Los finales de año traen consigo una oleada de pronósticos sombríos. Los grandes gurúes de la economía y la politología se unen a los iluminados más pintorescos para hacer temblar de angustia a la gente, justo en el tiempo que se supone está consagrado a la paz y a la esperanza.
Las profecías autocumplidas
Algunos de esos vaticinios son, en realidad, las llamadas profecías autocumplidas. Si una persona, por ejemplo tiene un negocio con varios empleados y ha decidido cerrarlo, llega a la fiesta de fin de año y dice: “Me leyeron las cartas y me dijeron que, el año que viene, varios de ustedes irán a trabajar a otras empresas”. Luego, en enero, el falso adivino toma la decisión que ya tiene prevista y, claro, a los trabajadores no les queda más opción que buscar otro empleo. El método no falla y logra que los afectados hasta lleguen a admirar a quienes toman medidas que los perjudican. “El señor Fulano no se equivocó: tiene buenos asesores en materia de quiromancia”, dirá alguno, mientras manda el currículum o llena planillas.
Si queremos un ejemplo “en pleno desarrollo” -como diría el gran maestro de Periodismo Walter Martínez-, revisemos lo que andan declarando por ahí los dirigentes empresariales: que en 2017 habrá más inflación, más escasez, más hambre y más desempleo. Son sus planes disfrazados de “profecías”, y tengamos por seguro que harán todo lo posible para que se cumplan, tomando las decisiones que ya han planificado.
Las profecías “de cajón”
Otro grupo de pronósticos son de esos que se van a cumplir de todas todas porque en realidad no son hechos inesperados. La virtud del futurólogo consiste, en este caso, en la capacidad para ponerle efectos especiales al acontecimiento supuestamente observado con anticipación.
Este es el típico caso de quienes, poniendo cara de Madame Kalalú, dicen que hacia mediados del primer semestre del año habrá una gran batalla política con muchos escenarios regionales. Para saberlo no hace falta tener la facultad de leer los caracoles, sino que basta con conocer el cronograma del Consejo Nacional Electoral, que contempla elecciones de gobernadores en ese tiempo. Sin embargo, los pronosticadores de obviedades son invitados de lujo en los programas de televisión.
En esta categoría están también los especialistas que manejan datos concretos, de su área de conocimiento y las utilizan para hacerlas ver como dotes de adivinación. Por ejemplo, economistas que conocen fechas de vencimiento de bonos o tramos de la deuda externa, se dan aires de oráculos diciendo que en tal mes, el gobierno se verá en aprietos para cumplir compromisos internacionales.
Las profecías-deseo
Buena parte de las profecías para el año siguiente no son otra cosa que deseos de la gente que las pone a rodar. Piensan que si un hecho es suficientemente pronosticado, se materializará en algún momento.
Los brujos y las brujas oficiales de la contrarrevolución venezolana han vaticinado, año tras año, el final del proceso político bolivariano a través de elecciones, de rebelión popular, de un alzamiento militar, de una gran división en el seno de la Revolución… En fin, que han expresado sus propios deseos, transformados en anuncios del porvenir. Paradójicamente, su sueño de futuro es volver al pasado.
Las profecías-deseo pueden parecer algo inocente, pero no lo son. En buena medida son expresiones de los planes que están tramando, como en la profecía autocumplida, con la diferencia de que, hasta ahora, no han logrado hacerlas cristalizar.
¿Y nuestras profecías?
Es revolucionario (y es muy chavista) terminar el año con un detalle de crítica hacia adentro. Así que es necesario dejar constancia también en esta breve aproximación a la futurología que cada año, los líderes bolivarianos formulan sus propias profecías, que a veces son autocumplidas, otras son de cajón y otras más no pasan de ser meros deseos.
Año tras año se vaticina que el siguiente será el del despegue económico, el del saneamiento moral, el de la eficiencia en la gestión, pero a partir de enero, y hasta el siguiente diciembre, el tiempo se escurre en los entresijos de las peleas con la contrarrevolución que, a su vez, se esfuerza por cumplir sus propias profecías siniestras.
Habría que preguntarse qué le ha hecho más daño a la Revolución últimamente: las estrategias de la derecha nacional y global para arrebatarle el poder o la poca capacidad por concretar los anuncios que se pronuncian al calor del espíritu navideño. Por mi parte, pronostico que, en 2017, serán muchos los que no querrán ni siquiera reflexionar sobre este tipo de preguntas.