La ola de violencia de los últimos dos meses ha tenido innumerables episodios vergonzosos. Haciendo un esfuerzo de clasificación, reunamos en cuatro categorías las múltiples vergüenzas opositoras.
Linchamientos y afines
Sin duda, la peor de las rémoras de este tiempo de ruindades serán los linchamientos cometidos por personas enloquecidas y –tal vez algo peor—justificados, legitimados, edulcorados o escondidos por la dirigencia mayor de la oposición y por la maquinaria mediática y transmediática que respalda a este sector político.
El asesinato a golpes, puñaladas y candela de un joven venezolano, en medio de una manifestación antigubernamental quedará por siempre como un terrible pecado mortal y un crimen de lesa humanidad. Lo mismo puede decirse del homicidio en gavilla de un ex oficial de la Guardia Nacional Bolivariana en Cabudare, hecho que los medios regionales, propiedad de la godarria larense, intentaron legitimar con el argumento de que el hombre se había infiltrado en el funeral de “una víctima de la represión de la dictadura”.
La lista de hechos de sangre es larguísima, pero podemos seleccionar dos más de esos casos. El primero, el de la enfermera que recibió el impacto de un frasco de agua congelada arrojado desde un edificio por un militante opositor, luego de que flamantes intelectuales de la derecha hicieran llamados a neutralizar a chavistas. El segundo caso es el asesinato de un juez por parte de sujetos que interrumpían el libre tránsito en una avenida de El Paraíso.
Mentes escatológicas
Otra gran categoría de hechos vergonzosos perpetrados por integrantes (presuntamente) de la sociedad civil, se refiere a lo escatológico, palabra que, en una de sus dos acepciones, significa “el tratado de los excrementos”.
Al revisar los hechos de abril, mayo y junio, aparte de las irreparables pérdidas de vidas y de las lesiones graves que muchos venezolanos han sufrido, uno de los elementos que más resalta es la tendencia de la dirigencia y militancia opositora a utilizar la mierda como arma política.
El culto al detritus ha ido desde expresiones relativamente inocuas (aunque ofensivas para la moral y las buenas costumbres) como la defecación pública de una dama de clase media, hasta la euforia con la que las filas opositoras aplaudieron el uso de las bombas de pupú. Estamos ante una especie de proyección psicológica de lo que bulle en la mente y en el corazón de muchos dirigentes contrarrevolucionarios.
Como todas sus acciones están dirigidas, en realidad, hacia el exterior del país, los líderes intentaron llevar la campaña fecal a otras latitudes y se toparon con autoridades que pusieron su sitio a quienes lo intentaron. “¡Q gda!”, diríase en lenguaje de celulares.
Malas compañías
La tercera gran categoría de temas vergonzosos de esta etapa macabra se refiere a las malas compañías que se ha buscado la dirigencia de la oposición en su afán de generar suficiente inestabilidad como para derrocar al gobierno. La MUD se alió con grupos de la violencia criminal en la creencia –absurda y suicida—de que luego de arrebatar el poder al chavismo, le será posible controlar a sus nuevas y peligrosas amistades.
La presencia de bandas organizadas y de malandros “independientes” ha sido clara en acciones que sembraron el terror en El Valle, en los primeros días del jaleo; y en las operaciones ya abiertamente delictivas que se han implantado en lugares como los Altos Mirandinos, Montalbán y El Paraíso.
La peor parte de ese concubinato entre delincuentes de alta peligrosidad y manifestantes antichavistas la va a experimentar (ya le está pasando) la clase media que ha puesto a sus hijos en contacto con un submundo del que nadie sale ileso.
Payasería, banalidad, histrionismo
Por si a alguien le quedaban dudas, este período ha sido una gran oportunidad para apreciar las características más penosas de la dirigencia y de buena parte de la militancia opositora: son payasos, banales y siempre andan buscando la manera de protagonizar seudoacontecimientos en los que ellos (y ellas) aparecen como héroes o mártires.
En el nivel de la militancia, esto es lo que destaca: un muchacho desnudo con koala, una abuelita heroica, mujeres en topless, violinistas en el tejado, náufragos del Guaire, paramédicos de una extraña cruz verde… todo apunta hacia el espectáculo, hacia la escena producida de un reality show.
En el nivel de la militancia, la competencia es selfie a selfie y posverdad a posverdad. El diputado Paparoni ha tomado la delantera: en dos meses ya lo revolcó la ballena y lo hirieron (dice la leyenda urbana) con una metra. Capriles no quiso quedarse rezagado y logró que le dieran un cascazo en la cara. Y Requesens apareció de pronto metido en una alcantarilla, lugar adonde fue arrojado por un GNB, según denunció el diputado Pizarro, tras fungir como rescatista, todo ello, por supuesto, en vivo por Periscope.