Por: Alexander Torres Iriarte
“El mejor truco del diablo, fue hacernos creer que no existe”
Baudelaire
Es un despropósito comparar abruptamente la coyuntura histórica venezolana que dio paso a la Asamblea Nacional Constituyente de 1999, con el llamado realizado por el presidente Nicolás Maduro Moros el 1° de mayo de 2017. Ignorancia, mala fe o ventajas inconfesables median entre la explicación de estos dos acontecimientos, que si bien no le negamos los aspectos comunes, parten de realidades totalmente distintas como la Ciencia de Clío no lo puede mostrar.
La traición
El 23 de enero de 1958, pese a ser depuesta la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, clausurando un expediente histórico nefasto para las libertades públicas en Venezuela, su espíritu libertario fue traicionado por las “élites” puntofijistas. En cuarenta años se erigió un modelo que se revistió de democracia formal, pero que soterradamente -con sus matices y estrategias- devino en un terrorismo de Estado.
Este ensayo burgués-petrolero, que arrancó a comienzo de los años sesenta con rostros tan visibles como los de Rómulo Betancourt y Rafael Caldera, se cimentó en diversas alianzas -con empresarios, CTV, iglesia católica, FF.AA- bajo la aprobación del Departamento de Estado de EE.UU., en el contexto de la Guerra Fría y de la Doctrina de la Seguridad Hemisférica. A pesar de la “danza de los millones” de la séptima década del siglo pasado, la corrupción, el despilfarro, la deuda externa, la violación sistemática de los Derechos Humanos y el barraganato del perecismo, herreracampinsmo y el lusinchismo asfixiaron las esperanzas de grandes mayorías que reclamaban un cambio sincero. La dependencia al FMI, al BM, al BID, caracterizó un aparato gubernamental cada día más distantes de los necesitados de nuestros barrios y campos. La solución no fue una transformación profunda del Estado, sino la represión para acallar las colectividades famélicas. En este escenario se entiende la explosión popular del 27 de febrero de 1989. La muerte fue su antídoto.
Terapia intensiva
Mientras Carlos Andrés Pérez, en su segundo gobierno, salía de Miraflores por corrupto el 20 de mayo de 1993, la popularidad de Hugo Chávez iba en indeclinable ascenso. La bocanada de oxígeno que representó la segunda tentativa de Caldera a mediados de los años 90 no pudo insuflarle vida al moribundo. La aguda crisis fiscal, el robo de las prestacionesde los trabajadores, el deterioro político-institucional, el colapso bancario y el nuevo paquetazo económico (Agenda Venezuela), ponían en evidencia lo inevitable. La carta de intención con el FMI, el silenciamiento de los jubilados, pensionados, estudiantes, buhoneros, etc., anunciaban un ciclo que ni la Apertura Petrolera podía detener. El neoliberalismo hambreador fracasaba y con él las bases de la “democracia pactada”.
Con el Por Ahora del 4 de febrero de 1992 irrumpía una esperanza en el horizonte de la Patria, que se va a concretar aquel histórico 6 de diciembre de 1998. Ese mismo año en que Venezuela arrancaba el huracán bolivariano el barril de petróleo estaba a menos de 10 dólares, había una pobreza extrema de más del 20%, con una tasa de desempleo sobre el 16% y un estancamiento aplastante muy visible. Días de apatía y miedo reinante, desconfianza en las instituciones como cultura dominante. Todo un dantesco etcétera por enumerar. ¿Qué hizo Hugo Chávez? Ser consecuente con su promesa presidencial: ¡Llamar a la conformación de la Asamblea Nacional Constituyente!
El rompeaguas
Hacer un balance de los logros de la Revolución Bolivariana con Hugo Chávez al frente (1999-2013) es tarea titánica. La lucha contra la pobreza, la mejoría de la educación y la sanidad, los avances en derechos sociales, la disminución de la desigualdad, la reducción de la desnutrición y la mortalidad infantil, el crecimiento económico, el ejecute de misiones sociales inclusivas, una política exterior sur-sur… son solo una milimétrica muestra de un empeño sin precedentes en nuestra historia venezolana y mundial.
Asistimos con el chavismo a una etapa áurea de nuestra evolución como gentilicio en la que lo popular, la soberanía, la unión cívico-militar, la redistribución de la riqueza y la revalorización de la política son fenómenos determinantes. Todos estos éxitos siempre han sido cónsonos con la Constitución Nacional sancionada a comienzos del siglo XXI. No obstante, consciente estaba el mismo presidente Hugo Chávez que era imperativo una reforma profunda de la Carta Magna. Como estadista comprendía que el Estado que no crece se burocratiza, se corrompe, se hace ineficiente y sus leyes también. Además, sabía que para conquistar el soñado Socialismo Bolivariano se requería cambios no solo de formas sino de contenidos en nuestro ordenamiento jurídico, muchas veces burlado por los factores de poder. Mas si se admite que la Ley Fundamental de 1999 estuvo atravesada por concesiones con grupos e intereses luego muy punzantes. En este sentido se enmarca la importancia del referéndum del 2007 y la enmienda del 2009, respectivamente.
El timonel no está
En cadena nacional, ante la consternación general, Hugo Chávez se despidió de todos el 8 de diciembre de 2012. Antes dejó dicho cuál podría ser el reto que se avecinaba y la necesidad de cerrar filas pese a las críticas y las disidencias dentro de la fila de la revolución: Lucha, batalla, unidad y victoria. Pidió una oportunidad para su compañero de viaje -joven obrero, otrora Canciller y ahora Vicepresidente de la República Bolivariana de Venezuela- y al final fue así. El voto de confianza estaba dado.
Desde el ascenso de Nicolás Maduro Moros el 14 de abril de 2013 -víctima de una drástica baja de los precios del petróleo en el mercado internacional- hasta la actualidad, no ha habido tregua. Intentos que van desde el juicio político contra el Primer Mandatario (25 de octubre de 2016), pasando por el abandono de cargo del mismo (9 de enero 2017), hasta la aplicación de la Carta Democrática de la Organización Estados Americano contra nuestro país (21 de marzo de 2017), evidencia un plan golpistaorquestado por agentes internos y externos manifiestamente antidemocráticos. Pero este programa criminal y extenso está encuadrado dentro del golpe continuado y la tesis del Estado fallido (desconocimiento del CNE, guarimbas, asesinatos, sabotaje eléctrico, aislamiento diplomático, hoyas mediáticas, paramilitarismo, Dólar Today, acaparamiento, bachaqueo, inflación inducida, amenazas del Comando Sur, foquismo violento, operaciones psicológicas, infobasura, la campaña de los obispos, el uso de la muerte ajena, shock informativo, cámara de combate, etc.).
En tal sentido, la iniciativa del presidente Nicolás Maduro, en concordancia con el artículo 348 de la Constitución Nacional, de llamar a la conformación de una Asamblea Nacional Constituyente, la adelanta en el contexto de una guerra de cuarta generación. Su exhorto para la conformación de tan excelsa institución es garantía de paz y de reconociendo del otro. Y de allí su diferencia esencial con lo que pasaba en Venezuela dos décadas atrás.
En conclusión
A) La Asamblea Nacional Constituyente de 1999 surge, en gran medida, por el cumplimiento de la palabra empeñada por presidente Hugo Chávez Frías en todo su accionar público en correspondencia con la demanda histórica y popular de democratizar profundamente el sistema político venezolano puntofijista en crisis terminal.
B) La Asamblea Nacional Constituyente del 2017 nace por el desarrollo de nuevos sujetos sociales hijos de la profundización y empoderamiento derechos inéditos alcanzados en más de tres lustros de la Revolución Bolivariana, por la necesidad de “blindar” esas conquistas alcanzadas, por la urgencia de profundizar esas garantías, y por el imperativo soberano de convocar al pueblo mismo para replantear el modelo, fungiendo como vehículo originario contra las fallas del sistema y la violencia tarifada adelantada por minorías derechistas teledirigidas por intereses extraños que quieren socavar con el Estado venezolano.