoff, en 2021, reveló que la CIA fraguó planes para secuestrarlo en la embajada y luego asesinarlo.
En Australia, país miembro del AUKUS, junto a Reino Unido y Estados Unidos, la opinión pública, sus políticos, se oponían a que su paisano sufriera un linchamiento.
El caso Assange, ha sido otro elemento por el cual el viejo hegemón y sus aliados van perdiendo la lucha de las narrativas, el debate ideológico. Contrastados con la realidad quedan al descubierto. Son farsantes. No tienen autoridad moral para exigir lo que no respetan.
Pero la presión internacional, el costo político, el deterioro de la imagen de la Casa Blanca, obligó a su liberación.
Conforme se publicó en el portal de Amnistía Internacional, sección España, la liberación de Julian Assange, tras llegar a un acuerdo con las autoridades estadounidenses a cambio de declararse culpable, es una buena noticia. La implacable persecución que ha sufrido Assange por parte de Estados Unidos ha causado un daño indecible a la libertad de prensa, poniendo de relieve la necesidad de seguir luchando por la libertad de expresión en todas partes.
“Julian Assange nunca ha debido ser encarcelado. Amnistía Internacional felicita por el trabajo realizado a su familia, a activistas, profesionales de la abogacía, organizaciones de defensa de la libertad de prensa y a muchas personas de los medios de comunicación y de otros ámbitos que lo han apoyado y defendido los principios fundamentales que deben regir el derecho de la sociedad al acceso a la información y la justicia. Seguiremos luchando por su pleno reconocimiento y respeto por parte de todo el mundo”, señalaron.
Otros luchadores por los derechos humanos en España, que se sumaron a Amnistía Internacional, refieren que lo hecho por Assange es el trabajo habitual de los periodistas de investigación y no debería castigarse. Su persecución es un ataque a la libertad de expresión.
Es bueno recordar que el 20 de mayo, el Tribunal Superior del Reino Unido anunció su decisión para que Assange siguiera adelante en su recurso contra su extradición a Estados Unidos. Esto se produjo después de que las autoridades estadounidenses presentaran nuevas garantías diplomáticas, tras una audiencia que tuvo lugar los días 20 y 21 de febrero.
Esto enervó más las alertas de quienes se sumaron a la cruzada por Assange. Si lo extraditaban estaría seriamente expuesto a violaciones de derechos humanos, a inhumanas condiciones de detención, a tortura o malos tratos.
Ya la justicia británica había manifestado que la salud mental de Assange era frágil, que lleva muchos meses recluido en una prisión de máxima seguridad y que podría suicidarse si ingresara en una cárcel estadounidense con condiciones penitenciarias deficientes.
Pero, básicamente, Assange era un prisionero de la comunidad de la inteligencia norteamericana, incluyendo la CIA, el FBI.
Todos o, mejor dicho, ninguno de ellos, le perdona al australiano que los dejara en ridículo; que penetrara sus mecanismos de seguridad y difundiera la información a todo el mundo.
«WikiLeaks publicó historias reveladoras de corrupción gubernamental y abusos contra los derechos humanos, responsabilizando a los poderosos por sus acciones. Como redactor jefe, Julian pagó severamente por estos principios y por el derecho de la gente a saber»
Los dejó expuestos. Claro, los políticos, los poderes fácticos, les reclaman a ellos. Ya no eran funcionales, no eran útiles si no eran eficientes. Para qué mantener una comunidad de inteligencia tan costosa si unos “civiles”, como suelen expresarse los militares, les sustraen información con facilidad.
¿Entonces las películas de Hollywood y sus superespías eran falsas? ¿La aureola de invulnerabilidad no existe?
La simbología es muy importante para el hegemón. Aquí se dio otro paso más para ir destruyendo la narrativa hegemónica, como aquella vez cuando unos boinas verdes, o rojas, fueron atrapados en las costas venezolanas por pescadores. Se demostró que no eran invencibles.
¿Cómo la CIA podría permitir eso? La comunidad de la inteligencia norteamericana se sintió burlada y eso no lo podían permitir. Assange tenía que pagar.
Y no sólo porque los había dejado expuestos. También debía sentarse un precedente para que quienes pensaran seguir los pasos de Assange supieran que no habría descanso en la persecución contra ellos. No habría piedad.
De cuando empezaron la persecución a esta fecha, muchas cosas han pasado. La configuración del poder mundial ha cambiado.
Ya el hegemón ha perdido su condición. Ya otros protagonistas hacen sentir su fuerza; y en este nuevo escenario, sumado a la presión interna que vive el gobierno del devaluado Joe Biden, fue posible la liberación de Assange.
Para eso debió llegarse a una negociación. Assange llegó a un acuerdo con las autoridades estadounidenses y se declaró culpable de violar la Ley de Espionaje.
Inicialmente los fiscales querían juzgar a Assange por 18 cargos, a raíz de lo que se difundió en WikiLeaks en 2010. Era por la publicación de documentos militares confidenciales de Estados Unidos relacionados con las guerras en Irak y Afganistán.
Washington, en un comunicado del 2019, detallaba los 18 cargos con los cuales se le acusaba de conspirar para acceder ilegalmente a las bases de datos militares.
Assange siempre negó los cargos, sostiene que las filtraciones eran parte de su labor en los medios.
Pero, volviendo al proceso de su libertad, los fiscales del Departamento de Justicia habían recomendado una sentencia de 62 meses de prisión tras la declaración de culpabilidad; pero no será así. El australiano no será detenido. Conforme al acuerdo, se le acreditarán los años que estuvo encarcelado en Inglaterra.
De haber asumido la responsabilidad por los 18 delitos que estaban en la acusación original, podría haber enfrentado hasta 175 años de cárcel.
La tarde que liberaron a Assange, Wikileaks hizo público un comunicado a través de sus redes sociales, donde informaba que su libertad era «el resultado de una campaña global que creó el espacio para un largo período de negociaciones con el Departamento de Justicia de Estados Unidos«.
En otro párrafo resaltaban que «WikiLeaks publicó historias reveladoras de corrupción gubernamental y abusos contra los derechos humanos, responsabilizando a los poderosos por sus acciones. Como redactor jefe, Julian pagó severamente por estos principios y por el derecho de la gente a saber«.
En estos momentos Wikileaks es dirigida por Kristinn Hrafnsson.
Precisamente él, reiteró que el acuerdo de culpabilidad de Assange era «el resultado de un largo, largo proceso… Ha sido una batalla dura«.
Según Hrafnsson, la campaña para liberar a Assange cobró impulso en las últimas dos semanas, luego que interviniera el primer ministro australiano, Anthony Albanese. No olvidemos que Australia es una pieza importante en esta reconfiguración de la geopolítica global norteamericana. Es un integrante del AUKUS y pieza vital para el pretendido control norteamericano del Indo Pacífico.
Como señaláramos anteriormente, la opinión pública australiana estaba muy sensibilizada con el tema.
La liberación de Assange, justa desde todo punto de vista, es también otro paso en la emergencia de un nuevo orden mundial. Años atrás, sin los BRICS en acción, sin una opinión pública mundial que ya no cree en la narrativa del occidente colectivo, esto no habría sido posible.
Ah, y los señores de la CIA o el FBI, no son superhumanos. Son totalmente vulnerables. Ya el mundo lo sabe, quedaron evidenciados. Eso les duele. Qué bueno.