La canalla mediática nunca se retracta
Se cayó el montaje, pero nadie lo admite
El caso del secuestro en Argentina, por órdenes de Estados Unidos, de un avión de carga de la empresa EMTRASUR (filial de CONVIASA) fue un montaje grande, pero muy mal hecho, del Poder Judicial corrupto del país sureño, en complicidad con la “policía imperial” estadounidense y con la pasividad del gobierno de Alberto Fernández, por decir lo menos.
En la maniobra tuvo peso fundamental la maquinaria mediática global, de la que forman parte medios estadounidenses y europeos de alcance global, órganos “informativos” argentinos y la “prensa libre” venezolana, sostenida económicamente por la USAID y otras agencias extranjeras.
Todos esos factores se agavillaron para decir que el avión venezolano era iraní, y que, por ser iraní era terrorista. Se encompincharon para decir que entre los tripulantes del avión había un peligroso oficial de la Guardia Revolucionaria de Irán y que, por tanto, era una tripulación de terroristas; conspiraron para decir que, dados los contundentes argumentos de culpabilidad, el avión tenía que ser retenido y a los temibles tripulantes era necesario abrirles un juicio.
Todo se derrumbó porque todo era mentira. Se derrumbó porque el avión es de bandera venezolana, no iraní; se derrumbó porque iraní no es sinónimo de terrorista; se derrumbó porque el tal oficial había fallecido hace varios años y, en todo caso, el ser miembro de la Guardia Revolucionaria de Irán, si lo fuera, no significa que sea un terrorista; y se derrumbó porque el avión de Emtrasur está dedicado a la carga de mercancías lícitas y nadie ha podido demostrar lo contrario.
Pero, ni el sistema judicial corrupto que intentó el fraudulento proceso ni la “policía imperial” ni la maquinaria mediática van a emitir disculpa ni desmentido alguno. Nadie de esos ámbitos saldrá a decir “nos equivocamos”. La soberbia es otra de sus características.
Todos eran inocentes: Ya no es noticia
Un argumento comodín del aparato comunicacional que emprende estas campañas es producto de una visión aberrada del periodismo: cuando acusan a alguien, tenga o no base la acusación, lo convierten en una noticia muy contundente; pero si el acusado resulta ser inocente, desechan el tema porque “ya no es noticia”.
Carecen de la honestidad profesional necesaria para asumir sus errores y otorgar derechos a réplica. Se lavan las manos diciendo que, como medios de comunicación, se limitaron a registrar lo que estaba ocurriendo. Pero no le otorgan nunca el mismo espacio o tiempo al asunto cuando ocurren hechos que no se ajustan a sus matrices, como cuando los implicados falsamente resultan ser exonerados por las mismas autoridades.
Y si lo hacen, buscan la forma de restarle credibilidad, de invisibilizar lo ocurrido. Para la mayoría de la audiencia, los acusados indebidamente seguirán siendo culpables por siempre.
El retorno de los tripulantes: Pura propaganda
Los factores de poder político y mediático que organizan estos montajes tienen otra estrategia para aplicarla cuando se les caen sus fake news: decir que el adversario político está haciendo propaganda política.
En este caso, los medios que dicen ser independientes y de periodismo de investigación acusan al gobierno de Venezuela de haber convertido a los tripulantes en víctimas y héroes. Cínicamente, se quejan de ello, luego de haber armado un escándalo de dimensiones internacionales, al acusarlos de delitos gravísimos, sin ninguna prueba.
¿Y los daños morales y económicos?
Nadie rectifica, nadie se disculpa, nadie concede derecho a réplica y, por supuesto, tampoco nadie se va a hacer cargo de los daños morales y económicos que les causaron a los tripulantes, a la empresa EMTRASUR, a Venezuela y a Irán.
En un escenario equilibrado en lo jurídico y en lo mediático, los conspiradores de este proceso amañado deberían ser castigados y obligados a resarcir los daños que han perpetrado.
La sola paralización de las operaciones del avión 747 en Buenos Aires, desde el mes de junio, tiene unos elevados costos por lucro cesante. Además, la maniobra causará seguramente la desconfianza de los clientes potenciales de la firma de transporte aéreo, pues existirá siempre el temor a que la aeronave sea nuevamente objeto de medidas ilegales.
En cuanto a las personas afectadas, todas deberían ser indemnizadas por quienes las difamaron e injuriaron durante todos estos meses. Tristemente, nada de eso ocurrirá porque tanto los sistemas judiciales como los medios están bajo el mando del poder hegemónico global.