La maquinaria mediática, legitima atentados y amenazas cuando son “occidentales”
La voladura de los gasoductos Nord Stream
El aparato propagandístico de Estados Unidos y de sus socios y satélites de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN); ha presentado las voladuras de los gasoductos Nord Stream 1 y 2 como una victoria del “mundo libre” contra la tiranía rusa. La estricta verdad es que fueron dos gravísimos atentados contra la seguridad energética de Europa y también para el medio ambiente.
Cortar un gasoducto o un oleoducto es un acto terrorista que se comete para apoderarse de los mercados que ya no podrán ser surtidos con los hidrocarburos que se transportaban a través de esa tubería. Como agravante, los cortes mediante explosiones se ejecutaron en áreas submarinas.
Y pensar que el país que luce como principal sospechoso de haber llevado a cabo este crimen es el mismo que anualmente levanta un informe para juzgar a otras naciones y, mediante sus evaluaciones, calificarlas como terroristas o colaboradoras del terrorismo.
Sin la menor vergüenza, fingen inocencia y hasta pretenden culpar de las voladuras al país que construyó los gasoductos, es decir, al que sale perjudicado con su destrucción: Rusia. Y lo peor de todo es que grandes sectores de lo que llaman “opinión pública mundial”, se tragan el cuento.
Ataque al puente de Crimea
Otro acto terrorista que la maquinaria propagandística autodenominada “occidental” ha blanqueado, llegando incluso a celebrarlo, es el ataque al puente Kerch, que une a la península de Crimea con el resto de Rusia.
Resulta evidente que esta acción ha sido parte del esquema de provocación contra Rusia, cuyo propósito es que el gobierno de Vladímir Putin lleve a cabo una represalia proporcional y, con ello, escale el conflicto hasta el nivel en que quiere tenerlo el gobierno de Estados Unidos y su brazo armado, la OTAN.
El atentado contra una infraestructura civil, tiene todas las características típicas de las operaciones de la Agencia Central de Inteligencia para echar más leña al fuego. Y desde el punto de vista interno de Estados Unidos, es la clásica maniobra de un gobierno muy impopular para generar una guerra en la que la superpotencia bélica se involucre directamente y así revertir lo que luce como una paliza para el Partido Demócrata en las elecciones legislativas de noviembre.
Laboratorios de armas biológicas
La guerra de Ucrania permitió, desde muy temprano, localizar y desmantelar alrededor de 30 laboratorios de guerra biológica, pagados por Estados Unidos, que funcionaban en territorio ucraniano, entre los cuales había varios que estaban experimentando desde al menos 2018 con el coronavirus transmitido por murciélagos.
Rusia acudió, con todos los indicios y materiales, a formular la denuncia ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas; pero es evidente que esta entidad solo está interesada en abrir casos contra los países señalados por Estados Unidos como terroristas biológicos o químicos.
El tinglado mediático encubre estos crímenes de lesa humanidad, desestimando el peso probatorio de los descubrimientos de Rusia. Igual que los burócratas estadounidenses, para la llamada “prensa libre”, lo cuestionable y peligroso no es que Estados Unidos esté fabricando armas biológicas, incluyendo virus que han causado pandemias planetarias, sino que esos materiales puedan caer en manos rusas.
La bomba nuclear preventiva
Otra situación en la que se aprecia que los órganos de manipulación de la opinión están al servicio de la guerra, incluso a niveles suicidas, es el tratamiento periodístico que se le ha dado a la solicitud del presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, de que los países de la OTAN lancen un “ataque nuclear preventivo” contra Rusia.
Si existiera un mínimo de sindéresis en el manejo de estos temas, los medios de comunicación dotados de alguna seriedad habrían cuestionado a fondo semejante planteamiento, que contradice todo lo que se sabe acerca del peligro de una guerra nuclear desde los días finales de la Segunda Guerra Mundial; la única vez que este tipo de armas fueron utilizadas.
Una profusa literatura técnica, y geopolítica, ha dado carácter de dogma a la idea de la destrucción mutua garantizada. Es, en dos platos, la convicción de que si una potencia atómica dispara una de sus armas generará una espiral de acción y reacción tal que quedarán destruidas enormes porciones del planeta en un plazo de pocas horas; si acaso no minutos.
Tamaña irresponsabilidad, seguramente no es una iniciativa de Zelenski; quien desempeña un claro rol de marioneta parlante de Estados Unidos. Es de presumir que la petición de ataque nuclear sea parte del plan de Washington para propiciar el caos. De una manera insensata y temeraria, algunos gobernantes europeos respaldan la petición. Parecen ignorar que las ciudades del Viejo Continente estarán entre los primeros blancos de cualquier represalia rusa a un ataque con armas de destrucción masiva.